Algunos cristianos sienten escrúpulo de orar a la Virgen María y no se atreven a creer que Ella pueda interceder por nosotros. Como las Sagradas Escrituras son el mejor medio de ayudarles, recurrimos, entonces a las Escrituras.
Recordamos, según la Biblia, la historia de Jacob y Esaú. Esaú había vendido su derecho de progenitura por un plato de lentejas. Cuando Isaac llegó a viejo, Rebeca quiso obtener para Jacob la bendición paterna. Isaac se había vuelto ciego. Rebeca vistió a su hijo Jacob con los vestidos de su hermano Esaú y así obtuvo la bendición de Isaac para Jacob. Rebeca es la figura de la Virgen María.
La Virgen María que nos ama a cada uno como Rebeca amaba a Jacob, nos reviste con los vestidos de su hijo mayor, Jesucristo. La Virgen Maria no es la fuente de la gracia de Dios, pero su corazón todo pureza, arde del fuego del amor de Dios. Unida al corazón de Cristo, Ella desea nuestra salvación y suplica a su Hijo que nos revista del “manto de la salvación», de la Gracia de Dios. Por eso como San Juan, nosotros podemos alojar a María en nuestra casa, en nuestros corazones, ella será para nosotros una madre incluso mejor que como lo fue Rebeca para Jacob.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario