María Elena Garassin
María Elena Garassini: “Mi angustia vital son los adolescentes”
POR Hugo Prieto
María Elena Garassini retratada por Roberto Mata
PRODAVINCI,24/12/2017
Es muy difícil que en un país donde escasean los alimentos, las medicinas, es decir, lo más básico, según la pirámide de Maslow, sus habitantes se planteen la posibilidad de lograr la mejor versión de sí mismos.
De eso se trata esta conversación con la psicóloga María Elena Garassini, profesora de la Universidad Metropolitana, quien además tiene una maestría en Psicología del Desarrollo Humano (UCV) y un doctorado en Psicología y Educación (en la Universidad de Sevilla). Ha desarrollado su trabajo en diversos contextos (educativos, empresariales y centros de salud, entre otros). En sociedades marcadas por las asimetrías y la desigualdad, lo fundamental es que se creen los centros de oportunidades para que los jóvenes exploren las áreas donde puedan desarrollar sus potencialidades y destrezas.
La sociedad venezolana necesita apostar a la mejora de la educación. Apostar a la creación de centros de oportunidades, para que los jóvenes, los adolescentes, puedan desarrollar sus destrezas, sus competencias. De lo contrario, serán delincuentes y una carga para la sociedad. Un docente tiene que ser una persona preparada, inteligente, para que pueda advertir cuáles son esas destrezas. “No pueden ser los promedios de 10 u 11, que son los que terminan ingresando al sistema educativo venezolano”.
Las cosas pueden ser distintas, siempre y cuando se tomen las decisiones políticas que privilegien lo local, el esfuerzo combinado entre el Estado y la iniciativa privada y el regreso a proyectos de promoción social que conlleven corresponsabilidad.
¿Realmente podemos decir que el 90% de los venezolanos disfruta de una salud mental satisfactoria en medio de un entorno hostil, de crisis imparable y nube negra que nos rodea?
Quienes trabajamos en psicología tenemos como norte potenciar las capacidades humanas que tienen los seres humanos, más allá de las predisposiciones, condicionantes y circunstancias que a cada uno nos ha tocado vivir. En eso somos muy variados. Pero también, y esto es un punto muy importante, en las oportunidades que la vida ofrece, que yo me busco o para las cuales tengo inclinaciones personales; a ser más explorador y con un mejor manejo de la frustración. De forma tal que si pruebo en un área y no soy efectivo, quedo con las energías, con el deseo de probar en otra área. Todas las personas son capaces en “algo”, pero no siempre han tenido la oportunidad de probar en todas las áreas y encontrar ese “algo”, donde potencial y psicológicamente son capaces de —digamos— escribir con fluidez y ser un periodista, de ver cosas abstractas, inadvertidas para los demás, y ser un gran artista o de desarrollar habilidades físicas y ser un gran deportista. Todos los seres humanos tienen una potencialidad, pero no todos tienen la capacidad exploradora para detectarla y trabajar en ella.
¿Qué haría la diferencia? ¿Una combinación de cosas, propias de las personas y del entorno en que se desenvuelve?
Si tú exploras un área de la vida que te permite un desarrollo pleno y un auto concepto positivo y además eso te permite contribuir a tu familia, a la sociedad y al mundo —y este es el quid del asunto—, se abren las posibilidades para que con tu capacidad —artística, matemática o científica—, logres embellecer la ciudad, mejorar la enseñanza en una escuela o realizar cierto tipo de operaciones. Al punto que voy es que tiene que haber una multiplicidad de cosas para que todo el mundo alcance su potencial. Mientras menos desarrolladas y más estereotipadas sean las sociedades, mayor es la creencia de que todo el mundo debe contribuir igual. No hay esa concepción clara, propia de sociedades más desarrolladas, donde qué chévere que seamos distintos, donde mi vecino no se parece a mí, aunque es maravilloso, donde él hace una cosa y yo hago otra. No. Nosotros queremos que todos los vecinos seamos iguales y que pensemos igual. Pero mientras la sociedad piensa así, menos oportunidades habrá para que el desarrollo humano suceda.
