Diego: “Sigo saliendo porque no me gustaría que el país se derrumbara”
Diego, quien marchó junto a Neomar en múltiples oportunidades, sigue saliendo a cada manifestación convocada por la oposición venezolana en contra del Gobierno nacionaeo
Caracas.- Antes de salir de su casa, Diego desayuna un tazón de avena y tres arepas. De su casa sale en short, franela y unos zapatos deportivos. Lleva además un bolso viejo.Sus rodillas y piernas coleccionan cicatrices que se ha ganado en las marchas. No se pierde una. A las 10:30 ya está en Parque Cristal, uno de los puntos de concentración de la marcha opositora. Allí se encuentra con sus amigos para salir a marchar un par de horas después, pese a la lluvia que cayó sobre Caracas este jueves 29 de junio.
Marchan a paso firme, él y sus amigos, hasta que llegan a la entrada de la avenida Libertador, donde se detienen para homenajear a su amigo Neomar Lander, quien estuviera marchando junto a él de no haber muerto luego de ser impactado durante una protesta. “Neomar, hermano, tu lucha no fue en vano”, grita Diego, y al grito se suman sus amigos.
Luego continúan. Van hasta la punta de la marcha, la encabezan, y son los primeros en ver a los funcionarios de la Guardia Nacional al alcanzar la autopista Francisco Fajardo. Su primera reacción no es tomar una piedra, sino alzar las manos en señal de no agresión. A pesar de que sus amigos lo hacen, Diego no se encapucha. Ya no carga su bolso tampoco porque se lo dio a un amigo, y se queja cuando otros encapuchados empiezan a lanzar objetos a la Guardia, que inmediatamente responde con bombas y perdigones.
“Marico, qué difícil es esto sin máscara”, le dice a un amigo. “Ponte la tuya, que yo no tenga no significa que no puedo guerrear”. No tiene su máscara, dice, porque el sábado funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) lo robaron. Él y dos compañeros fueron emboscados por los funcionarios, quienes los rodearon con gas lacrimógeno y les quitaron sus pertenencias, entre ellas su bolso con su máscara antigás y su capucha. Desde entonces sale sin taparse la cara, pues se cansó de esconder su identidad.
Tiene un guante en la mano izquierda, pese a que escribe con la derecha, y lo usa para devolver las bombas lacrimógenas que caen cerca de él. No logra desentenderse de las protestas.
“El otro día me dijeron para salir a joder un rato, relajarme. Y fui, porque hace falta. Pero en medio de la vaina me dije: ‘Verga, qué bolas, yo ando aquí disfrutando y tomando mientras Neomar está muerto’“, relata Diego desde el Centro Lido, donde se refugió después de que la PNB arremetió contra la marcha. “Esto sí me molesta, porque uno está en medio de la protesta tragando gas y ellos están aquí tranquilos”, añade cuando pasa frente a una peluquería.
Sale de allí caminando y aguantando el gas que sigue en el ambiente. Diego es otro joven de 17 años que está en la calle dispuesto a luchar por su país. En el camino se va consiguiendo con sus amigos, y cuando ya son un grupo de nuevo, llama a su mamá para avisarle que está bien.
“Mándale la bendición”, le dice uno de sus amigos. Luego de hablar con su mamá, llama a los amigos que no están con él para ubicarlos. Dos actitudes resaltan en Diego: la de proteger y la de liderar a sus amigos. Con ellos avanza; otro día, otra marcha. Y aunque la de hoy no lo deja contento, se hace lo que se puede.
Diego se va del país en marzo. Quiere estudiar gastronomía y su familia lo apoya. También quiere un país libre. “Sigo saliendo porque no me gustaría que el país se derrumbara mientras yo estoy afuera”, aclara. También por Neomar, aunque no lo dice.
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