«Le había hablado de ciertas prácticas de devoción y perfección aconsejadas por los santos y que me desanimaban.
«Para mí, ya no encuentro nada en los libros, excepto en el Evangelio. Ese libro me basta. Escucho con deleite las palabras de Jesús, que me dice todo lo que tengo que hacer: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón»; entonces tengo paz, según su dulce promesa: ... «y hallaréis descanso para vuestras almas». «... Y hallaréis descanso para vuestras pequeñas almas...»
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