Oraciones y recreaciones piadosas | Despertar la infancia del alma | | | Puesta en situación | En el verano de 1896, Teresa compuso cuatro oraciones breves sobre una imagen para su breviario, que representaban al Niño Jesús y la Santa Faz. «Yo soy el Jesús de Teresa», dice el Niño Jesús, levantando un dedo al cielo. | | | Teresa me escribe | «Todo lo que pidáis a mi Padre en mi nombre, os lo dará.... Padre eterno, tu único Hijo, el dulce Niño Jesús, es mío porque tú me lo has dado. Te ofrezco los méritos infinitos de su divina Infancia y te pido en su Nombre que llaméis a los gozos del Cielo a innumerables falanges de hijitos que seguirán eternamente al Divino Cordero». | Pri 13 (Oración 13) | | | Comprendo | ¡Gracia de gracias! Los méritos infinitos de la infancia divina se nos darán también a nosotros, en Nochebuena, ¡como un nuevo amanecer para nuestras almas! Es un tesoro infinito, porque el Niño Jesús de Teresa nos lo recuerda señalando al cielo: es nuestra infancia la que lleva nuestra vida espiritual. En palabras de la doctora María Montessori: «La infancia no es sólo un paso necesario hacia la edad adulta; el niño y el adulto son dos caras distintas de la humanidad que deben interpretarse y actuar en armonía, ayudándose mutuamente». ¿Qué podemos interpretar los adultos en el niño como modelo de vida con el Señor? Como madres, educadoras y catequistas, somos testigos de una complicidad entre Dios y el niño que nos precede y nos supera. Vemos que el niño, siguiendo al Cordero divino, ya puede saborear la alegría del cielo. «La experiencia religiosa responde a un hambre profunda del niño; es ante todo una experiencia de amor, y el amor es esencial para la vida humana». En este tiempo de Adviento que está a punto de comenzar, Teresa nos invita a renacer a lo esencial. Pero el camino del renacimiento es arduo. Los niños pequeños nos ayudan en el camino. Hoy, la infancia cuestiona con fuerza nuestras certezas de adultos. Ya no es el esbozo de lo que habríamos llegado a ser. Está viva y coleando. Exige nuestra lealtad. Es la memoria de una llamada evangélica que hay que despertar. | | | Rezo y actúo | Formemos parte de la innumerable falange de niños que seguirán eternamente al Cordero divino. Atrevámonos a decir con el salmista: «Dichosos aquellos cuya fuerza es su infancia; van de fuerza en fuerza» (Sal 83). |
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