Después que la Virgen María se le apareció en un cerro, cerca de la ciudad de México, en diciembre de 1531, Juan Diego fue a recoger rosas de Castilla en lo alto del cerro llevándolas en su tilma al obispo.
Cuando abrió su tilma, “en ese momento apareció pintada la preciosa imagen de la Perfecta Virgen Santa María (de tamaño natural) Madre de Téotl – Dios, exactamente tal como se nos presenta actualmente”.
“La ciudad entera se puso en camino; venían a contemplarla, a admirar la maravillosa imagen como una cosa divina, venían a rezar admirándose enormemente de este gran milagro divino, ya que ningún hombre de este mundo, absolutamente ninguno hubiese podido pintar su noble y preciosa Imagen” cuenta el Nican Mopohua (la historia de las apariciones en lengua náhuatl):
Nos sorprenden todos los signos que descubrimos 500 años después. Cuanto más contemplamos el rostro de la Virgen, más nos conmueve la dulzura que emana de ella. Ella luce tan tierna, tan amorosa, tan humana.
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