María, Madre llena de amor, mostró en este lugar su tristeza ante el mal moral de la humanidad. A través de sus lágrimas, nos ayuda a comprender mejor la dolorosa gravedad del pecado, del rechazo de Dios; pero también la fidelidad apasionada que su Hijo guarda a sus hijos, Él, el Redentor cuyo amor está herido por el olvido y el rechazo.
El mensaje de La Salette fue entregado a dos jóvenes pastores en un momento de gran sufrimiento para el pueblo, afectado por el hambre y enfrentado a muchas injusticias. Además, la indiferencia u hostilidad hacia el mensaje del Evangelio aumentaba. Nuestra Señora, al ser contemplada llevando la imagen de su Hijo crucificado, muestra que, asociada a la obra de la salvación, se compadece de las pruebas de sus hijos y sufre al verlos alejarse de la Iglesia de Cristo para olvidar o rechazar la presencia de Dios en sus vidas y la santidad de su Nombre.
La influencia del acontecimiento de La Salette demuestra claramente que el mensaje de María no está enteramente en el sufrimiento expresado a través de las lágrimas. La Virgen nos llama a recuperarnos: invita a la penitencia, a la perseverancia en la oración y, especialmente, a la fidelidad a la Misa dominical. Pide que su mensaje “sea llevado a todo su pueblo” a través del testimonio de dos niños. Y, de hecho, sus voces fueron escuchadas rápidamente. Los peregrinos acudieron y muchas conversiones tuvieron lugar,
María había aparecido bajo una luz que evocaba el esplendor de la humanidad transfigurada por la Resurrección de Cristo: el mensaje de La Salette es un mensaje de esperanza, porque nuestra esperanza está sostenida por la intercesión de Aquella que es Madre de los hombres. Las rupturas no son irremediables. La noche del pecado cede ante la luz de la misericordia divina.
El sufrimiento humano aceptado puede contribuir a la purificación y a la salvación. Para aquellos que recorren humildemente los caminos del Señor, el brazo del Hijo de María no pesará para condenarlos, sino que tomará la mano que se extiende hacia Él para llevar a una nueva vida a los pecadores reconciliados por la gracia de la cruz.
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