martes, 11 de junio de 2024

Lea acá el prefacio a “Empresas editoriales venezolanas: apogeo y ocaso (1958-1998). Notas de historia cultural”



Lea acá el prefacio a “Empresas editoriales venezolanas: apogeo y ocaso (1958-1998). Notas de historia cultural”


 [Presentamos el texto introductorio del libro Empresas editoriales venezolanas: apogeo y ocaso (1958-1998). Notas de historia cultural, de Carmen Verde Arocha, gracias a la gentileza de la autora. El volumen ha sido publicado como coedición entre ABediciones-UCAB y Editorial Eclepsidra]

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En 1749 Joseph Sweetman Ames (1689-1759) confesaba que al proponerse escribir una historia de la imprenta había tomado a su cargo una empresa demasiado grande.[1] Por su parte, Roberto Calasso (1941-2021), más de tres siglos después, pareciera dia­logar con Ames en estos términos: «Cuando alguien, algún día, intente escribir una historia de la edición en el siglo XX, se en­contrará frente a una labor fascinante, aventurada y tortuosa».[2] Inquietan las palabras tanto de Ames como de Calasso, por la magnitud de sus propuestas, que han tenido resonancia a partir de la segunda mitad del siglo XX. Somos testigos del número de publicaciones centradas no solo en la industria editorial, en sus procesos y los oficios, sino también en el interés que ha desper­tado (en Occidente) la historia del libro, la historia de la lectura y la historia de la edición entre antropólogos, lingüistas, filóso­fos, literatos, sociólogos, comunicadores, historiadores, como Roger Chartier, Robert Darton, Lucien Febvre, Pierre Bourdieu, Néstor García Canclini, John Thompson, Jason Epstein, André Schiffrin, Irene Vallejo, Tomás Granado Salinas, Beatriz Vali­noti.[3] Y los aportes de Ricoeur, Habermas, Foucault, McLuhan, Goffman, Geertz, son insoslayables a la hora de proponer nue­vos caminos de investigación.

El libro Empresas editoriales venezolanas: apogeo y ocaso (1958-1998). Notas de historia cultural es el resultado de una extensa investigación que se originó durante nuestros años de estudios de posgrado en Historia de Venezuela, en la Universidad Católica Andrés Bello (Caracas). Concluida la investigación (2023), fue presentada como Trabajo de Grado para optar al título de Magíster en Historia. En este sentido, hemos dado curso a la recomendación de publicación sugerida por el jurado, integra­do por los profesores e historiadores Rafael Arráiz Lucca, Tomás Straka y Ricardo Tavares Lourenço, quienes redactaron y firmaron el siguiente veredicto:

Consideramos que este Trabajo de Grado es un aporte significativo a la Historia Cultural de Venezuela, en concreto al apogeo y declive de la industria editorial del país, considerando la escasa investigación existente. Recomendamos su publicación, por el rigor y por dar testimonio de cómo la historia política del país influyó decisivamente en el desarrollo de las editoriales estudiadas.[4]

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Con la caída de la dictadura (1958) de Pérez Jiménez, Venezuela abrió las puertas a la consolidación de su democracia, modelo político liderado en sus inicios por los gobiernos de Rómulo Be­tancourt y Raúl Leoni, y luego la democracia continuó su con­solidación con las alternancias de los gobiernos de los partidos de AD y Copei. Pero estos gobiernos civiles tuvieron su quiebre y despedida pocos años antes de la llegada a la presidencia de la República del militar Hugo Chávez Frías en 1999.[5]

La Venezuela de las últimas cuatro décadas del siglo XX dis­frutó de la eclosión de sus industrias culturales y el sector edi­torial no fue ajeno a ello. Conocimos un nuevo rostro de la edi­ción que surgió en el seno de un Estado que avanzaba hacia su modernización cultural. Con gran riqueza gracias al petróleo, el Estado aglutinó a su alrededor lo mejor de nuestra cultura en las áreas de las artes escénicas, artes plásticas, música, cine, industria editorial.

