¿Qué hacer?
Los del gobierno son tan arrogantes y están tan ideológicamente alienados que no pueden entender que el modelo económico y político impuesto por Chávez al país ha fracasado. No pueden hacer un cambio profundo en el sistema heredado porque tal acción los llevaría a la adopción del sistema democrático liberal que tanto odian y que han vilipendiado toda la vida. Están presos en las redes del credo revolucionario de filiación castrista. El sistema liberal es parte sustancial de la cultura occidental y ha sido el más exitoso en la historia de la humanidad. Por eso se ha expandido a escala mundial. El socialismo marxista que lo antagonizó y amenazó fuertemente el siglo pasado es ahora una alternativa fallida que subsiste con dificultad en una mínima parte del globo terráqueo. El capitalismo demostró que tenía la capacidad de adaptarse a los nuevos tiempos y asumir los postulados socialistas con más éxito que el marxismo (Suecia, Dinamarca, Holanda, Bélgica, Canadá, etc.). El chavismo no piensa en estas cosas y sigue su camino por la ruta trazada por su guía inmortal sin ver que ese camino nos lleva al despeñadero.
¿Qué hacer? ¿Dejar que los acontecimientos sigan su curso para que con el desbarrancamiento chavista salgamos del gobierno de una vez por todas? Esa sería la opción más fácil porque no demanda ningún esfuerzo y solo pide que las cosas sigan como van. Pero sería también la decisión más peligrosa porque la caída catastrófica del chavismo arrastraría a todo el país hacia el abismo. Sería la solución bíblica de Sansón y los filisteos.
La solución alternativa es salir de este régimen de forma pacífica, democrática y constitucional y sustituirlo por un gobierno de salvación nacional que tenga el apoyo de todos los sectores del país, que disponga de un plan de rescate económico e institucional bien definido y factible y que esté encabezado por un equipo de primera calidad y competencia. Un gobierno capaz de obtener el apoyo de los organismos internacionales de ayuda financiera y de las inversiones foráneas que serán indispensables para reconstruir el país. La gran pregunta es cómo lograr ese propósito.
Hay algunas ideas rodando por allí: a) el referéndum revocatorio del mandato presidencial, b) la Asamblea Nacional Constituyente y c) la enmienda constitucional para reducir el término del período presidencial. Y una más, planteada por aquellos que piensan que siendo los militares quienes nos metieron en este lío deben ser ellos los que nos saquen del mismo. Esta salida supone el uso de la fuerza y por lo tanto debe ser descartada.
Quedan las otras tres que deben ser evaluadas cuidadosamente. La que parece más fácil a simple vista es la enmienda constitucional porque puede ser accionada por la Asamblea Nacional con simple mayoría de sus miembros, pero tiene un problema de interpretación jurídica para su aplicación inmediata que es el principio de la no retroactividad de las leyes. Existen argumentos e incluso antecedentes que supuestamente pueden allanar el camino, pero el gobierno utilizaría su comodín (el TSJ) para bloquear la iniciativa e iniciar un proceso contencioso en su contra. Ello nos podría llevar a un conflicto largo e improductivo con el Ejecutivo que le permitiera a este ganar tiempo y distraer a la opinión pública con un discurso interminable.
De los otros dos (el referéndum y la Asamblea Constituyente) el primero parece ser más factible que el segundo porque sus basamentos constitucionales, aunque engorrosos, están claramente establecidos y porque, de las dos, sería la más comprensible para el pueblo venezolano que en definitiva será quien decida la cuestión con su asistencia masiva y con su voto. Para ello la Asamblea Nacional tendría que aprobar primero la Ley Orgánica de Participación Ciudadana, archivada por los chavistas, para evitar que el CNE aplique las mismas normas supletorias que utilizó anteriormente para retardar y dificultar el referéndum contra Chávez. La Asamblea Constituyente es necesaria para remozar la carta magna, reducir el presidencialismo y el centralismo y garantizar la alternabilidad democrática, pero esa tarea puede hacerse posteriormente, cuando hayamos superado la emergencia y la crisis existencial que nos agobia.
A la Asamblea Nacional y a los partidos de la Unidad corresponde hacer la mejor selección entre estas alternativas en los próximos meses.
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