Desde 2018 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos está emitiendo medidas cautelares para tratar de garantizar de algún modo el funcionamiento del Hospital de Niños J. M. de los Ríos. No hay otro centro de salud como este en el país, y eso muy a pesar de la demagogia del comandante muerto y de su heredero, porque nunca pudieron igualar ni siquiera la infraestructura física de este recinto que fue fundado en 1939.

Hace unos días cerró el Servicio de Nefrología del hospital de niños. Con eso, aproximadamente 500 pacientes quedan sin atención especializada. Muchos venían de otras ciudades y pueblos porque aquí encontraban diagnóstico, respuestas y un personal altamente especializado que los ayudaba a ellos y a sus familias a sortear las dificultades para obtener la cura de sus enfermedades.

Es lamentable que eso pase por debajo de la mesa. Todo el país parece girar alrededor del asunto político, de lo que dicen o dejan de decir en las dos asambleas o hasta de una novena estrella para la bandera. Nadie mira hacia esos niños y sus padres, que ya no tienen esperanzas de poder acceder a tratamiento especializado.

Ni siquiera procurando ellos los medicamentos o los tratamientos, que es lo que habían estado haciendo y todavía se hace en los servicios del hospital que permanecen abiertos. Es que no hay manera de contar con médicos especialistas dedicados a la medicina pública si lo que les pagan mensualmente son 4 dólares. Muchos profesionales se preguntarán si vale la pena el sacrificio cuando en realidad a veces se ven de manos atadas porque no tienen cómo sacar adelante a esos niños enfermos. Es demasiado dolor.

Las voces que han denunciado la precariedad del hospital han logrado las medidas cautelares para los pacientes de 13 servicios, que incluye el de Neurología que acaba de cerrar. Pero esto no ha causado el efecto esperado. Nadie del régimen se ha dignado a voltear la mirada hacia el centro de salud, hacia sus médicos o hacia sus pacientes ni ha planteado la urgencia de asignarle los fondos que necesita.

Es tan grave el estado del centro, que ni siquiera tiene agua, pero esto ocurre con todos los hospitales que construyeron antes de la plaga roja. El régimen los dejó perder, fue una de las primeras acciones del comandante muerto. Pensó en su propio beneficio y el de su padre político, Fidel Castro, porque le quitó el presupuesto al sistema de salud creado por la democracia para dárselo a los cubanos.

Los rojitos son culpables de lo que le ocurra a estos pacientes y a los cientos de otros niños que no tendrán ahora adónde acudir para recuperar su salud. Se siguen acumulando crímenes, pero menos mal que hay quienes llevan la cuenta.