Del dakazo al tortillazo
EL NACIONAL, 18 DE NOVIEMBRE 2015 - 12:01 AM
La cúpula roja, presidida por Maduro y Cabello, ha agotado hasta la imaginación. No tienen capacidad de respuesta para enfrentar el colapso de su nefasto régimen. Repiten sistemáticamente las mismas medidas, para tratar de frenar el inmenso lodazal que se les está viniendo encima.
Para el último proceso electoral, el de la elección de alcaldes y concejales, se inventaron el dakazo. Fórmula mediante la cual les confiscaron a los comerciantes del ramo de electrodomésticos todos sus activos en mercancías, obligándolos a venderlos a los precios muy por debajo de sus costos. El resultado fue la quiebra y desaparición de importantes establecimientos del área.
Ante la proximidad de la elección parlamentaria del venidero 6 de diciembre, aplican la misma fórmula, confiscación y venta obligatoria por debajo de sus costos a los avicultores venezolanos de sus principales productos: huevos, gallinas y pollos. Esta medida se la están aplicando igualmente a ganaderos, granjeros de cerdos, frigoríficos y otros expendios de carnes.
El resultado será mucho más devastador que el efectuado con los electrodomésticos. En la pasada elección jugaron al populismo salvaje con artículos importantes, pero que por lo menos no incida en la comida de nuestro pueblo.
La desesperación de la barbarie roja es tan elevada que ahora, ante la falta de divisas para importar y ante la caída de la producción interna, como consecuencia de la bancarrota del Estado, y por la aplicación del modelo de economía estatista, se han lanzado a hacer la demagogia más abyecta con los alimentos fundamentales.
Esta operación de saquear la escasa producción de alimentos que aún se estaba generando en nuestro país, que hemos denominado “el tortillazo”, va a producir unos efectos mucho más dramáticos que el anterior operativo conocido como el dakazo.
La cúpula roja, sin medir el daño que generan, lanzó una campaña de ofrecer huevos casi regalados a los ciudadanos. Muchos de los que acudieron al festín, lo hacían plenamente conscientes de que tal “regalo”, era “pan para hoy, y hambre para mañana”.
En efecto, el circuito de la economía de los alimentos es muy estrecho. Más el de la avicultura. La producción en este sector lo hacen pequeños y medianos granjeros. Ellos trabajan en ciclos cortos, donde van produciendo y vendiendo para poder cubrir sus costos operativos, y para poder ir reponiendo alimentos, medicinas y aves, elementos claves de dicho proceso productivo. Obligar a vender sus productos, en este caso, los huevos y los pollos, por debajo de su costo de producción, es una clásica confiscación. Es un atraco, solo que cometido por la autoridad, que está obligada ética y jurídicamente a proteger la propiedad privada, y sobre todo la producción nacional.
El resultado inmediato de esta nefasta medida será la quiebra inmediata del sector avícola que va a producir un incremento del desempleo y una cuantiosa pérdida de sus activos. Pero lo más dramático aún es que el régimen madurista está condenando a nuestro pueblo a una hambruna en las próximas semanas. En efecto, todas las medidas de confiscación, mediante la venta a pérdida de los alimentos, están generando una paralización de las cadenas de producción y comercialización de las proteínas básicas para la alimentación de nuestra población.
Resulta paradójico que estos personajes de la barbarie gobernante sean desprendidos con los productores de otros países del continente a donde acuden, dólares en mano, a comprar carne y pollo, cereales y otros alimentos a precios incluso por encima de la media internacional; pero a nuestros productores del campo les lanzan con toda fiereza y contundencia contingentes de funcionarios civiles y militares para privarlos, por la fuerza, del fruto de su trabajo.
La diferencia del dakazo con el tortillazo está en la clase de bienes que son tomados por el Estado para dar rienda suelta a su inescrupulosa voracidad. Cuando había abundancia de dólares, fruto de los elevados precios del petróleo, el saqueo se dio contra las finanzas del Estado. Ahora que han vaciado e hipotecado el fisco nacional se lanzan, cuales aves de rapiña, a confiscar el trabajo, el esfuerzo y el sacrificio de quienes aquí no hacen otra cosa que trabajar denodadamente para producir alimentos y así cubrir una parte de la demanda nacional.
Esta vez el tortillazo no los va a salvar de la derrota electoral. Esta vez el cuadro del país es aún más dramático. No solo porque la destrucción de la economía es mucho más profunda, y es percibida con total nitidez por la totalidad el pueblo venezolano. Sino porque a esa descomposición socio-económica se suma, con una velocidad acelerada, la inmensa descomposición moral del régimen que en estos días ha sido descubierta de manera protuberante, hasta el punto de que en nuestros mercados la gente expresaba: No hay huevos, pero hay perico.