Esto propició el afianzamiento del Estado en su rol de editor[6] ‒actividad que venía ejerciendo desde los años cuarenta con las publicaciones de la Biblioteca Popular del Ministerio de Educa­ción‒, y lo hizo ‒durante el gobierno (1964-1969) de Raúl Leo­ni‒ con la creación de una compañía anónima de nombre Monte Ávila Editores (1968), marcando un antes y un después de la edi­ción no solo en Venezuela, sino también en Hispanoamérica. Años más tarde, este mismo Estado creó, ‒bajo el primer gobierno (1974-1979) de Carlos Andrés Pérez‒ una biblioteca, con expan­sión continental, a la que puso por nombre Biblioteca Ayacucho (1974), otorgándole el estatus de Fundación de Estado en 1978.

Las aspiraciones editoriales siguieron en aumento y en este primer mandato de Pérez se creó la Fundación para la Cultura y las Artes (Fundarte) en 1975, institución que incluyó, dentro de sus más importantes proyectos, la apertura del Fondo Edito­rial Fundarte (1975). Proliferaron a su vez ‒en los organismos, instituciones y entes estatales‒ un sinnúmero de sellos, fondos editoriales, editoriales de libros escolares, oficinas y departamen­tos de publicaciones de las universidades, las gobernaciones, las alcaldías, las direcciones de Cultura y demás instituciones guber­namentales del país, que por cuestiones de pertinencia no ten­drán lugar en esta investigación, aunque fueron de gran valía y surtieron el mercado del libro. Paralelo a ello, también esa eclo­sión editorial, en menor grado, se dio en el sector privado: en las universidades, fundaciones y empresas privadas venezolanas que hicieron un destacado aporte a este sector, recordemos el mérito y la impronta, por ejemplo, de Ediciones Ekaré (1978), visionaria en el designio de atender la literatura infantil y formar a nuevos lectores.

Nuestro campo editorial ha sido sujeto de cambios, se­gún diversos factores. Entonces, ¿en qué medida el desarrollo de las empresas editoriales en Venezuela evidencia jerarquías, ideologías y estructuras que subyacen bajo las redes culturales del propio Estado?[7] ¿Cuál fue la participación del mismo en la modernización de las empresas editoriales literarias? ¿Cuál fue el destino de estas empresas editoriales, al finalizar el siglo XX? ¿Fueron consumidas por la mundialización de las editoriales o desaparecieron con el quiebre de la democracia? ¿Ha influido en su desgaste la aparición de los soportes multimedias de las nue­vas tecnologías digitales?

La democracia venezolana, durante sus cuarenta años (1958-1998), hizo esfuerzos, entre sus altos y bajos, por insertarse dentro del movimiento cultural y editorial hispanoamericano. Logramos tener visibilidad, expansión, autonomía, florecimiento y también vimos venir el ocaso. El sector editorial no escapó a este destino.

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La publicación de Empresas editoriales venezolanas: apogeo y oca­so (1958-1998). Notas de historia cultural exigió realizar algunos ajustes al texto original del Trabajo de Grado: a) Se eliminaron los antecedentes historiográficos, el marco teórico, la descripción de la metodología. b) El libro se divide en dos extensas partes. c) Las partes están divididas en capítulos y subcapítulos buscando una mayor fluidez de la lectura. Las notas se encuentran al final de cada capítulo. d) Se agregaron algunos párrafos y anexos con el propósito de incorporar nueva información recibida después de la presentación y defensa del Trabajo de Grado de Maestría. El listado de editoriales (1892-2024) que se anexa no es definitivo, es solo un punto de partida para ir agregando las que faltan.

