Hoy me siento judía
«Cada día, desde que visité Auschwitz por primera vez, he sollozado» Stuart Nichols
El próximo 27 se conmemoran ochenta años del día en que el Ejército Ruso liberó el complejo de campos de exterminio en el que se planeó y se llevó a cabo, de la manera más fría y calculada, más brutal y eficiente, uno de los peores genocidios que la humanidad haya conocido. Y hay que recordar para nunca olvidar.
Auschwitz fue el nombre que los nazis dieron al pueblo de Oswiecim, en Polonia, y en el que, en 1940, bajo las órdenes directas de Heinrich Himmler, jefe supremo de las temibles SS, se construyeron tres campos de concentración, trabajo y exterminio: Auschwitz, Auschwitz II o Birkenau, y Auschwitz III o Monowitz. Las estadísticas del número de muertos fueron destruidas por los nazis en su huida, al saber que los rusos estaban en Cracovia. Sin embargo, se calcula que murieron no menos de un millón y medio de personas.
En la entrada de Auschwitz hay una inscripción que dice: «El trabajo nos hará libres». Trágica ironía: sólo como consecuencia de trabajos forzados, más allá de lo que físicamente es capaz cualquier ser humano, murieron 340.000 personas.
Auschwitz fueron ejecuciones, torturas, golpes, hambre, enfermedad. Experimentos médicos con seres humanos, llevados a cabo bajo la dirección y supervisión de Josef Mengele, también conocido como el “ángel de la muerte”: congelamiento para causar hipotermia, calentamiento para producir hipertermia, tolerancia de fármacos, esterilización, cirugías, heridas traumáticas. La magnitud del horror de Auschwitz quizás pueda entenderse bajo la realidad de que los más “afortunados” fueron los que murieron más rápido.
En Auschwitz se salvaron unas mil personas gracias al alemán Oskar Schindler, quien, con la excusa de llevarse mano de obra para sus fábricas, le devolvió a ese grupo de personas no solo la vida, sino la oportunidad de recuperar la fe en el ser humano.
El presidente Dwight Eisenhower, desde que visitó el primer “campo de horror”, como adecuadamente los llamó, se propuso testificar sobre lo que allí había sucedido, en caso de que surgiera la creencia, o que alguien pudiera afirmar que las brutalidades que allí se cometieron jamás sucedieron, o que eran simple propaganda. De hecho, hay grupos dedicados a desmentir las historias de desolación, tragedia y muerte de estos campos. Por fortuna, no son muchos.
Hoy me siento judía. Me siento judía para llorar con los judíos, y con todas las personas de buena voluntad, por las matanzas de los inocentes, judíos y no judíos, que ocurrieron en Auschwitz.
Me siento judía para unirme a esta conmemoración. Los rehenes de Hamás están en una situación similar… No debería haber más Auschwitz en la historia.
@cjaimesb
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