El Rey está... desnudo
PAOLO MONTANARI TIGRI | EL UNIVERSAL
sábado 12 de marzo de 2016 12:00 AM
Érase una vez un Rey con mucho dinero pero autoritario y ambicioso al cual una corte de aduladores le hizo creer que gozaba de la estima y del agradecimiento, muy probablemente por algunos... favores recibidos, de mucha gente. Ese Rey engreído y fanfarrón se solazaba en hablar ante multitudes que, previamente aleccionadas, debían alabar al Rey, a su forma de ser y a sus cada vez más vistosos atuendos. Llegó un momento en el cual, no sabiendo más que hacer para satisfacer a ese monarca, los lacayos más cercanos le propusieron que se vistiera con la más llamativa de las indumentarias. En realidad esta vestimenta existía solamente en la fértil imaginación de esos cortesanos lisonjeros quienes, para completar la parodia, le advirtieron pero, que ese atuendo podía ser apreciado solamente por personas inteligentes mientras la"gente normal" no podía ver nada. El enfatuado monarca, para no parecer tardo de entendimiento llegó a calificar su imaginario tejido de "suntuoso y magnífico"y hasta salió a desfilar pavoneándose con ese ropaje... ficticio cuando, en realidad, andaba praticamente desnudo, con tanta mala suerte que los elogios del pueblo presente, por supuesto previamente adoctrinado, duraron hasta el momento en que, en el medio de la multitud un niño, con esa inocencia típica de su edad gritó: - "Miren, el Rey está...desnudo"! Bastó esa voz inocente pero llena de sentido común y de autenticidad para quebrar el embrujo, para provocar una reacción desbordante y para echar por tierra un castillo de naipes basado en la mentira, en el fraude.
Pues bien, yo creo que ese celebre cuento de Christian Andersen, escrito en el siglo XIX, puede perfectamente adaptarse a nuestra cotidianidad y, sobre todo, a la vida de tantos mandatarios contemporáneos. Cuantos hombres públicos, por ejemplo, o cuantos gobernantes, tratan de vivir su popularidad gracias a una imagen irreal, fundamentada sobre mentiras, sobre promesas incumplidas, a lo mejor sobre acuerdos ocultos e indecentes con personas deshonestas y cuando finalmente la verdad sale a flote, quedan miserablemente desamparados y ...vergonzosamente desnudos, al igual que el rey del cuento! Y frente al ludibrio general y a la decepción provocada en tanta gente, en esa misma gente que antes, por conveniencia o por obligación fingía idolatrarlos, no les queda más remedio que recurrir a los insultos, a las ofensas, a la infamación, para tratar de desacreditar esas voces que, al igual que la del "niño", los han puesto en ridículo poniendo a la vista de todos su afrentosa... desnudez moral! Y como todo cuento, este tambien tiene su moraleja: Nunca digas mentiras ni engañes a tu prójimo porque cuando eso se descubra, perderas toda la autoridad moral.... y para siempre!
Desde Italia
p.montanaritigri@fastwebnet.it
Pues bien, yo creo que ese celebre cuento de Christian Andersen, escrito en el siglo XIX, puede perfectamente adaptarse a nuestra cotidianidad y, sobre todo, a la vida de tantos mandatarios contemporáneos. Cuantos hombres públicos, por ejemplo, o cuantos gobernantes, tratan de vivir su popularidad gracias a una imagen irreal, fundamentada sobre mentiras, sobre promesas incumplidas, a lo mejor sobre acuerdos ocultos e indecentes con personas deshonestas y cuando finalmente la verdad sale a flote, quedan miserablemente desamparados y ...vergonzosamente desnudos, al igual que el rey del cuento! Y frente al ludibrio general y a la decepción provocada en tanta gente, en esa misma gente que antes, por conveniencia o por obligación fingía idolatrarlos, no les queda más remedio que recurrir a los insultos, a las ofensas, a la infamación, para tratar de desacreditar esas voces que, al igual que la del "niño", los han puesto en ridículo poniendo a la vista de todos su afrentosa... desnudez moral! Y como todo cuento, este tambien tiene su moraleja: Nunca digas mentiras ni engañes a tu prójimo porque cuando eso se descubra, perderas toda la autoridad moral.... y para siempre!
Desde Italia
p.montanaritigri@fastwebnet.it
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