La cúpula roja, presidida por Maduro y Cabello, ha agotado hasta la imaginación. No tienen capacidad de respuesta para enfrentar el colapso de su nefasto régimen. Repiten sistemáticamente las mismas medidas, para tratar de frenar el inmenso lodazal que se les está viniendo encima.
Para el último proceso electoral, el de la elección de alcaldes y concejales, se inventaron el dakazo. Fórmula mediante la cual les confiscaron a los comerciantes del ramo de electrodomésticos todos sus activos en mercancías, obligándolos a venderlos a los precios muy por debajo de sus costos. El resultado fue la quiebra y desaparición de importantes establecimientos del área.
Ante la proximidad de la elección parlamentaria del venidero 6 de diciembre, aplican la misma fórmula, confiscación y venta obligatoria por debajo de sus costos a los avicultores venezolanos de sus principales productos: huevos, gallinas y pollos. Esta medida se la están aplicando igualmente a ganaderos, granjeros de cerdos, frigoríficos y otros expendios de carnes.
El resultado será mucho más devastador que el efectuado con los electrodomésticos. En la pasada elección jugaron al populismo salvaje con artículos importantes, pero que por lo menos no incida en la comida de nuestro pueblo.
La desesperación de la barbarie roja es tan elevada que ahora, ante la falta de divisas para importar y ante la caída de la producción interna, como consecuencia de la bancarrota del Estado, y por la aplicación del modelo de economía estatista, se han lanzado a hacer la demagogia más abyecta con los alimentos fundamentales.
Esta operación de saquear la escasa producción de alimentos que aún se estaba generando en nuestro país, que hemos denominado “el tortillazo”, va a producir unos efectos mucho más dramáticos que el anterior operativo conocido como el dakazo.
La cúpula roja, sin medir el daño que generan, lanzó una campaña de ofrecer huevos casi regalados a los ciudadanos. Muchos de los que acudieron al festín, lo hacían plenamente conscientes de que tal “regalo”, era “pan para hoy, y hambre para mañana”.
En efecto, el circuito de la economía de los alimentos es muy estrecho. Más el de la avicultura. La producción en este sector lo hacen pequeños y medianos granjeros. Ellos trabajan en ciclos cortos, donde van produciendo y vendiendo para poder cubrir sus costos operativos, y para poder ir reponiendo alimentos, medicinas y aves, elementos claves de dicho proceso productivo. Obligar a vender sus productos, en este caso, los huevos y los pollos, por debajo de su costo de producción, es una clásica confiscación. Es un atraco, solo que cometido por la autoridad, que está obligada ética y jurídicamente a proteger la propiedad privada, y sobre todo la producción nacional.
El resultado inmediato de esta nefasta medida será la quiebra inmediata del sector avícola que va a producir un incremento del desempleo y una cuantiosa pérdida de sus activos. Pero lo más dramático aún es que el régimen madurista está condenando a nuestro pueblo a una hambruna en las próximas semanas. En efecto, todas las medidas de confiscación, mediante la venta a pérdida de los alimentos, están generando una paralización de las cadenas de producción y comercialización de las proteínas básicas para la alimentación de nuestra población.
Resulta paradójico que estos personajes de la barbarie gobernante sean desprendidos con los productores de otros países del continente a donde acuden, dólares en mano, a comprar carne y pollo, cereales y otros alimentos a precios incluso por encima de la media internacional; pero a nuestros productores del campo les lanzan con toda fiereza y contundencia contingentes de funcionarios civiles y militares para privarlos, por la fuerza, del fruto de su trabajo.
La diferencia del dakazo con el tortillazo está en la clase de bienes que son tomados por el Estado para dar rienda suelta a su inescrupulosa voracidad. Cuando había abundancia de dólares, fruto de los elevados precios del petróleo, el saqueo se dio contra las finanzas del Estado. Ahora que han vaciado e hipotecado el fisco nacional se lanzan, cuales aves de rapiña, a confiscar el trabajo, el esfuerzo y el sacrificio de quienes aquí no hacen otra cosa que trabajar denodadamente para producir alimentos y así cubrir una parte de la demanda nacional.
Esta vez el tortillazo no los va a salvar de la derrota electoral. Esta vez el cuadro del país es aún más dramático. No solo porque la destrucción de la economía es mucho más profunda, y es percibida con total nitidez por la totalidad el pueblo venezolano. Sino porque a esa descomposición socio-económica se suma, con una velocidad acelerada, la inmensa descomposición moral del régimen que en estos días ha sido descubierta de manera protuberante, hasta el punto de que en nuestros mercados la gente expresaba: No hay huevos, pero hay perico.
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