Los vientos que soplan
DANIEL ASUAJE | EL UNIVERSAL
miércoles 23 de diciembre de 2015 12:00 AM
Son de vendaval los tiempos que soplan. Los efectos del 6D aún están por verse. Lo que hasta ahora hemos visto son las repercusiones iniciales producto del primer impacto del tsunami electoral, pero las consecuencias del cambio del cuadro de poder están aún por producirse. El estupor fue la primera reacción en el oficialismo, la oposición y en la población en general. Dentro del chavismo no se admitía la posibilidad de un revés, menos de esa magnitud. Por definición las bases populares estaban con el chavismo y no votarían de otra manera. Para ellos era inconcebible que las barriadas y los estados chavistas no volvieran a apoyarlos. La realidad fue otra: las bases y cuadros chavistas no respondieron como su dirigencia esperaba. Esta negación persiste en buena parte del oficialismo, mientras que otra acepta su ocurrencia y trata de asimilarla. Según sea la óptica predominante, serán las reacciones que veremos. Como resulta imposible en tan breve espacio presentar todas las posibilidades, nos limitaremos a las más espinosas. No necesariamente, las más probables, pero sí las más temibles.
En parte del chavismo, la negación cognitiva se corresponde con intentos de impedir la materialización institucional del triunfo opositor. Voces afirman la ocurrencia de fraude, de compra de votos, de turbios manejos que torcieron la "verdadera" voluntad popular. Desde esta orilla las acciones en curso son tres. La primera es impugnación de los resultados.
Las otras dos son parte también de las acciones que podrían emprender quienes sí acepten la ocurrencia de los resultados pero al igual que los negadores buscarán impedir la pérdida de la hegemonía del chavismo y el traslado de parte del eje del poder hacia la oposición. Entonces el énfasis podría ser tratar de imponer el Parlamento Comunal y sabotear el funcionamiento de la nueva AN. Cualquiera de las tres reacciones nos llevaría en lo inmediato a una situación de tensiones políticas, posibles perturbaciones sociales y significaría la peor situación para enfrentar el huracán económico que ya se nos viene encima. Su peor posible consecuencia es una fractura del orden institucional.
Que una u otra óptica se imponga depende en mucho del clima sicológico que los embargue. En primer lugar depende del temor en el chavismo al riego a ser víctimas judiciales. En la medida en que todos ellos crean ser señalados por venganza, en esa misma medida menores serán las posibilidades de que la política sustituya las tendencias a confrontar. La cancelación de la vía política puede también ser el resultado de radicales políticos quienes asumen que dialogar es entreguismo, que la política es guerra. Para los no guerreristas la política es negociación y entendimiento.
Desde la oposición voces tranquilizadoras se han manifestado. Tanto Chúo Torrealba como Julio Borges y otros, han dado señales de la disposición de la oposición a no forzar salidas abruptas institucionales a cambio de dejarlos legislar, que sus prioridad es lo económico, no el tema político. Los talibanes opositores por ahora están aquietados, del lado opositor son los políticos, no los guerreristas los que comandan la acción. Queda ver cómo cambia el cuadro ante una eventual salida de L. López al ruedo mediante una amnistía. Del lado oficialista el cuadro es opaco y las palabras de D. Cabello afirmando que Chávez era quien atajaba las loqueras de los chavistas no dejan de resonar en el ambiente.
El examen del cuadro actual de correlación de fuerzas sugiere que ante la pérdida del capital político electoral y del favor de la opinión pública internacional, ante una Pdvsa al borde de la quiebra y con los precios del petróleo con tendencia a la baja, con la salida de escena de C. Kirchner, el tambaleo de Rousseff, la pérdida del aliado que eran las FARC por su abandono de las armas y el ahora tibio respaldo cubano, sugieren que lo racional es negociar, es hacer política. Pero si el temor cerval a sanciones indiscriminadas internacionales y nacionales por tribunales amañados, si se piensa que las palabras de Torrealba y Borges es un engaño para ganar tiempo, si la percepción es que el mundo se les viene encima, el miedo y la ideología sustituirán al entendimiento. Es imperativo, entonces, que desde la oposición se tiendan puentes con los chavistas no guerreristas y se apacigüe el espanto. Ahora es cuando bienvenida sería la intervención de la Iglesia y otras instancias mediadoras. Gadafi, Hitler, Mussolini, entre otros, prefirieron hundirse por una mezcla de sobreestimación de sus capacidades, temores a la venganza y, quizá, por el deseo de infringir daño al derrumbarse. Las consideraciones sicológicas y no solo las económicas y jurídicas, deben ser parte esencial del análisis político porque si bien el miedo es libre, la esperanza y la confianza pueden hacer literalmente milagros.
