Librería Historia, el pasado y el presente del entorno intelectual caraqueño
- Este espacio fue en una época el punto de encuentro de personajes como el expresidente Ramón J. Velásquez, parlamentarios y miembros de la Academia Nacional de la Historia. Han pasado varias décadas desde esas reuniones, sin embargo, los hermanos Castellanos conservan la esencia que siempre ha caracterizado al lugar. Foto: Javier Cedeño
Tiene la pierna derecha flexionada y la otra estirada, está parado sobre unas piedras, viste paltó, camisa y pantalón oscuro. Se trata de Gabriel García Márquez, quien se encuentra a las afueras de una pequeña librería situada en el casco histórico de Caracas, a pocos metros de la Plaza Bolívar. No es una ilusión, Gabo está ahí con la mirada fija analizando a todo aquel que pasa por el lugar. Si no fuera porque la fotografía está vieja y en blanco y negro, hasta el más escéptico creería que el autor de Cien años de soledad sigue vivo, personificado en esa imagen de tamaño natural.
La luz ocrácea te traslada a una época no vivida, a pocos pasos de la entrada está un señor, quien a diferencia de la inerte presencia de Gabo, siempre anda ocupado con algo. “Mucho gusto, me llamo Luis Castellanos (1938); aunque mi primer nombre es Arturo, pero mis padres me lo pusieron de adorno, pues desde pequeño mi familia solo me llama Luis”. Cuando no está remendando un libro, está pegando otro y a la vez responde las inquietudes de los compradores; también cuenta chistes con un humor muy serio o entabla largas conversaciones con conocidos que llegan para saludar.
Castellanos forma parte de esa generación que todavía puede hablar categóricamente de cómo eran los años cincuenta, la generación de “cuando Pérez Jiménez”. Desde joven quiso formar parte de las Fuerzas Armadas, pero lo más cerca de cumplir su sueño fue haber estudiado en un liceo de orden militar. El destino, como a sus dos hermanos, lo orientó por el camino y el negocio de la cultura y los libros.
—¿Señor, tiene el libro “Siete crímenes, siete poderes”? —preguntó la señora.
—¿Cómo me dijo? —confundido y algo desconcertado contestó el señor Luis.
—Deeeee, esteeee… Mármol…. Mármol León, ¿lo tiene?
—Usted lo que está buscando es el libro Cuatro crímenes, cuatro poderes de Fermín Mármol León. Por favor, no me le agregue más crímenes ni poderes, con los que ya tenemos son suficientes.
Diputados, historiadores y una peluquería
Al final, en un escritorio antiguo y oculto por las estanterías de libros, está sentado Jonás Castellanos (1937). Se esfuerza para escuchar a los visitantes que todavía, a pesar de que ha pasado algún tiempo, van a darle el pésame por la muerte de su hermano mayor, Rafael Ramón Castellanos (1931-2019). Él los saluda con aquella cordialidad que caracteriza a los trujillanos, pero con un ritmo muy pausado.
Entre las anécdotas y recuerdos de Jonás Castellanos sobre la Librería Historia están las visitas sabatinas del expresidente Ramón J. Velásquez. Personalidades como Augusto Mijares, Pedro Grases, Marco Aurelio Vila, Rafael Fernández Heres y Pedro Guillermo Morón, entre otras, convertían el lugar en un ágora donde se debatía el acontecer contemporáneo y la historia del país. Hoy en día la librería, en contraste con la ubicación de antaño, tiene como vecino frontal un salón de belleza donde los clientes permanecen indiferentes ante la vitrina repleta de libros.
Guardó silencio, hizo un movimiento brusco, se agachó sin pararse de su silla y abrió una gaveta que tiene a un costado de la que sacó un libro viejo: Consultas morales y teológicas, Antonio de Arahal, año 1629. Era un libro del siglo XVII. “Fue hecho con piel de becerro”, dijo. Hizo otra pausa, cerró la reliquia, se agachó, la guardó nuevamente en la gaveta y continuó: “¿Sabe algo? Vendedores de libros hay muchos, pero libreros muy pocos, y yo este oficio lo aprendí gracias a Rafael Ramón Castellanos, mi hermano mayor, un maestro librero”.
Otro silencio, más prolongado que los anteriores: “Gracias por la entrevista”. Estiró la mano para estrecharla cortésmente y se despidió. “Mi hermano Luis y yo estamos siempre a la orden en la Librería Historia”.
En la entrada, su hermano menor, Luis, hablaba con un señor sobre cómo eran las cosas “cuando Pérez Jiménez”. Y afuera, con la mirada fija, Gabriel García Márquez observaba a las muchachas del salón de belleza. Parecía que estuviera coleccionando historias para una próxima novela.
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