“En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. ¿Quién soy yo, Señor, para atreverme a hablar del Sacramento de tu amor? Cuantas veces lo probé, tantas veces, deslumbrada por el brillo de tus maravillas, me quedé en silencio sin poder decir nada.
¿Seré más fuerte hoy? ¿Me quedaré en silencio porque tengo mucho que decir? Me atrevo a esperar que seas el fuego de mis expresiones, la inteligencia de mi espíritu, el amor de mi corazón, el apoyo de mis debilidades y que entonces pueda cumplir fielmente tus designios.
¡Oh, María, trono de la Sabiduría!, es entre tus brazos y a la sombra de tu protección que fijaré el Sol de la justicia. Pongo mi mano en la tuya, condúcela según la voluntad del Espíritu de verdad”.
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