Recuperar la libertad
Un elemento clave para comprender la raíz de nuestra tragedia de nación es la progresiva supresión de la libertad en todas sus variantes. Como todo proyecto autoritario, el socialismo del siglo XXI, se lanzó desde sus inicios, contra este valor esencial de la vida democrática, y de las sociedades post modernas. No se trata de confundir el libertinaje con la libertad. Hemos asistido a una sistemática reducción de nuestras libertades. La supresión gradual de las mismas comienza con una política de hostigamiento y cerco institucional y económico a los partidos políticos democráticos. Reducir a su mínima expresión a los partidos de la oposición, descalificarlos de toda forma, constituye el primer paso de todo sistema autoritario para garantizarse un desenvolvimiento político sin una oposición organizada que canalice las críticas de la sociedad a la gestión del gobierno. Surgen los llamados “círculos bolivarianos”, suerte de grupos de choque estructurados con activistas y funcionarios públicos que son lanzados en escenarios públicos donde actores políticos disidentes hacen presencia. Dichos círculos cumplen una misión de descalificación y hostigamiento para aislar al liderazgo alternativo. Esta estrategia en el fondo constituyó y constituye una afectación de la libertad a la participación política.
Reducidos los partidos, el hostigamiento se dirige a gremios, sindicatos y medios de comunicación social. A través de acciones netamente políticas, como la creación de gremios gobierneros; a través de leyes y actos normativos, el régimen castro-chavista fue reduciendo dos libertades fundamentales en toda democracia: la libertad sindical y de agremiación o asociación, y la libertad de expresión.
Luego fue produciendo un proceso de militarización de la sociedad, mediante el cual el componente militar fue tomando no solo el aparato administrativo del gobierno, sino que fue copando los escenarios públicos de la sociedad. El incremento brutal en estos años de los llamados “puntos de control”, o “alcabalas” ha terminado representando una reducción significativa de la libertad de tránsito, que la Constitución dice se le debe garantizar a todos los ciudadanos. Dicha libertad ha llegado a ser suprimida de manera total para los ciudadanos que desean salir de nuestro territorio por la vía terrestre, ya que de facto se ha consagrado un cierre y una militarización de nuestras fronteras terrestres que hacen inexistente este fundamental derecho de tránsito, y de entrada y salida del país, cuando cada persona lo estime conveniente.
Pero donde la libertad ha sido más reducida, hasta prácticamente hacerla una caricatura, es en el derecho universalmente reconocido a todo ciudadano o persona, de dedicarse libremente a la actividad económica de su preferencia, sin más limitación que las universalmente aceptadas respecto de lo que se considera delito en el mundo del derecho comparado.
La libertad económica casi está desaparecida en nuestro país. La propiedad privada ha sido sistemática vulnerada. La confiscación en la mayoría de los casos, y las expropiaciones injustificadas, se convirtieron en estos tres últimos lustros de socialismo bolivariano en un eje fundamental de la política económica. A ello se suma la más brutal telaraña de normas contentivas de regulaciones, permisos, prohibiciones y controles que han terminado por burocratizar hasta el infinito la actividad económica de nuestro país. No hay, después de Cuba, país en toda América Latina con mayores regulaciones y controles para producir, fabricar y comerciar que Venezuela. Trabajar en nuestro país es casi un delito. Dedicarse a cualquier actividad productiva constituye un riesgo de perder capital y trabajo. Entre la permisología, las multas, las extorsiones y los riesgos de expropiación o cierre de los establecimientos se gastan una energía y un tiempo que bien podría emplear el promotor en otra parte del continente con mayor éxito y respaldo del Estado. Ello explica en parte la escasez y el desempleo y subempleo que padece el pueblo venezolano.
La falta de libertad está en el eje transversal de la crisis venezolana. La libertad solo existe en una democracia. Su precaria existencia, o su ausencia total en muchos casos, demuestran que en Venezuela la democracia no existe.
El gran desafío de todos los venezolano auténticamente demócratas es rechazar el modelo autoritario que dirige la nación, y sumar su esfuerzo en la tarea de impulsar su finalización, ejerciendo toda la presión social para garantizar que se pueda acudir a las urnas de votación, de modo que nuestro pueblo exprese a través del voto, su voluntad de cambiar la democracia, o mantener el actual sistema autoritario del siglo XXI.
Recuperar la libertad, debe ser el norte de todo venezolano de bien.
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