Fin de mundo
Nos controlan por medio de los documentos de identidad que no salen, por medio de la comida que no se consigue, la poca que hay es carísima, por medio de las medicinas que tampoco hay y por medio de la angustia que la hay y muchísima
Luego del escándalo de los pasaportes entregados a fundamentalistas árabes, explotó otro referido a los pasaportes expedidos a los chinos por la módica suma de entre 10.000 y 20.000 US$. O, más bien, CNN nos confundió por la novedad y el escándalo chino fue anterior.
¿Fue anterior el huevo o la gallina? ¿Vino primero la omelette o la tortilla gallega? Y ¿por qué las vacas que comen pura hierba, comida de dieta, son tan gordas? Es una paradoja. Sin embargo, la verdadera paradoja es que cada día hay más venezolanos que se quedan sin pasaporte.
Una conocida, viendo que el pasaporte no le salía y urgida de conseguirlo ya que su marido la esperaba impaciente en los Estados Unidos, decidió ir a la oficina de Identificación en el centro a ver qué podía hacer. La pusieron en contacto con un “tramitador” que justamente había llegado allí de la oficina VIP Express. El diálogo que sostuvieron fue más o menos así:
“Mire, necesito con urgencia mi pasaporte”
“¿Qué tan urgente?”
“Urgente”
“Mire para estos casos tenemos un protocolo muy especial. Me da unos 15.000 dólares y, asunto arreglado”
“Ja, ja, ja, ja”
“No es chiste, puedo hacerle una pequeña rebaja de cinco mil y lo dejamos en 10”
“Ja, ja, ja, ja”
“Mire lo más que puedo hacer es dejárselo en 1.500. De ahí no puedo bajar, tengo una familia y compro bachaqueado, solo un kilo de arroz me cuesta 6.500, un bulto de papel toalé 15.000, son millones que tengo que pagar”
“¿Usted sabe lo que puede hacer con su pasaporte?”
“La que está urgida es usted no yo”
Mi conocida salió de ahí bufando como un animal de la selva. Luego me comenta:
“Tengo miles de amigos en las mismas condiciones, a unos les queda un año de vigencia del pasaporte, a otros seis meses. Si esto sigue así pronto seremos una nación de 30 millones de indocumentados. Los venezolanos que están afuera no pueden volver, nosotros no podemos salir.
Nos controlan por medio de los documentos de identidad que no salen, por medio de la comida que no se consigue, la poca que hay es carísima, por medio de las medicinas que tampoco hay y por medio de la angustia que la hay y muchísima.
Ayer a la hija de una amiga se le subió la tensión porque tenía una cantidad de dinero en billetes de cien bolívares y no se los aceptaban en ningún lado porque se vencerían el lunes 20. Y el gobierno, si es que así se pueden llamar, no avisó de la prórroga hasta el viernes por la tarde.
Quisiéramos saber en qué anda la Ministra de la Extrema Felicidad, a menos que toda la felicidad sea para ella, quince y último sin trabajar. Esto me recuerda una anécdota sobre la enfermedad de las vacas locas. Una señora le pregunta a un granjero qué tenían las vacas, porqué enloquecieron.
Muy sencillo, contestó el granjero. Yo las llevo donde el toro una vez al año y las ordeño dos veces al día. ¿Cómo le caería a usted un trato parecido?
Churchill le prometió a los ingleses sangre, sudor y lágrimas. ¿Qué nos pediría a nosotros? Sangre, ni por asomo, porque a falta de proteínas, lo que tenemos en las venas, es pura agüita de yuca, sudor ni hablar ¡si estamos deshidratados por falta de agua! Y en cuanto a lágrimas, ídem de ídem.
Nos queda llamar a Obama, que ¡quedó para organizar marchas de mujeres!
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