Llegamos al final de la "revolución"
Venezuela irremediablemente tendrá un futuro, pero para visualizar ese futuro es necesario entender las diferencias con las revoluciones
Aunque
usted amigo lector pueda pensar lo contrario, estamos viviendo el fin
de un largo proceso histórico que no comenzó en 1999, sino en la década
de los años treinta del siglo pasado, fecha en el que llegó el marxismo
con fuerza a nuestras tierras. Aunque posiblemente no lo entienda la
mayoría, el epitafio en la lápida revolucionaria podría decir la frase
de Confucio: “Ten cuidado con lo que pides porque te lo pueden
conceder”. En nuestro caso y a diferencia del cubano, a la revolución se
le entregó más dinero que a todos los períodos anteriores y nos
arruinaron, se le entregaron las mayores reservas de oro, de petróleo y
hierro del planeta y todo fue saqueado, se le entregó el record
histórico de producción de petróleo, hierro, aluminio y veinticinco
rubros del campo y lo arrasaron.
Venezuela
irremediablemente tendrá un futuro, pero para visualizar ese futuro es
necesario primero que todo entender las diferencias con las
revoluciones, sus trastornos y consecuencias.
El
colapso venezolano no tiene precedentes y será conocido como la
excentricidad más grande que emprendiera revolución alguna y no, pese a
que existen algunas coincidencias, nada de lo que vivimos actualmente
ocurrió en Rusia, China o en Cuba. Si, es cierto que la hambruna rusa
existió por la guerra y que la destrucción del campo por el marxismo
guarda relación con parte de lo que nos ocurre, como fue haber arrasado
con los medios de producción de forma sistemática a lo largo de los
años, pero a diferencia de los desquiciados tercermundistas, para Lenin
el colapso productivo del campo “era un desastre que anulaba los logros
de la revolución” e hicieron dos cosas importantes, permitieron el mayor
esfuerzo internacional de ayuda humanitaria de toda la historia europea
y quienes hicieron la mayor contribución fueron los estadounidenses
paradojicamente, pues a través del Congreso norteamericano (ARA) no solo
se alimentaron millones de rusos, sino que llegaron millones de vacunas
y medicinas y quien diría, pese a que querían expulsar a Dios, fue la
Iglesia cuáquera norteamericana, la que alimentaría a cientos de miles
de niños salvándolos de la hambruna.
Ni
Lenin ni Stalin fueron dictadorzuelos bananeros con un kalashnikov como
única herramienta de trabajo, como sí lo han sido los idiotas
tercermundistas que han pretendido instaurar el leninismo en el tercer
mundo, porque creen que ser revolucionario es no trabajar. Stalin, el
sanguinario, tuvo un enfoque distinto a la idiotez latina: “una
combinación del movimiento revolucionario con la eficiencia
estadounidense es la esencia del leninismo”, fue así como contrató a
miles de especialistas estadounidenses, la oferta fue de tal magnitud
que cerca de cien mil se inscribieron en las embajadas y consulados que
fueron convertidos en gigantescas agencias de empleo, así como
contrataron a miles de ingenieros capitalistas para sus empresas,
mientras envió a miles de soviéticos a los Estados Unidos y Gran Bretaña
en el mayor esfuerzo educativo industrial de alto nivel ocurrido a la
fecha. Llegó mis apreciados lectores, un momento en que en las fabricas
rusas se hablaba “gringo”.
Así
que ya es hora de decirlo para desenmascarar una burda mentira repetida
mil veces, porque aquí se tragaron el cuento del milagro ruso partiendo
de la nada. Stalin fue siempre un apasionado de la gigantesca obra
industrial del Zar, como era un entusiasta del modelo productivo
estadounidense (como casi todos los lideres rusos). Por eso frente a la
gigantesca infraestructura industrial zarista, suscribió acuerdos
millonarios no solo con Henry Ford, sino con muchos de los titanes
capitalistas y archimillonarios de la historia estadounidense para
levantar la industria rusa, que además fue financiada en buena parte por
Wall Street. Todo el resto fue propaganda que logró engañar a cuanto
líder bananero existió, porque para los rusos era vital que los
latinoamericanos le dieran la espalda a su enemigo.
También
hay semejanzas con lo ocurrido con la hambruna china, porque el
“agricultor” a quien se le entregó la tierra y el tractor en Venezuela
mintió diciendo que producía algo, el funcionario local para alagar a su
jefe afirmó que su gente producía más que los dueños anteriores, el
burócrata medio para sostener sus prebendas infló las cifras y aseguró
que nunca se había producido tanto, el burócrata que centraliza metió
toda la cosecha en un silo y le dijo al viceministro que estaba a
reventar y entonces al Ministro le llegó a su despacho un nuevo record
de producción, que fue anunciado por el presidente como un record
histórico sin entender que todos le habían mentido.
Y
aquí la única verdad es que de la tierra no queda sino monte o lo poco
que producen va al mercado negro, porque desde el principio vendieron el
tractor. Eso amigos fue exactamente lo que le ocurrió a Mao, porque la
hambruna en China o el colapso productivo venezolano tienen su origen en
una gigantesca mentira, una cadena tras otra y por eso ocurrió la
famosa “ilusión de la superabundancia” en China y los revolucionarios
tercermundistas en Venezuela han vivido y viven en un mundo de fantasía,
en la que sobran los medicamentos y la comida, en la que todos los años
se produce más y se rompen records productivos que solo están en los
reportes de quienes viven del alago y la mentira. Por eso lo más
destructivo para la revolución mundial y la causa principal de las
hambrunas y los colapsos productivos, no fue una “guerra económica”, ni
un bloqueo, sino la mentira piramidal y constante de todos los
burócratas revolucionarios.
