La Madre Agnès de Jesús (Paulina) confió a Sor Teresa la adopción de su primer hermano espiritual, un seminarista de vocación frágil, en el verano de 1895. «Desde hacía mucho tiempo tenía un deseo que parecía imposible de realizar, el de tener un hermano sacerdote», cuenta Teresa en Historia de una Alma (Ms C). Sin embargo, los intercambios no comenzaron hasta octubre de 1896, bajo el priorato de la Madre María de Gonzaga.
Esta carta, fechada el 21 de octubre de 1896, es la primera relación entre la monja carmelita y el abate Maurice Barthélemy-Bellière (1874-1907), que aspiraba a una vocación misionera (se uniría a los Padres Blancos). El joven abad mantuvo una correspondencia regular con la monja carmelita, que agotó sus últimas fuerzas escribiéndole, animándole y compartiendo con él su «pequeño camino». En esta primera carta, Teresa marca la pauta desde el principio: reza no sólo por su vocación, sino, aún más, por la santidad de su «hermano sacerdote».
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