Maduro, el mal hijo
Los resultados de las elecciones del 14 de abril fueron contundentes. El presidente Chávez murió el 5 de marzo y los actos del sepelio se prolongaron hasta el 19 de marzo, luego vino Semana Santa y todos esperaban que Maduro, encumbrado en el sentimiento de la muerte de Hugo Chávez, se presentara a las elecciones no como Maduro, sino como el hijo de Chávez. En los comicios del 7 de octubre, Chávez obtuvo 8.191.132 votos, 55,0% de quienes sufragaron, y Capriles recibió 6.591.603, es decir, 44,30% de los votos.
Maduro arrancó galopando la carrera electoral y llegó boqueando. Al primero de abril las encuestas le daban 18 puntos de ventaja sobre Capriles. Maduró, en 14 días, dilapidó ese ventaja y todo el capital político que le entregó el presidente Chávez. En 14 días perdió más de 720 mil votos y no solamente eso, sino que las mediciones que se han realizado posteriormente ante el evento, probable o improbable de una repetición de las elecciones, su votación es cercana a 40,0%.
Es decir, sigue en caída libre. No es cualquier cosa perder más de 720 mil votos en tan corto tiempo. Tómese en cuenta ese dato. En diciembre de 2006, el presidente Chávez fue votado por 7.309.080 personas, lo cual representó 63,0% de los votos. Maduro en 2013 obtuvo apenas 266 mil votos más que Chávez seis años después. En ese lapso, el padrón electoral aumentó en 3.214.00 personas. Ello quiere decir que el Gobierno no ha captado nuevos votantes y su caudal declina sostenidamente. Si el Gobierno no revisa esos datos y se cierra a ver la realidad y responde con sus acostumbradas frases de fascismo, imperialismo, entre otros lugares comunes, va a seguir bajando la votación.
Lo peor de la caída de Maduro es que utilizó sin pudor los recursos del Estado, la presión sobre los empleados públicos y el abuso de los medios de comunicación del Estado y sin embargo no pudo. ¿Qué paso entonces? Que Maduro no es Chávez. Que no tiene liderazgo. Que es un hombre sin ideas. Que lo que hace es repetir como loro lugares comunes: "burguesía apátrida", "traidores", y eso no basta para ganar unas elecciones.
Ahora, mientras Maduro se radicalice más tratando de neutralizar a Diosdado, más apoyo pierde. Mientras más persiga a los empleados públicos, con tácticas claramente fascistas, menos respaldo tendrá. El gran problema es que Maduro no es Maduro, sino la sombra de Chávez.
Fuente:José Guerra.Últimas Noticias, 23-4-2013.
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