DON LINO GUTIÉRREZ FORMÓ MUCHAS GENERACIONES
MUSICALES
-Atribuía su longevidad a la avena que ingería diariamente
-No tomaba ninguna bebida
alcohólica

Murió
en Porlamar, la misma ciudad que le viera nacer el 26 de octubre de 1876 y
donde vivió toda su vida. Casado con Estanislá Vásquez en primeras nupcias, de
ese matrimonio nacieron Cosme, Estilita, Rosalina y Rosa. Sólo Cosme siguió el
mismo camino musical del padre. De su segundo casamiento con Ana María Fermín
no tuvo ningún descendiente.
Estaba
totalmente convencido de que su Iongevidad se debía a la avena, base de su
alimentación en el desayuno y en la cena. Al menos eso nos confió cuando lo
entrevistamos en 1976, fecha en que se
le rindió un homenaje en el Complejo Cultural “Rómulo Gallegos” y de la emisión
del Decreto del gobernador Virgilio Ávila Vivas asignándole su nombre a la
Escuela Taller de Artesanía y Cerámica de Margarita, entonces en construcción,
pero que al concluirse en 1979 fue destinada como despacho de la Dirección de
Cultura. En esa misma oportunidad nos reveló la gran afición que tenía por la
música clásica. Fue no obstante creador de numerosas composiciones populares
que enriquecieron el acervo musical venezolano, siendo “Ondas“ la más conocida.
De -su extenso repertorio son también “Locura
de amor”, “Teresita”, “Ojos claros” y “Stingare”.
Durante
muchos años ejerció la docencia en la Escuela de Música “Inocente Carreño’
correspondiéndole la formación de las nuevas generaciones musicales
margariteñas a las que inculcó una severa disciplina artística.
Creó la
Banda “Luisa Cáceres de Arismendi’‘, que sirvió de escuela práctica a músicos hoy
famosos, como el maestro inocente Carreño y Dámaso Pascual García, y fue
durante un largo período director de la Banda Oficial del Estado “Francisco
Esteban Gómez”
Trabajó
hasta que su avanzada edad se lo impidió, pues tercamente se oponía a recibir
la modesta jubilación a que tenía derecho legalmente, aduciendo que todavía
estaba en capacidad de prestarle servicios a la patria. Por lo demás, su falta
de apego al dinero y su permanente afán de servirle a la juventud, le
impidieron recibir remuneración por las
clases extraordinarias que dictaba en el
hogar a las personas, generalmente jóvenes alumnos que recurrían a él en busca
del consejo oportuno, de la aclaratoria didáctica necesaria o simplemente por
el deseo de aprender.
No era
aficionado a las bebidas alcohólicas, cosa extraña en un músico, y tenía como
norma acostarse diariamente a las 8 de la noche. Pero eso si, a las cinco de la
mañana ya estaba en pie. Todos sus recursos -libros, fotografías, partituras,
etc.- solía colocarlos en el escritorio
que utilizó siempre para trabajar en la humilde vivienda que le servía de residencia.
(Rodulfo
González. El Faro de Margarita, Porlamar, 19 de diciembre de 1984. Fotografía:
Lorimer Rojas)
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