Primera parte: «Estado democrático (1958-1998) y las empresas editoriales literarias». La edición en Venezuela es sui géneris, particular, poco precisa. No hay manera de abordar las editoriales públicas ni privadas sin estudiar el contexto[8] en el cual se desarrollaron y realizaron sus proyectos: Capítulo I. «Los antecedentes (1808-1958)». Un mínimo re­corrido por la historia de la edición que se inicia con la entrada de la imprenta al país (1808) y las numerosas publicaciones que dan cuenta de la dinámica editorial de ese siglo XIX, en el que debutan los primeros impresores españoles y se da la proliferación de im­prentas y tipografías, no solo en Caracas, sino en gran parte de las regiones. Sin embargo, es en el XX cuando se da con mayor efervescencia la práctica editorial propiciada por los aportes lite­rarios y culturales de la tipografía, la Empresa El Cojo y su revista El Cojo Ilustrado (1892-1915)la Editorial Élite de Juan de Guruceaga, las publicaciones del Ministerio de Educación, la Editorial Yo­coima y todos aquellos que libraron batalla en contra de las dictaduras ‒de Juan Vicente Gómez y de Pérez Jiménez‒ al difundir libros educativos, de literatura, de arte y textos clan­destinos que denunciaban las dictaduras. Sumado a esto, men­cionemos a los grupos literarios, y a las iniciativas privadas que surgieron con notable fuerza pública; y no obviemos, el contexto cultural caraqueño que mostraba entusiasmo y gran movilidad por las novedades editoriales. Capítulo II. «Estado empresario y editor. Eclosión editorial (1958-1998)». El Estado democrático que surgió a partir de 1958 instauró, diseñó y creó en los sesenta, setenta y ochenta, bajo la jefatura de sus gobiernos, organismos rectores de la acción cultu­ral (Inciba y Conac) encargados de concertar la modernización del sector en todas sus áreas y disciplinas artísticas, lo que hizo posible una revelación del campo editorial venezolano sin prece­dentes en la historia del país. Capítulo III. «Editoriales independientes y editoriales al­ternativas». Fuera del contexto gubernamental, también se dio la eclosión de las empresas editoriales independientes, es decir, las que no dependían directamente del Estado. Pero resulta que a diferencia de otros países como Argentina y Brasil, la autonomía de las editoriales independientes venezolanas fue relativa, porque en general estas estuvieron subordinadas por las decisiones de las instituciones reguladoras del Sector Libro del Estado. También tu­vieron presencia las llamadas editoriales alternativas, que aunque eran privadas, dependían de los subsidios que el Estado les otorga­ba. Esto se inició en la década de los ochenta, pero fue a principios de los noventa ‒durante el segundo mandato de Carlos Andrés Pérez‒ que se formalizó el otorgamiento de subsidios a estas edi­toriales tanto en la capital como en las regiones. Al igual que en lo gubernamental, en el campo editorial privado surgió un considera­ble número de publicaciones que desbordaron nuevamente el sec­tor. Nuestro empeño está centrado solo en las empresas editoriales literarias, por lo tanto quedan fuera de nuestro alcance, aunque se menciona y se da reconocimiento[9] los depar­tamentos, oficinas, direcciones, sellos y fondos de publicaciones de las universidades privadas (UCAB, Unimet, UMA, USM), de los institutos universitarios y de formación, de las empresas jurídicas, comerciales y financieras, de las Academias Nacionales, de las edi­ciones de las fundaciones privadas y de las ONG, clínicas de salud, compañías de seguros, las franquicias de las editoriales extranjeras, las ediciones artesanales, los emprendimientos editoriales, la auto­publicación o edición digital y la autoedición.

Segunda parte: «La empresa editorial moderna en Vene­zuela (apogeo y ocaso)». Nos aproximamos a dos empresas de alta literatura: El Capítulo IV está centrado en Monte Ávila Editores, en el período que va desde 1968 hasta 1998. Y en el Capítulo V hemos dedicado unos párrafos a la trayectoria editorial de Ekaré. Ambas editoriales con ubicación permanente en Caracas, forma­ron parte de la vida cotidiana de la cultura venezolana. Fueron creadas de manera consciente, con objetivos claros desde sus inicios, con propósito y un modelo de trabajo y de negocio que las diferenciaba una de la otra. Se reflexiona sobre sus prácticas, sus dinámicas cotidianas y sus interacciones con los hechos y los acontecimientos que fortalecieron (apogeo) o debilitaron su pro­ducción y desarrollo (ocaso) y pusieron en riesgo su estabilidad. Se trata de notas que abren caminos para las próximas investiga­ciones que se hagan sobre cada caso.