Parece que todo lo que estamos haciendo está mal concebido, desde la educación hasta la familia, pasando por la política. Nosotros nos hemos dedicado, por ejemplo, a una formación repetitiva, que no en diferentes áreas de la vida. Diría que la mayoría de la gente que pudiera resultar exitosa es autodidacta.
Ese pudiera ser el discurso, pero aquí hay otras cosas. En Ecuador, por ejemplo, nos pidieron una asesoría, cuyo objetivo era responder a la pregunta: ¿Cómo hacer para que un adolescente pueda explorar las oportunidades y descubrir sus potencialidades? Planteamos generar un sistema nacional de oportunidades. ¿Qué quiere decir esto? En Venezuela hay un sistema nacional de orquestas, con núcleos en todo el país, y todo aquel que demuestra una capacidad musical tiene la oportunidad de hacer una clínica, de ser probado, e integrarse en la orquesta, pero no en cualquier instrumento, sino en aquel donde tenga mayor habilidad. Otro sistema son los Criollitos de Venezuela, para detectar talentos tempranos en el béisbol o el concurso del Cenamec para promover el conocimiento de la matemática a través de la escuela. Aquí hay muchos sistemas nacionales de oportunidades, pero no los hemos destacado.
Sí, es cierto. Pero aparentemente esos sistemas no son importantes.
Tendrías que preguntarles a las familias de esos muchachos, si esos sistemas son importantes o no.
¿No habría que potenciarlos? ¿Qué pasó allí?
A veces son decisiones políticas. ¿Por qué el Sistema Nacional de Orquesta ha sobrevivido? ¿Por la perseverancia del maestro Abreu? A mí lo que me interesa destacar es que el Sistema Nacional de Orquesta ha promovido y promueve la formación musical como una forma de vida. Es más, muchos de los grandes músicos que tenemos actualmente eran muchachos que vivían en las barriadas de nuestras ciudades y consiguieron en el sistema una oportunidad de ser lo que hoy son. Ahí están los líderes comunitarios, cuyo trabajo ha contribuido, por ejemplo, a que la escuela de su comunidad, esté bien dotada y que además se vea bien bonita. Si la gente vivencia los cambios y las transformaciones, ante estos grandes proyectos nacionales que fueron muy efectivos, habría otros elementos en el escenario social. Pero como no hubo financiamiento porque se fue el jefe y no sustituyeron al otro o porque el que estaba puesto por no sé quién no siguió, no hay en Venezuela una evaluación del verdadero impacto que tienen esos proyectos nacionales en el desarrollo humano de las personas.
Nos preocupa mucho la igualdad, pero no la diversidad y por tanto el desarrollo humano de las personas. El venezolano es y ante una injusticia, por ejemplo, dice es que . En este momento, esa ha sido una de las grandes reivindicaciones. ¿Pero iguales ante quién? ¿Iguales cómo? ¿Iguales dónde?
Esa es una narrativa sin evidencias, sin bases, cosas que la gente repite. ¿A qué venezolano no le encanta su artista favorito? ¿Qué venezolano no reconoce a Soto como un gran artista? ¿Qué venezolano no es feliz porque Convit —que es venezolano— logró desarrollar avances científicos? Sí, todos somos iguales, pero qué bueno que está Convit, o por decir algo más banal, qué bueno que tenemos a una Miss Universo. O qué maravilla que este pelotero obtuvo este logro. Ah, Galarraga, ese es el mío. Mucha gente le pudiera tener envidia, pero el tipo tenía el talento, trabajó durísimo y es alguien que realiza un entrenamiento sistemático. La narrativa dice que debemos ser todos iguales, pero en una conversación cara a cara, el venezolano es capaz de reconocer el esfuerzo individual. ¡Qué bueno que la gente que tuvo una habilidad también tuvo oportunidades! Y reconocer que el tipo canta como los dioses y es mí cantante venezolano. ¿Qué todo el mundo pueda tener oportunidades? Ah, ahí yo también quiero ser igual. Nosotros debemos tener cubiertas las necesidades básicas, la pirámide de Maslow, luz, comida, sueño, alimentación. Cosas que, por decirlo de alguna manera, son parte del cuerpo y de la psiquis humana.
