Para aquellos de nosotros que hemos sido sometidos a duras pruebas, el Inmaculado Corazón de María quiere maternalmente recordarnos: "Dios enjugará toda lágrima de vuestros ojos, no habrá más muerte; ni llanto, ni penas, ni clamor, porque el antiguo mundo ya llegó a su final "(...).
No estamos esperando un paraíso ilusorio, un mundo feliz, ni el superhombre que el progreso de la ciencia pretende inmortalizar. La verdadera novedad vendrá en la plenitud de los tiempos, con la Encarnación del Verbo. Benedicto XVI ha dicho que el salto más grande en la historia de la humanidad se llevó a cabo con la Resurrección de Jesús. Con el bautismo participamos en la vida eterna de Jesús Resucitado.
La plenitud de los tiempos comienza con el amanecer que es la Inmaculada concepción de la Virgen María. La naturaleza humana recibida por la Virgen María, desde el primer día de su concepción, que no fue marcada por las consecuencias de la naturaleza del pecado original, sino totalmente animada por la gracia divina y el Espíritu Santo. El Hijo de Dios asumió esta naturaleza en el seno de la Virgen María el día de su Encarnación. Todos los que han renacido del agua y del Espíritu por medio del bautismo participan de esta nueva creación.
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