Venezuela puede
Soy de los que imaginaba que nunca la oposición se levantaría de la mesa de diálogo sin obtener como mínimo la fecha para la elección de gobernadores.
No perderemos tiempo en las sandeces de Maduro, analizando las bufonadas del triste aquelarre del cual fue escenario la sede del Tribunal Supremo de Justicia el pasado domingo. Cinco horas y media que transcurrieron entre fantasías como llevar a 4 % el desempleo y desbordes demenciales como anunciar que levantará en armas al continente si llegaran a perder el poder. Nunca tantas estupideces, tantas salidas ridículas, tantas palabras dichas sin ton ni son fueron aplaudidas a rabiar por el grupo de los cómplices que de facto se ha adueñado del país, creyendo que pueden engañar a Venezuela con sus fábulas, sus delirios, sus farsas y sus imposturas.
Nuestro objetivo para estos primeros días del año es arrancarle a la cúpula golpista una fecha electoral. Como un rompehielo que enfila su ariete afilado contra un iceberg, a toda máquina la capacidad de movilización de la oposición, su presencia en la calle debe ser puesta en función del rescate del derecho a votar, a elegir nuestras autoridades, una garantía constitucional que de la noche a la mañana se nos quiere escamotear mediante la confabulación de varios poderes.
Soy de los que imaginaba que nunca la oposición se levantaría de la mesa de diálogo sin obtener como mínimo la fecha para la elección de gobernadores. Y para colmo ni siquiera se tiene la de una eventual repetición de la elección de diputados en Amazonas, fuente de todo este enmarañamiento institucional que ha convertido a Venezuela en un país sin constitución, sin ley y sin justicia, como bien lo ha señalado el nuevo presidente de la Asamblea Nacional.
El gobierno malandro de Nicolás Maduro no tiene palabra ni capacidad de compromiso. Ha sido capaz de irrespetar la buena fe del estado Vaticano y los buenos oficios del enviado del Papa Francisco, que es bastante decir. Los tres representantes por Unasur tampoco son nadie. Los integrantes del pacto de mafias que impera en Venezuela se exhiben impúdicamente ante el mundo, con toda su capacidad de destrucción y de burla a las esperanzas de la población venezolana. Ya ni siquiera se ufanan de sus muchos triunfos electorales. No quieren siquiera volver a mencionar la palabra elecciones, el evento que los dejaría al desnudo, pues pondría en evidencia cómo se ha esfumado la base de apoyo popular del gobierno chavista, que en estos dieciocho años pudo transformar a Venezuela en un país próspero, pero por el contrario ha empobrecido atrozmente a su población y la está dejando sin futuro.
El rector principal del Consejo Nacional Electoral, Luis Emilio Rondón, conoce el siniestro juego de sus colegas en el CNE y sabe de la urgencia de una convocatoria electoral, que ya le fue negada a mediados de 2016. El pasado martes solicitó al directorio del cuerpo incluir en la próxima agenda como punto de decisión la solicitud de discusión y aprobación de los cronogramas de los procesos electorales previstos para este año conforme al calendario electoral presentado por la Junta Nacional Electoral, anunciado en octubre pasado por el CNE.
La oferta del CNE, hecha al margen de la mesa de diálogo, fue que las elecciones regionales se realizarán a finales del primer semestre del 2017 y las elecciones municipales en el segundo semestre del mismo año. Entonces, manos a la obra. Que el CNE apruebe en el menor tiempo posible el cronograma electoral de las próximas elecciones, para que los lapsos técnicos, administrativos, financieros y jurídicos, que hacen factible la realización de este proceso dentro del primer semestre empiecen a correr.
El 23 de enero, como jornada de movilización nacional, es una fecha cantada. Su profunda significación crece con los años y mucho más en las actuales circunstancias. El país está saliendo del bajonazo emocional en el que lo sumió el robo del revocatorio y lo va a demostrar el próximo lunes. Todos por el voto, todos de nuevo a la calle. Sí hay esperanzas, Venezuela puede.
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