¡Buenos días, Eladio!
Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las no atendidas, decía Santa Teresa de Jesús. En Venezuela, ya es oficialque la Mesa de Unidad Democrática cuenta con la supermayoría de 112 escaños –dos tercios de la Asamblea Nacional– que le permite revocar al presidente Nicolás Maduro y abrir un proceso constituyente. Los demócratas querían plenos poderes para restañar una nación herida tras 17 años de caudillismo y llevarla por la senda de las libertades. El pueblo se los ha concedido en las elecciones legislativas del pasado domingo. Otro llanto y un diferente rechinar de dientes empiezan ahora.
La cohabitación del chavismo en el Gobierno y la oposición democrática en la Asamblea puede dividir aún más el país, a juzgar por la incendiaria retórica de Maduro y las primeras decisiones del régimen tras su inapelable derrota electoral. Ladestitución del gobierno en pleno, el nombramiento de doce nuevos magistradosafines al chavismo en el Tribunal Supremo, o la amenaza de Maduro con extremar la violencia revolucionaria en las calles sugieren que la caída del chavismo, la reconciliación, la restauración de los derechos humanos y de la seguridad costarán aún muchas lágrimas en Venezuela.
Las Fuerzas Armadas pueden jugar un papel decisivo a favor de una transición pacífica. Su intervención durante la jornada electoral, impidiendo que el régimen prolongase la apertura de los colegios para movilizar a los suyos, o garantizando la limpieza del escrutinio, indica que los mandos militares puede que hayan empezado a asumir el fin del chavismo.
Otro signo que podría facilitar la transición es la fractura en el seno del régimen, básicamente, una disputa por el botín entre clanes corruptos que han saqueado el país y lo han convertido en un hub del narcotráfico mundial.
La nueva mayoría democrática tiene emergencias formidables en el camino de la reconstrucción: una economía en quiebra, con una inflación desbocada y supermercados vacíos de bienes de primera necesidad; la violencia que ha hecho de Venezuela uno de los países más inseguros del mundo; una administración de Justicia corrupta y obediente al régimen.
Entre todas las prioridades, la más urgente es, sin duda, poner en libertad a los 80 presos de conciencia encarcelados por el chavismo, entre otros, Leopoldo López, el alcalde de Caracas Antonio Ledezma o el exgobernador Manuel Rosales. Por eso, sorprende tanto la diferencia de acentos y de apremios entre los líderes de la heterogénea MUD, en sus primeras declaraciones públicas tras ganar las elecciones del domingo. Para Lilian Tintori, María Corina Machado y Mitzy Capriles de Ledezma, las tres heroínas de la libertad en Venezuela, está claro que la prioridad inaplazable es sacar de la cárcela las víctimas del chavismo. ¿Y para Henrique Carpiles, gobernador de Miranda y candidato presidencialista? No lo parece, a juzgar por esta entrevista en el diario El País y por este otro testimonio en El Universal.
Ojalá que la unidad de la oposición, un bien sagrado, no se malogre, y con ella, la esperanza de los venezolanos en un futuro en paz y libertad. Lágrimas por el éxito, solo las justas.–V. Gago
[Con información de El Universal, El Nacional, Actuall, El País y La Patilla]
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