@signosysenales
dh.asuaje@gmail.com
En parte del chavismo, la negación cognitiva se corresponde con intentos de impedir la materialización institucional del triunfo opositor. Voces afirman la ocurrencia de fraude, de compra de votos, de turbios manejos que torcieron la "verdadera" voluntad popular. Desde esta orilla las acciones en curso son tres. La primera es impugnación de los resultados.
Las otras dos son parte también de las acciones que podrían emprender quienes sí acepten la ocurrencia de los resultados pero al igual que los negadores buscarán impedir la pérdida de la hegemonía del chavismo y el traslado de parte del eje del poder hacia la oposición. Entonces el énfasis podría ser tratar de imponer el Parlamento Comunal y sabotear el funcionamiento de la nueva AN. Cualquiera de las tres reacciones nos llevaría en lo inmediato a una situación de tensiones políticas, posibles perturbaciones sociales y significaría la peor situación para enfrentar el huracán económico que ya se nos viene encima. Su peor posible consecuencia es una fractura del orden institucional.
Que una u otra óptica se imponga depende en mucho del clima sicológico que los embargue. En primer lugar depende del temor en el chavismo al riego a ser víctimas judiciales. En la medida en que todos ellos crean ser señalados por venganza, en esa misma medida menores serán las posibilidades de que la política sustituya las tendencias a confrontar. La cancelación de la vía política puede también ser el resultado de radicales políticos quienes asumen que dialogar es entreguismo, que la política es guerra. Para los no guerreristas la política es negociación y entendimiento.
Desde la oposición voces tranquilizadoras se han manifestado. Tanto Chúo Torrealba como Julio Borges y otros, han dado señales de la disposición de la oposición a no forzar salidas abruptas institucionales a cambio de dejarlos legislar, que sus prioridad es lo económico, no el tema político. Los talibanes opositores por ahora están aquietados, del lado opositor son los políticos, no los guerreristas los que comandan la acción. Queda ver cómo cambia el cuadro ante una eventual salida de L. López al ruedo mediante una amnistía. Del lado oficialista el cuadro es opaco y las palabras de D. Cabello afirmando que Chávez era quien atajaba las loqueras de los chavistas no dejan de resonar en el ambiente.
El examen del cuadro actual de correlación de fuerzas sugiere que ante la pérdida del capital político electoral y del favor de la opinión pública internacional, ante una Pdvsa al borde de la quiebra y con los precios del petróleo con tendencia a la baja, con la salida de escena de C. Kirchner, el tambaleo de Rousseff, la pérdida del aliado que eran las FARC por su abandono de las armas y el ahora tibio respaldo cubano, sugieren que lo racional es negociar, es hacer política. Pero si el temor cerval a sanciones indiscriminadas internacionales y nacionales por tribunales amañados, si se piensa que las palabras de Torrealba y Borges es un engaño para ganar tiempo, si la percepción es que el mundo se les viene encima, el miedo y la ideología sustituirán al entendimiento. Es imperativo, entonces, que desde la oposición se tiendan puentes con los chavistas no guerreristas y se apacigüe el espanto. Ahora es cuando bienvenida sería la intervención de la Iglesia y otras instancias mediadoras. Gadafi, Hitler, Mussolini, entre otros, prefirieron hundirse por una mezcla de sobreestimación de sus capacidades, temores a la venganza y, quizá, por el deseo de infringir daño al derrumbarse. Las consideraciones sicológicas y no solo las económicas y jurídicas, deben ser parte esencial del análisis político porque si bien el miedo es libre, la esperanza y la confianza pueden hacer literalmente milagros.
@signosysenales
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