Muchos insensibles y otros investidos de “Filántropos del compromiso social” podrán llamarme falso pero que quede bien claro, que no es ánimo de protagonismo, de hecho me quito el CNP para reenviarles como humano respetuoso de la vida, como ciudadano respetuoso más que de las leyes de la justicia, este material que está circulando por Facebook, sobre la criminal matanza masiva de perros que han vuelto a implementar en Nueva Esparta. Si ELLOS quieren publicidad, acá la tienen...
Resulta que en la población de Punta de Piedras, capital del Municipio Tubores del Estado Nueva Esparta, se dio “mágicamente” el día miércoles una abominable matanza de perros que más que callejeros podríamos llamarlos silvestres urbanos. Ellos estaban siendo cuidados por una señora que tiene una pequeña empresa y la Fundación regional llamada ProAmar, que se dedica en la entidad a darle atención básica a estos verdaderos amigos del hombre, quienes según una “fulana” Ley de protección de animales domésticos promulgada por la “fulana” Asamblea Nacional, merecen cuidado y protección por quienes tienen el orgullo de llamarse venezolanos.
Según el relato de los vecinos tuborenses, la matanza fue coordinada por Corposalud, supuesto brazo ejecutor de las políticas de Estado ante los asuntos de salud del mal llamado pueblo, en esta región insular.
Pido perdón por la rabia que se filtra entre las líneas, pero la indignación ante el “autoirrespeto” de leyes que ELLOS mismos proclaman y cacarean como gallina que ha puesto un huevo, es abrumador y no deja más lugar sino para la decepción aderezada por la impotencia de saber que en el hemiciclo parlamentario, no se pueda hacer la misma Profilaxis que aplicaron a esos animales en Punta de Piedras.
No es justo que un perro venezolano estorbe y sea objeto de exterminio, mientras que regalan diesel, hospitales y casas al extranjero… y no es justo que nuestra fauna urbana y criolla o doméstica, en este caso los perros, no sean debidamente atendidos, cuando ellos mismos son amigos, protectores, compañeros de juego y muchas veces hasta cobijo en la calle, para muchos niños venezolanos.
Fuente: Guillermo Rodríguez Quintero
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