San Josemaría comenta así la escena de la mujer del pueblo que hizo el elogio que de la madre Jesús, y la respuesta esclarecedora de Jesús “¡Dichosos más bien quienes escuchan la Palabra Dios dice, y la pone en práctica!” (Lucas 11, 27-28).
Esta frase, escribe, “era una elogio para su Madre, de su fiat, que se manifestó no por acciones visibles, sino por un sacrificio cotidiano, silencioso y oculto” Y agrega: “Comprendemos un poco mejor la lógica de Dios, no es la realización de actos de envergadura lo que da el valor sobrenatural a nuestra vida, sino la aceptación fiel de la voluntad divina y la generosidad en el sacrificio de cada día” (…)
En una sociedad como la nuestra, dominada por los tentáculos del consumismo y del placer, se pierde la capacidad de saborear las pequeñas alegrías. Cada vez menos las personas experimentan lo que decía San Agustín: “Cuando hay amor, o el sacrificio no cuesta, o amamos el sacrificio que cuesta” (…).
María nos enseña la maravilla de la alegría en las pequeñas cosas de la vida diaria, de las que están al alcance de todos, pero que nuestra vida agitada las hace invisibles (…). Son los tesoros que el ritmo frenético de la vida actual nos quiere robar y que debemos recuperar.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario