Elecciones a la carta
Para ello hay que revindicar el derecho al voto y mostrar una inmensa capacidad de desprendimiento donde seamos capaces de declinar las aspiraciones legítimas en función de salvar lo fundamental: la restitución de la democracia
Lo saben desde hace años. Se convirtieron en minoría. Perdieron el favor popular por eso tratan de evadir toda elección universal, directa y secreta, que saben perdida de antemano.
Se inventaron una elección donde podían evadir el veredicto popular, una que ellos decidían el universo de votantes, lo más parecido a un evento del partido de gobierno. Esa fue la que realizaron para una simulación de una asamblea constituyente espuria sin preguntarle al pueblo si la quería.
La lograron imponer con los recursos de poder de que disponen, a pesar de un evidente rechazo mayoritario, manifestado en la rebelión popular contra la ruptura del hilo constitucional y su colofón más significativo: la consulta popular del 16J donde más de 7 millones y medio de ciudadanos se manifestaron en su contra.
Como los números no le daban, apelaron ya no sólo al ventajismo y la intimidación a los funcionarios públicos, sino al fraude abierto y descarado, puesto al descubierto por la empresa que manejaba el sistema de cómputo. La masiva presencia ciudadana el 16J frente a la soledad de las calles el 30J fue evidente, ratificada por las informaciones de sus correligionarios que desmienten que pudieran lograr una votación superior a los mejores momentos cuando el chavismo era mayoritario.
Una operación doble: imponerse fraudulentamente y seguir alentando el desaliento opositor ante un ministerio de elecciones que no esconde su propósito de manejar los procesos comiciales con reglas y procedimientos que le permitan al régimen perpetuarse.
Creían que el juego estaba cantado. Ante tanto ventajismo contaban que la oposición les dejaría el campo libre para efectuar unas elecciones regionales sin ella. Un tiro al piso. Pero la operación quedó al descubierto cuando la MUD dijo si hacen elecciones regionales allí estaremos, porque no dejaremos que nos arrebaten el derecho al voto y unas elecciones que están en la Constitución.
Serán las elecciones en las peores condiciones inimaginables porque la camarilla en el poder se sabe en minoría. Hará todo lo posible para desalentar el voto y colocar todos los obstáculos que pueda instrumentar. Ya lo estamos viviendo: inhabilitaciones de candidatos, cronogramas arbitrarios, normas sobrevenidas y mil otros recursos porque le temen al voto universal, directo y secreto como a la peste.
A pesar de todas estas triquiñuelas hay que aceptar el reto. Los que dicen que primero es restituir la democracia y después ir a elecciones en condiciones aceptables, habría que preguntarles si la experiencia del plebiscito chileno de Pinochet o el venezolano de Pérez Jiménez no nos dicen que es posible torcer la pretensión de una elecciones sesgadas a la carta de la dictadura, que se le conviertan en su lápida.
Para ello hay que revindicar el derecho al voto y mostrar una inmensa capacidad de desprendimiento donde seamos capaces de declinar las aspiraciones legítimas en función de salvar lo fundamental: la restitución de la democracia.
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