Ahora
como en el caso de Stalin, la diferencia con el caso chino y
venezolano, es que Mao se tuvo que apartar del poder por cinco años y
llamar a los tecnócratas a gobernar, de la misma manera que se
responsabilizó [i] de haber generado
el caos y la hambruna así como decenas de miles de mentirosos, fueron
culpados, enjuiciados y no pocos ejecutados. Mao gobernó un empobrecido
país hasta la llegada de Deng Xiaping con sus políticas de apertura
debido a que después de estrepitoso fracaso todos habían llegado a la
misma conclusión: la revolución marxista leninista los había quebrado y
nada funcionaba.
De
manera que todo llegó a su fin en el campo socialista europeo, como
también llegó a su fin en el campo socialista asiático y el pragmatismo
fue la vía que emprendió todo el liderazgo comunista que se apresuró a
generar la apertura a sus economías.
Por
eso en Venezuela repito, vivimos el espectacular final de un periodo
histórico sin precedentes, nada menos que el colapso total del fracasado
intento de crear un campo socialista latinoamericano y el final de la
Guerra Fría en América Latina, no lo vemos ahora porque estamos
aplastados por el sanguinario sistema, aún cuando está moribundo y
nuestros ojos están vendados por quienes secuestraron a toda una región,
bajo estas circunstancias a quienes aún quedamos aquí lógicamente se
nos imposibilita ver la luz al final del túnel, a pesar de que todo está
cambiando de manera dramática y violenta frente a nuestros ojos.
Para analizar y entender las posibles salidas, hay que saber exactamente porque se ha llegado al final.
Llegaremos
al año 2019 con una sola y única realidad, la “Revolución” tal y como
fue conocida en el siglo XX se terminó, ya no representa el futuro
porque sencillamente demostró su futuro en la practica. El idealismo del
campo socialista latinoamericano colapsó por las mismas razones que el
europeo, pero sumido además en lo que será conocido como el robo del
siglo. Los comandantes sandinistas ya apelan por la socialdemocracia y
los que fueron más radicales al centro pragmático, hasta el discurso de
Raúl Castro y sus intentos de Doi Moi (vietnamita) reflejan el final de
un periodo cubano y el comienzo tímido de otro que conducirán
irremediablemente a la apertura y liberalización económica. En Brasil el
liderazgo marxista tendrá ochenta años cuando termine el próximo
periodo en el que fueron barridos de la política. Y la ortodoxia
comunista venezolana, terminó en el fracaso mas absoluto que haya podido
tener una revolución en sus cien años de historia.
Será
conocida por los historiadores marxistas como “La revolución que no
fue”. Pasó directamente del periodo de transición al periodo especial
sin tener gloria alguna, llegará al 2019 sin nada que ofrecer,
profundamente aislada y despreciada en el continente, con un millón de
barriles de petróleo para mantenerse y ese monto solo significa hambre.
Para nadie es un secreto que China no llegó al rescate y con el mundo
democrático a una sola voz exigiendo un cambio, para lo que queda en el
poder toda posibilidad de sostenerse es inviable. Y si la mayoría de los
venezolanos están muy mal, al régimen no le va mejor, eso es indudable.
Pero lo importante aquí es el modelo de futuro que pretende lo que queda de la revolución
y que no es otro que copiar el caso cubano, pero no de su primer
periodo soviético, sino el del periodo especial. El modelo consiste en
vivir como una dictadura bananera parasitaria, de los expulsados de
Venezuela que no solo sufrieron su éxodo siendo sacados a patadas con
risotadas, sino que ahora pretenden vivir de sus remesas. Por eso en el
2019 la revolución presentará su peor cara al mundo cuando solo dos
clases sociales permanecerán en Venezuela, el noventa por ciento que
vivirá en la peor pobreza conocida y los que sobrevivirán de los escasos
dólares que les envíen sus familiares.
Un
problema adicional no será los que se fueron a lo largo de estos
dieciocho años (entre 4 y 5 millones) sino el éxodo que viene a
continuación, con diez millones de inflación, en comparación a este año,
en el que se fueron otro millón de venezolanos, éste será un paraíso
comparado al que viene y en consecuencia, el problema no será el colapso
en los países vecinos, sino el que se creará el año que viene, porque
en 2019 nadie podrá vivir en Venezuela, ni siquiera los que viven en
dólares. Por eso, más allá de la violencia desatada, que no es síntoma
de fortaleza, sino de temor por la posible perdida del poder, el propio
discurso oficial está llegando finalmente a la conclusión de que su
proyecto ya no funciona.
Como
dijo Fidel poco antes de morir, esto no les sirve ni a ellos, en el
2019 veremos hasta los chinos protestar por el desastre y como dice la
canción: “La era está pariendo” pero una nación, simplemente “no puede
más” el dolor es desgarrador. Llegara amigos la hora de una
enorme mesa redonda como la de Polonia, Hungría o Checoslovaquia y
ocurrirá una enorme negociación de estado, sentados bajo la presión de
toda la comunidad internacional. De eso, hablaremos en mis próximos
artículos.
Thays Peñalver
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