A pesar de sus orígenes poco conocidos, María de Nazaret es la mujer más famosa de toda la historia. Desde los primeros siglos de la Iglesia, los cristianos han afirmado que Ella dio a luz a Jesús siendo aún virgen, que no tenía pecado y que fue llevada milagrosamente al cielo al final de su vida terrena.
Se le reza en todos los idiomas. Cada día, sacerdotes, religiosos y laicos de todo el mundo se dirigen a Ella a través de Rosarios y, en la Liturgia de las Horas, rezan su Magníficat. Se han escrito innumerables libros y han surgido controversias sobre la relación precisa de María con su Hijo, con Dios Padre, con Dios Espíritu Santo, con todos los cristianos y con toda la creación. Ha sido representada en todos los medios artísticos, de manera realista, magistral, rústica, cruda y simbólica. En su honor se han compuesto innumerables himnos y canciones.
María de Nazaret, que ofreció a Cristo consuelo y sabiduría maternal en cada etapa de su vida terrena —incluidas las horas más oscuras de su pasión y muerte—, es la mujer por excelencia. Sin su libre adhesión a la misión que Dios le confió, la Iglesia no existiría.
Fue elegida para ser —y eligió serlo— la mujer arquetípica de la Iglesia, la única de las "piedras vivas" que Cristo utilizó para construir su Iglesia y en la que Él mismo fue esculpido, como piedra angular de la Iglesia. Ella dio ejemplo de fidelidad, paciencia, perseverancia, esperanza y amor a todos los primeros seguidores de Cristo. Desde el Cielo trae a toda la Iglesia el consuelo y la fortaleza de una madre.
María también jugó un papel decisivo en reunir a muchas otras mujeres entre los primeros discípulos. También ellas se convirtieron a su manera en madres de la Iglesia. En el evangelio de Lucas leemos que cuando Cristo viajó por diferentes ciudades, unas mujeres lo acompañaron junto a los Doce Apóstoles.
A pesar de sus orígenes poco conocidos, María de Nazaret es la mujer más famosa de toda la historia. Desde los primeros siglos de la Iglesia, los cristianos han afirmado que Ella dio a luz a Jesús siendo aún virgen, que no tenía pecado y que fue llevada milagrosamente al cielo al final de su vida terrena.
Se le reza en todos los idiomas. Cada día, sacerdotes, religiosos y laicos de todo el mundo se dirigen a Ella a través de Rosarios y, en la Liturgia de las Horas, rezan su Magníficat. Se han escrito innumerables libros y han surgido controversias sobre la relación precisa de María con su Hijo, con Dios Padre, con Dios Espíritu Santo, con todos los cristianos y con toda la creación. Ha sido representada en todos los medios artísticos, de manera realista, magistral, rústica, cruda y simbólica. En su honor se han compuesto innumerables himnos y canciones.
María de Nazaret, que ofreció a Cristo consuelo y sabiduría maternal en cada etapa de su vida terrena —incluidas las horas más oscuras de su pasión y muerte—, es la mujer por excelencia. Sin su libre adhesión a la misión que Dios le confió, la Iglesia no existiría.
Fue elegida para ser —y eligió serlo— la mujer arquetípica de la Iglesia, la única de las "piedras vivas" que Cristo utilizó para construir su Iglesia y en la que Él mismo fue esculpido, como piedra angular de la Iglesia. Ella dio ejemplo de fidelidad, paciencia, perseverancia, esperanza y amor a todos los primeros seguidores de Cristo. Desde el Cielo trae a toda la Iglesia el consuelo y la fortaleza de una madre.
María también jugó un papel decisivo en reunir a muchas otras mujeres entre los primeros discípulos. También ellas se convirtieron a su manera en madres de la Iglesia. En el evangelio de Lucas leemos que cuando Cristo viajó por diferentes ciudades, unas mujeres lo acompañaron junto a los Doce Apóstoles.
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