¿Vale más la vida o una moto?
El kirchnerismo plantea el dilema cuestionando al policía que abrió fuego contra un motochorro. La pregunta es válida, pero habría que hacérsela a los delincuentes
Uno de los tantos casos de inseguridad que se repiten todos los días en Argentina, sobre todo en el conurbano bonaerense, reabrió un debate entre dos posiciones que parecen antagónicas. En esta oportunidad, dos motochorros abordaron a un hombre que se encontraba con su novia en su moto. Apuntándole con un caño de metal, que parecía ser un arma de fuego, lo obligaron a bajarse y le robaron el vehículo. Lo que no sabían era que la víctima que eligieron era un policía que se encontraba vestido de civil en su franco. En la huida, el oficial disparó y ultimó a uno de ellos por la espalda. Con el caso en el debate público, los comunicadores progresistas cuestionaron al policía con una pregunta: ¿Vale una moto más que una vida?
Lo cierto es que la pregunta es válida. Sin embargo, no es al oficial al que se debe increpar con esa cuestión. En sí, la respuesta lógica es que no. Una vida vale mucho más que una moto. Sin embargo, el que tiene que llegar a esta conclusión es el delincuente que pone su vida en riesgo al salir a robar. En primera instancia, él es el primer responsable en iniciar una serie de sucesos desafortunados que terminarán con la vida de una persona. Sin delincuente no hay planteo. Valorizar más la vida que la moto, para llegar a la conclusión de que uno debería dejarse robar abre la caja de Pandora a los peores incentivos. ¿Te aborda un delincuente? Bueno. Hay que dejarse robar y esperar que se vaya, rogando que no nos lastimen en el proceso o nos maten antes del escape.
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A las pocas horas del suceso, el policía fue liberado y ahora comenzará la investigación policial. Desde el oficialismo y los sectores kirchneristas insisten en la tesis que se trató de un abuso policial. Una especie de asesinato a sangre fría o pena de muerte instantánea. Desde la oposición, Patricia Bullrich llamó a ponerse del lado de los que defienden a la población civil y a respaldar al oficial de policía. El sentir popular mayoritario en las redes sociales se manifestó en este sentido. Muchos comentarios aseguraron que si este episodio terminara en un juicio por jurados, el policía, en lugar de ser condenado, sería condecorado.
Yendo a la cuestión jurídica, es probable que el tema termine como ocurrió con el oficial Luis Chocobar, condenado por exceso en legítima defensa, lo que evitó que el policía terminara en prisión. Cabe advertir que en ese caso, los disparos habían sido hacia el suelo y el delincuente que había apuñalado a un turista fue ultimado por una bala que rebotó antes de incrustarse en su cuerpo.
Lo que los comunicadores progresistas no mencionan en este caso es que el policía que mató al ladrón que quiso robarle la moto, a diferencia de cualquier otra víctima, él también tiene una obligación: impedir que un delincuente violento escape de la escena del crimen. Junto con las pertenencias del ladrón ultimado se encontraron los documentos de otras personas que habían sido robadas esa misma noche. Así que no hay dudas de que se trataba de un peligroso delincuente reincidente, que no debía pasar ni un minuto más en libertad.
Ahora la justicia deberá buscar un equilibro entre posiciones incómodas. No avalar directamente tres disparos por la espalda a un delincuente que ya estaba huyendo, pero tampoco desautorizar a un oficial y dar la señal que hay que permitir que se escapen y sigan cometiendo delitos. Mientras tanto, en la opinión pública general, el veredicto ya está escrito. El verdadero culpable de todo ya está muerto.
Lo que tiene que quedar claro es que si cabe la pregunta si una vida vale más que una moto, el que lo debe responder es el que sale a jugarse el pellejo para quitársela a alguien por la fuerza.
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