Sundee. ¡En Sabana Grande te la comiste Contreras!
La dinámica del país sugería enfocar hoy este artículo como un obituario para el diálogo político por el cual muchos sectores nacionales e internacionales hemos venido apostando y al parecer –tal como lucen las cosas– nos equivocamos. Es evidente que el gobierno incumplió los acuerdos alcanzados en sesiones anteriores y por tanto la iniciativa parece muerta, culminada con un inusual y duro regaño por parte del cardenal Parolín, quien calificó sin ningún eufemismo las tretas que el gobierno y sus voceros han venido practicando para dar largas al asunto, correr la arruga, matar el revocatorio y hacer creer a la gente que hay una guerra económica cuyos escenarios son desde los puntos electrónicos de venta hasta el remarcaje especulativo de las mercancías por comerciantes que en su conjunto y generalización han sido calificados como delincuentes y algunos han ido a parar detrás de rejas sin que medie el más mínimo recaudo o garantía procesal.
Desde el exterior, donde nos encontramos en estos días a la búsqueda de una Navidad en familia, tranquila, segura, con hallacas y demás insumos hoy inalcanzables en Venezuela, hemos recibido noticias de prensa, comentarios y hasta un espeluznante video donde un funcionario, de apellido Contreras, quien parece ser el pran de un organismo policial, represor, no sujeto a ley alguna, que se llama Sundee, se comporta como un maleante presentándose en comercios de Sabana Grande y otros lugares, surtidos de mercancía adquirida a tenor de “Dólar Today”, y una vez ofrecida al público, llegan los esbirros a exigir la reducción de los precios en proporciones que nada tienen que ver con inversiones, costos, beneficios y otras consideraciones comerciales sino con la inapelable voluntad del ciudadano Contreras, la cual encuentra su apoyo en efectivos de la Guardia Nacional (“el honor es su divisa”) en actitud amenazante y con los “ganchos” prestos para ser colocados en las muñecas del primero que se alborote. ¡Tú sí que eres arrecho Contreras! ¡Así, así es que se gobierna!
Este articulista no es que crea que todo comerciante sea discípulo ni émulo de la madre Teresa de Calcuta ni de san Francisco de Asís. Más bien tendemos a suponer que en efecto es posible y muy probable que haya una dosis variable de especulación y abuso potenciada por la locura de la tasa de cambio disparada hasta el infinito en conjunción con la temporada decembrina en la que es –o era– tradicional realizar regalos y gastos extra.
Para tales conductas existen leyes antiespeculación y se tipifican delitos específicos. Supone uno que distintos rubros tengan diferentes márgenes de utilidad basados en costos, oportunidad, disponibilidad y otras consideraciones mercantiles. Para sostener o disputar los precios existen instituciones, procedimientos, reglas y garantías. Pues el “señor” Contreras no cree en nada de eso, y cual pran en pleno ejercicio entra en un negocio, con guardias a fusil calado, exigiendo con palabras soeces (según revela el video que se viralizó) una reducción de 30% o 50% “porque sí” sin admitir discusión ni documentación alguna y con la fuerza militar para ayudar a “convencer” a los remisos.
Igual pasó hace un par de años en plena campaña electoral con la tienda Daka de Bello Monte forzada a liquidar electrodomésticos a precios caprichosos. Obviamente la medida, apropiadamente denominada “dakazo”, fue de la complacencia de las multitudes que recibieron artículos caros a precio de regalo, igual que en esta ocasión, lo cual revela groseramente el tinte populista de la maniobra.
Es posible que esta vez también los “defensores de los derechos del pueblo” se puedan salir con la suya pero ya se ha creado la matriz de que no vale la pena invertir en nada cuando no existe seguridad jurídica. Las consecuencias no se han hecho esperar.
Pedir moderación sería ilusorio. Pedir paciencia sería estúpido. Pedir diálogo sería ingenuo. Protestar cívicamente sería inútil. Cada quien saque sus conclusiones.
Estos bolivarianos creen que “se la están comiendo”. Valdría la pena notar cómo estamos estas Navidades comparados con aquellos años en que éramos ricos y no lo sabíamos.
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