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Empresas editoriales venezolanas: apogeo y ocaso (1958-1998). No­tas de historia cultural está dirigido a los futuros investigadores de la cultura impresa, a los protagonistas de esta historia que in­tentamos narrar (autores, directores editoriales, coordinadores, correctores, diseñadores), a los académicos, profesores y estu­diantes universitarios y al público lector, ansiosos por conocer y comprender las transformaciones que ha experimentado el cam­po editorial dentro de la cultura del país. Sabemos que nos esta­mos metiendo en un terreno movedizo, casi inédito dentro de la historiografía venezolana. Para su desarrollo nos apoyamos en la metodología de Pedro Grases y en la propia de la nueva histo­ria cultural y de las historias alternativas. Los historiadores Peter Burke, Roger Chartier y Robert Darnton han intentado esbozar un corpus teórico y metodológico de las historias alternativas y nos ponen al tanto del giro cultural (Cultural Turn).[10]

Celebramos con gratitud el incondicional apoyo de los au­tores, editores, impresores, diseñadores y testigos de la época, sin sus testimonios y el acceso a sus archivos y documentos era casi imposible obtener tanta información. En este sentido, dis­tinguimos que hay una escasez de información y de registros de la actividad editorial venezolana, ya sea por falta de recursos del sector privado, por un descuido del Estado ante el sector, o por las mismas empresas editoriales, las cuales han extraviado, por diferentes circunstancias, sus documentos legales y archivos.

Los invito a acompañarnos en este recorrido, recordando las palabras de la historiadora norteamericana Natalie Zemon Da­vis: «Quiero ser una historiadora de la esperanza, porque el revelar lo posible del pasado nos lleva a pensar en lo posible para el presente y el futuro».

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Notas

[1] Elisabeth L., Eisenstein. La revolución de la imprenta en la Edad Moderna europea. Madrid, Akal,1994.

[2] Roberto Calasso. La marca del editor. Barcelona (España), Anagrama, 2013.

[3] Janine y Greg Brémond, Henri-Jean Martin, Guglielmo Cavallo, Frédéric Barbier, Agustín Millares Carlo, Jesús A. Martínez, José Martínez de Souza, Jorge Herralde, Fernando Larraz, Fernando Rodríguez Díaz, Gabriel Zaid, Fernando Escalante Gonzalbo, Juan Luis de Diego, Gregorio Weinberg, Alberto Manguel, Hernán Vanoli, Bernardo Subercaseaux, José Toribio Medina Zavala, Alberto Amengual, Alejandra Torres Torres, Blas Bruni Celli, Ángel Raúl Villasana, Pedro Grases, José Agustín Catalá, Yolanda Segnini, Rafael Arráiz Lucca, Servando García Ponce, Alexis Márquez Rodríguez, Tomás Straka, Alfredo Armas Alfonzo, Carmen Verde Arocha, Mirla Alcibíades, entre otros.

[4] «Acta de Evaluación de Presentación y Defensa de Trabajo de Grado de Maestría. Caracas, a los 03 días del mes de octubre de 2023. Formularon y firmaron el veredictor: Doctor Rafael Arráiz Lucca (Tutor), Doctor Tomás Straka (Jurado), Magister Ricardo Tavares Lourenço».

[5] Diego Bautista Urbaneja (Coordinador). Desarmando el modelo. Las transformaciones del sistema político venezolano desde 1999. Caracas: Abediciones UCAB, 2016.

[6] Rafael Arráiz Lucca. «Imprentas y editoriales en Venezuela en el siglo XX: mínima crónica del furor por los libros», en Juan Gustavo Cobo Borda (ed.). Historia de las empresas editoriales de América LatinaSiglo XX. Bogotá, Cerlac, 2000.

[7] Pensando junto con Bourdieu: «Una revolución conservadora en la edi­ción», en Intelectuales, política y poder. Buenos Aires, Eudeba, 1999.

[8] Aurell Jaume, Catalina Balmaceda, Peter Burke, Felipe Soza. Comprender el pasado. Historia de la escritura y el pensamiento histórico. Madrid, Akal, 2013.

[9] Esto quedará para publicaciones futuras.

[10] «Las instituciones, las culturas serán estudiadas “a la luz de un tiempo y un espacio determinado”, pues no existen culturas o instituciones descon­textualizadas, ahistóricas o atemporales. El texto, las imágenes y los gestos deben estar situados en su contexto». Aurell Jaume, Catalina Balmaceda, Peter Burke, Felipe Soza. Comprender el pasado. Historia de la escritura y el pensamiento histórico. Madrid, Akal, 2013. En este libro se hace una investigación detallada sobre la historia cultural y las historias alternativas.

 

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