Muere a los 87 años el versatil George Segal, rey de la comedia ligera
Ha muerto a los 87 años a causa de complicaciones en una operación del corazón George Segal, muy popular en comedias ligeras como "Un toque de distinción", "Un diamante al rojo vivo" y "Mira quien habla", aunque su única nominación al Oscar la logró por su rol dramático en "¿Quien teme a Virginia Woolf?". Se consideraba sobre todo un actor de carácter, y desde luego llevaba la profesión en las venas.
George Segal nació en Long Island, Nueva York, en 1934, y procede de una familia de inmigrantes judíos rusos –su apellido auténtico es Bodkin, cambiado del original aún más exótico y largo Slobodkin– que se decidió a hacer las Américas. Era el menor de cuatro hermanos, y desde edad temprana le cautivó el mundo de la interpretación –Alan Ladd se convirtió en su héroe cuando le vio con una pistola en El cuervo en 1942– y el de la música, primero tocando el ukelele, y luego el banjo.
Le tocó llorar la muerte de su padre en plena adolescencia, lo que motivó además el traslado con su madre al mismo Nueva York. Tuvo educación universitaria, en el Columbia College de ese prestigiosa universidad, donde obtuvo una titulación en Artes. Al mismo tiempo desarrollaba sus dotes musicales, y tocaba en una banda de jazz. Pero tras servir en el ejército, decidió estudiar interpretación en el prestigioso Actors Studio de Lee Strasberg y Utah Hagen, y su talento le llevo a formar parte de producciones teatrales en Broadway.
Pero el cine y la pequeña pantalla le llamaron para una larga carrera, como uno de sus primeros títulos con muchos actores, el bélico El día más largo (1962), aunque su debut, tras firmar un contrato con Columbia, fue en Vivir es lo que importa (1961). También figuró en 1963 en un episodio de Alfred Hitchcock presenta, "A Nice Touch", a las órdenes de Joseph Pevney.
El primer éxito indiscutible de Segal vino de la mano de Stanley Kramer en 1965, que le dirigió en El barco de los locos. Era una cinta coral, con estrellas como Vivien Leigh, pues seguía la vida de los distintos pasajeros a bordo de la nave del título, pero su interpretación no pasó desapercibida. No es de extrañar que al año siguiente Mike Nichols contara con él para ¿Quién teme a Virginia Wooolf?, adaptación de la obra de teatro de Edward Albee, con Richard Burton y Elizabeth Taylor; cuatro de los actores lograron la nominación al Oscar y dos de ellos se llevaron la estatuilla, Taylor y Sandy Dennis; los chicos, Burton y Segal, tuvieron que conformarse con ser de los cinco finalistas.
A partir de aquí siguió trabajando a buen ritmo y en títulos notables, como las cintas bélicas Mando perdido (1966) y El puente de Remagen (1969) o la gangsteril de Roger Corman La matanza del día de san Valentín (1967). Con estos títulos dramáticos y de intensa acción, llama la atención el giro que dio a la comedia al arrancar la década de los 70, donde brilló como alguien gracioso en filmes como La gatita y el búho (1970) –con una Barbra Streisand con la que repitió 25 años después en El amor tiene dos caras–, Un diamante al rojo vivo (1972) –una de robos junto Robert Redford–, Un toque de distinción (1973) –cinta que le emparejó con una Glenda Jackson que se llevó el Oscar, él tuvo que conformarse con un Globo de Oro; la secuela de 1979, Un toque con más clase, tuvo una tibia acogida, en cambio– y California Split (1974) –aquí a las órdenes de Robert Altman. Además, como el teatro le encantaba, aceptó rodar versiones para televisión de obras emblemáticas como “Muerte de un viajante” y “Horas desesperadas”.
Lo cierto es que Segal demostraba una gran versatilidad. Igual estaba en la adaptación de una novela de ciencia ficción de Michael Crichton, El hombre terminal (1974), que combinaba western y comedia con Goldie Hawn en La duquesa y el truhán (1976), o se subía a la Montaña rusa (1977) del cine catastrofista entonces de moda, y al que volvería en 2012 (2009) con el especialista Roland Emmerich. Y de algo catastrófica para su carrera cabe describir la década de los 80 para la carrera del actor, que se estrelló con La última pareja (1980), donde trabajaba con Natalie Wood, y fue sustituido en 10, la mujer perfecta por Dudley Moore al poco de iniciarse el rodaje por motivos poco claros. En esta época se deteriora su matrimonio con Marion Segal, con la que tenía dos hijas, y que terminó en divorcio en 1983, tras 27 años juntos. Fueron tiempos duros y autodestructivos, él mismo reconocía haber caído en el recurso a la droga. Felizmente pudo rehacerse. Contrajo nuevo matrimonio con Linda Sue Rogoff, con la que estuvo hasta la muerte de ella en 1996, y luego con Sonia Schultz Greenbaum, que le sobrevive.
La popularidad volvería en 1989 con los bebés parlanchines de Mira quién habla y secuelas, junto a John Travolta, de nuevo haciendo reír, el campo con el que ahora estaba más identificado. Pero ya no era lo mismo, la estrella de Seagal brillaba con menos fulgor, piénsese que hasta hizo una película de acción con el musculoso Dolph Lundgren, Fuga mortal (1993). Había que conformarse con pequeños roles, en 1996 en Flirteando con el desastre y Un loco a domicilio. O aceptar integrarse en series televisivas como Dame un respiro, junto a Laura San Giacomo.
Trabajador hasta el final, siempre estaba disponible a la edad a la que otros se jubilan. Su último título para el cine, Elsa & Fred (2014), remake del homónimo argentino, donde respaldaba a los protagonistas Shirley MacLaine y Christopher Plummer.
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