Una pregunta «¿Cómo (...)?» y puntos suspensivos. ¿Entre los dos? Una paradoja que pone a la Pequeña Teresa tras los pasos de la Gran Teresa, reformadora del Carmelo de Ávila en pleno Renacimiento.
Ya cuando esta última escribía un tratado para sus compañeras monjas descalzas con el fin de clarificar las exigencias de la oración, la española se asombraba no sólo de la imposibilidad de comprendernos tal y como Dios nos veía, sino también de la incongruencia que representaba la experiencia de volver a entrar en el propio cuerpo. Fue una «ficción» la que le permitió superar este doble dilema: un viaje imaginario a un castillo maravilloso, cuya llave sería la oración, El castillo interior.
La hija espiritual de una madre así se asombra de sus aspiraciones imperfectas a «poseer la plenitud del Amor». Este es el dilema que Santa Teresa nos ofrece a comienzos de 2025. ¿Con qué «ficción» saldrá de él, y con ella nosotros? La monja carmelita normanda se inspira en La Fontaine y sus fábulas para crear una historia de animales, cuyo nombre nos deja a nosotros. Llamémoslo «El águila y el pajarillo». ¡Puntos suspensivos!
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