Jueves, 14 Julio 2016 00:00
Luto y llanto por doquier en Ciudad Guayana
Pableysa Ostos. CORREO DEL CARONI,
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Fuerzas de seguridad demuestran eficiencia cuando se trata de protestas de calle para exigir alimentos; no para contener la criminalidad.
La mamá de Luis Enrique Figuera recuerda la última vez que lo vio con vida. El sábado 2 de julio ella había hecho varis varias diligencias con su hijo, de 31 años.
La llevó a Residencias Tumeremo, en Puerto Ordaz. “Le dije que me hiciera el favor de llevarle una bombona de gas a su abuela en Castillito y regresara a buscarme para ir al Club Náutico Caroní porque teníamos que arreglar unas cosas allá. Eso hizo”.
Luis Enrique la llevó al centro de recreación y se despidió con la promesa de que se verían dentro de un rato. Iba por su novia en casa de ella, en el centro de San Félix, para ir a comprar sus anillos de matrimonio.
El joven, un ingeniero electrónico de la Universidad Nacional Experimental Politécnica (Unexpo) y taxista, nunca llegó a la casa de su pareja…
La familia de Figuera empezó una campaña por redes sociales para obtener información de su paradero. Un usuario de Twitter replicó a uno de los mensajes que un cuerpo con características similares a la de Figuera había sido encontrado en la avenida Caracas, cerca del cementerio privado Jardines del Orinoco, en Puerto Ordaz. Vestía un jean, franela beige y zapatos marrones.
Estaba maniatado y ya las aves de rapiña le habían comido los ojos. En el cuello tenía dos heridas por arma de fuego y había sido despojado de su vehículo.
Crímenes en aumento
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Los organismos de seguridad pueden refutar, intentar ocultar o no hablar de las cifras de muertes violentas. Pero tampoco pueden negar el sufrimiento de 368 familias en Ciudad Guayana, 137 casos más que las 231 familias que empezaron su luto entre enero y junio de 2015, por la violencia.
Casos como el de Figuera abundan en el municipio Caroní. No en vano ocupa el cuarto puesto en el país y el 11 en el mundo entre las entidades con más muertes violentas y la Gobernación habla de potenciapara referirse a la seguridad y demás promesas, que tampoco ha podido concretar (ni la Alcaldía, ni las policías ni la Guardia Nacional, ni los ministerios ni más de 20 planes de seguridad).
La mayoría de los crímenes han ocurrido por venganza; también porque los organismos de seguridad afirman que han descuidado el patrullaje para cuidar las colas, aunque para ello tampoco sean eficaces y deban recurrir a grupos colectivos armados.
Hay todo tipo de violencia: a Juan lo atracaron mientras esperaba que su esposa diera a luz en el centro clínico Puerto Ordaz. El asalto terminó en un tiroteo. Así llegó su hijo al mundo de Ciudad Guayana.
Los homicidios múltiples han estado a la orden del día: para finales de mayo 65 casos ocurrieron en estas modalidades. A las estadísticas hay que añadir que en julio, en cuatro días hubo cuatro doble homicidio.
Pero los guayacitanos no se han quedado callados: han salido a las calles a pedir no sólo comida y servicios básicos, también el respeto a la dignidad de la persona, el derecho a la vida y el derecho a la verdad sobre desapariciones. Como ocurrió el 29 de mayo con el caso de Nelson Omar Carpio.
En la comisaría de Guaiparo hubo una balacera entre bandas y los responsables, la Policía del estado Bolívar tuvo que pedir auxilio a la Policía unicipal, Cicpc y Policía Nacional para poder contener el enfrentamiento.
Además de molestias y más preguntas sin respuestas sobre la corrupción en las plantas termoeléctricas, el racionamiento eléctrico trajo más robos en las escuelas, más asaltos y muertes violentas.
Quienes osaron resistirse al robo lo pagaron con la vida. Casos hay varios: el dueño de una carnicería en el sector Unare II, el trabajador de Sidor en Planta de Pellas, Eduardo Rivero, que manejaba un taxi -como muchos de sus compañeros- para redondear sus ingresos ante los pagos de nómina mermada por la desidia gubernamental, la desinversión o los cortes eléctricos; o el caso de la mujer ultimada frente a la iglesia de la parroquia Santa Teresa por robarle el carro.
Quienes osaron resistirse al robo lo pagaron con la vida. Casos hay varios: el dueño de una carnicería en el sector Unare II, el trabajador de Sidor en Planta de Pellas, Eduardo Rivero, que manejaba un taxi -como muchos de sus compañeros- para redondear sus ingresos ante los pagos de nómina mermada por la desidia gubernamental, la desinversión o los cortes eléctricos; o el caso de la mujer ultimada frente a la iglesia de la parroquia Santa Teresa por robarle el carro.
Violación de DD HH
En Ciudad Bolívar, a principios de junio el día de visita terminó con una balacera en el Internado Judicial de la capital del estado; uno de los escoltas del secretario de Seguridad Ciudadana fue asaltado y ultimado mientras iba a buscar a su jefe de una rutina de ejercicio un madrugada hace mes y medio.
En Ciudad Guayana la violencia y la sangre se presentan de formas diversas, pero hay expedientes que no dejan de llamar la atención: dos soldados del Ejército que robaron en una panadería en el muelle de Palúa; dosdegollados abandonados en la vía pública; el cadáver en la cancha en una escuela de San Félix o el hombre quemató a su esposa, que lo había acuchillado segundos antes mientras peleaban; o los dos jóvenes que fueronacorralados, puestos de rodillas y acribillados en plena calle.
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