El péndulo de la política en aquellos países que escogen libremente sus gobernantes termina siempre favoreciendo opciones electorales de izquierda u opciones del ultranacionalismo. En ambos casos el populismo juega un papel clave en dicho proceso.

La izquierda propone fortalecer la sociedad mediante un estado del bienestar, fortalecido e interventor, orientado a los más necesitados y pagado mediante altos los impuestos. El ultranacionalismo  promueve el interés del estado por encima de todo, similar al fascismo por la noción de un renacimiento nacional, la xenofobia, el racismo y el totalitarismo, usualmente con un líder carismático y el amor extremo por la propia nación.

Esto sucede en todo el espectro de desarrollo de las naciones. Como ejemplos recientes en países más desarrollados tenemos la patética experiencia vivida en la Norteamérica de Donald Trump y su ataque al más sagrado recinto de la democracia, Boris Johnson en el Reino Unido con su costoso y exitoso empeño por salir de la Unión Europea, que habrán de pagar por años o los partidos neonazis alemanes ganando cada día más espacios. El populismo en su máxima expresión.

Por otro lado tenemos los ejemplos recientes de Argentina, Colombia, Brasil y Venezuela. Los desmadres para los gauchos de los esposos Kirchner están acabando con su economía y la sociedad lo resentirá por generaciones. Mr. Petro con apenas meses de gestión ha visto caer su popularidad por medidas muy divorciadas de su oferta electoral y el oscuro financiamiento de su campaña, ahora conocido por todos gracias a que uno de sus más cercanos allegados “lavó la ropa sucia en público”.

Brasil elige nuevamente a un político condenado por corrupto, quien propone para dirigir un banco multilateral a una muy cercana colaboradora, también expresidenta y condenada por corrupción. Lo de Venezuela no necesita muchas explicaciones, más allá de reconocer que muchos años de despilfarro nos trajeron hasta aquí.

Los gobiernos de centro derecha proponen ser más moderados en sus políticas, orientados a una reducida participación y a un estado centrado en el individuo y la iniciativa privada. Pero, consistentemente y en todos los casos, fallan en reconocer y atender las necesidades de aquellos menos favorecidos.

Y es que parece que de eso se trata, de que los pueblos de todas las latitudes se cansan de ver recursos disponibles en mayor o menor medida que no redundan en mejoras tangibles de su calidad de vida. Y el péndulo se va a la izquierda y atiende al populismo.

La Venezuela de los 60’s y hasta inicio de los 80’s jamás hubiera pensado en acabar con el status quo. Ya en los 90’s la situación se hizo inaguantable para muchos, al punto que un militar golpista y responsable de muchas muertes fue llevado por las masas al más alto pedestal de los ídolos de la patria. Recordemos cómo llegó Ernesto Kirchner al poder, electo presidente del Congreso luego de la renuncia de los presidentes Fernando de la Rúa y Adolfo Rodríguez Saá durante los disturbios del 2001 y luego llegó a la presidencia en una elección que evitó el regreso de Menem.

Lo de Bolsonaro en Brasil también fue turbador. Su manejo de la deforestación y de la pandemia, junto con su propuesta ultraderechista y populista sirvieron para el retorno de Lula. Y así podríamos continuar analizando por qué se escuchan los cantos de sirena.

Qué diferente sería si los regímenes moderados tomaran en alta consideración las necesidades de su base poblacional, si lo mejor de la oferta del populista fuera asumido y mejorado para proponer un modelo de desarrollo social balanceado, que no necesariamente implique un estado abultado y costoso, pero que tuviera como foco la atención a las clases desposeídas.

Qué tal si la propuesta electoral venezolana tuviera como bandera rescatar la atención primaria de salud y la disponibilidad de insumos de la cesta básica en centros ubicados en las zonas populares, acercando así servicios a los pacientes y consumidores que más lo necesitan. Programas de ese tipo, mucho mejor manejados y controlados son sencillos ejemplos de lo que mantendría al pueblo alineado con gestiones menos populistas pero de mucha mayor efectividad.