No sólo se trata de cubrir las necesidades básicas, sino de crear ambientes propicios, digamos, complementarios a la educación, para que la gente explore áreas en las cuales pudiera desarrollar sus habilidades, sus competencias, sus fortalezas. Si eso funciona en otras sociedades, ¿Por qué estamos empeñados en descubrir el agua tibia?
Porque a la gente le encanta inventar, le encanta decir que fue el primero. Lo acabas de decir, son sociedades que están clarísimas en que lo básico es una buena educación y por eso la gente que entra al sistema educativo son los mejores promedios. Para que tú seas educador y seas capaz de identificar las potencialidades de un niño, tienes que ser un tipo inteligente. No pueden ser los que tienen 10 y 11, como ocurre en Venezuela. Lamentablemente, muchos de los peores promedios terminaron siendo los docentes en Venezuela. Sobre todo los de primaria, porque la Universidad es otra cosa, ya ahí se ha filtrado mucho. Son sistemas educativos donde está muy clara la formación básica en conceptos lógicos, en capacidad de abstracción, de redacción, y de ahí en adelante, un niño elige para dónde quiere ir. Entonces, hay un pensum mínimo, común, y el resto es quién eres tú, dónde te vas a destacar. Tienes una educación básica, una educación media, muy centrada en quién eres tú. Esos son los grandes sistemas educativos, los que reafirman el auto concepto de quién soy yo, además de desarrollar destrezas y habilidades. Pero para que eso funcione el Estado tiene que decir esto es lo más importante y tiene que destinar recursos a la educación. Así es el sistema inglés, el sistema finlandés, claro que los conozco.
No sólo hay condiciones adversas en los barrios de nuestras ciudades —precariedad, violencia, escasez de recursos—, sino que hay una decisión política, que no concibe a la educación como algo prioritario Entonces… tú estás frito. ¿Ese no es el camino más corto para el fracaso?
Por eso es que en estas sociedades, los sistemas de oportunidades… son la oportunidad. Porque al niño que nació en una comunidad pobre, donde la escuela le dio la mínima formación, pero no lo ayudó a explorar su potencial, su capacidad, llegó alguien a preguntar ¿Quién es bueno tocando con un instrumento? ¿O quien es bueno bateando? Los sistemas nacionales de oportunidades y este tipo de asociaciones —grupos de catequesis, organizaciones no gubernamentales, líderes comunitarios— le cambian la vida a una persona.
En sociedades marcadas por las asimetrías, por la desigualdad, por problemas estructurales, este tipo de asociaciones pudieran ser la diferencia entre éxito y fracaso. Un claro ejemplo que combina a gente que sabe con gente que no sabe. ¿Cómo se estructuran esas alianzas? ¿Hay casos en Venezuela? ¿Eso cambia con el tiempo? ¿Eso se orienta a cubrir necesidades específicas? ¿O responden a simples iniciativas?
Digamos, un laboratorio de hipótesis porque no es más lo que uno pudiera hacer. Hay organizaciones como Unicef que quieren, por ejemplo, hacer visibles a organizaciones que trabajan en el desarrollo de familias, lo que te puede ayudar a saber quién lo está haciendo bien, algo que es fundamental. Porque yo lo que quiero es conocer y apoyar a ese que lo está haciendo bien. Ahí está la experiencia de los embajadores comunitarios. Muchachos que probablemente estaban destinados a ser malandros, pero que logran estudiar y con una beca culminan su formación universitaria. Ellos empiezan a trabajar en las escuelas, con las comunidades, descubriendo a jóvenes con capacidad de liderazgo. Son muchachos que hacen un modelo de Naciones Unidas, donde jóvenes de bachillerato se forman, los enseñan a argumentar, a debatir, y eso lo hacen en escuelas privadas, pero también en las escuelas más recónditas de Caracas. No importa en qué estrato estén, son gente empoderada de sí mismos. No son sólo músicos, peloteros o embajadores comunitarios. En el país tiene que haber sistema de oportunidades para todo el mundo y en todas las áreas.
El venezolano es una persona que habla mirando a los ojos y desde una perspectiva horizontal. Digamos que es una faceta positiva del igualitarismo. ¿No ayudaría esa característica a recortar camino para que los venezolanos puedan aprovechar esos sistemas de oportunidades?
Insisto, buscar las experiencias de ese tipo que sí han funcionado y hacerle ver a la gente que podemos lograrlo. Pongo otro ejemplo, el tema del emprendimiento asociado al microcrédito. La señora que hacía tortas encuentra financiamiento en la banca y compra un horno más grande para hacer de esa experiencia un negocio familiar. Quizás alquiló un pequeño local que la llevó a una franquicia. El venezolano sabía claramente que era una oportunidad sistemática, donde te vamos a apoyar, pero tienes que responder. Lo que ocurre es que hemos tenido muchos mecanismos. Tú estudias porque te doy una beca, no para que apruebes el examen. Me meto en la misión para que me den la bolsa de comida y no importa si tengo trabajo. Esas cosas tergiversan y hacen ver que el venezolano es flojo, es aprovechado. No, no. Lo que ocurre es que la otra oportunidad, la del microcrédito, ya no existe. Mi angustia vital son los adolescentes, los que van a ser nuestros adultos mañana, realengos, sin oportunidades, sin sistematización, no les queda otro remedio que delinquir y convertirse en una carga para la sociedad. ¿Qué les queda, si la escuela no educa, si los sistemas de oportunidades están permeados? Hay que volver a rescatar las experiencias donde este mismo venezolano que hoy quiere que le den las bolsas CLAP pudo demostrar que tuvo éxito en llevar adelante una experiencia productiva.
La psicología positiva tiene, entre otros objetivos, que las personas den la mejor versión de sí mismos. ¿Cómo convencemos a los venezolanos de que eso es posible? Que esa versión conlleva a la libertad en la toma de decisiones, pero también a asumir responsabilidades. ¿Cómo nos convencemos nosotros mismos de que es posible buscar esa versión? ¿Cómo se busca la mejor versión de nosotros mismos?
Poniendo como ejemplo a las personas que, con mucho esfuerzo, han logrado la mejor versión de sí mismos. Esa persona no es ni mejor ni peor que nadie. Lo que ocurre es que consiguió las oportunidades en el momento determinado. Nosotros necesitamos apostar a la mejora de la educación. Necesitamos apostar a proyectos sociales que dan oportunidades a jóvenes y adolescentes. Porque entre unos y otros nos ocupamos de tocar la diversidad de cada quien. Eso es lo que hacen, de manera natural, los sistemas educativos de los países desarrollados, donde las oportunidades empiezan dentro del propio sistema educativo, como se hace, como se planifica, como se maneja, donde además todo el mundo come y tiene una cama donde dormir. Claro, allí ir a la escuela es más fácil, porque lo que haces es trabajar con la diversidad natural, que te da la predisposición genética. ¿Cómo hago? Aquí hay que aportar, desde tiempo hasta dinero. Entonces, vamos a hacer visibles los proyectos que demuestre que hay gente que pudo ser distinta, que pudo ser exitosa, que pudo cambiar su condición por otra diferente.
La igualdad es uno de los iconos de la Revolución Francesa, es uno preceptos de los Derechos Humanos. No se puede dejar de lado, pero en una sociedad marcada por las asimetrías, ¿Quién decide qué? ¿Y a qué costo? ¿Es una decisión política?
Mientras más “pequeño” es un proyecto más se facilita la tarea y bajando a instancias políticas, los líderes deberían ser los que coordinan los municipios, no es posible que esto sea una decisión de carácter nacional. Yo debería permitir, no sé si a través de la descentralización, que estos centros de oportunidades funcionen en las localidades, que conjuguen, además, la participación del Estado y la iniciativa privada. Pareciera que no hay oportunidad si no voy involucrando a entes cada vez más pequeños, si no hay interacción cara a cara, que conciban proyectos que tengan sentido. Cuando tocas la puerta de una empresa, por ejemplo, con un proyecto bien definido, en el que digas aquí hay posibilidades de aportar con voluntariado, con ideas, con recursos, con el enriquecimiento del potencial humano, la gente sabe que su aporte va a caer en tierra fértil.
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