¿Qué ocurre entre paréntesis? Normalmente, lo que ponemos ahí se aparta deliberadamente, porque nos distraería de lo esencial. A veces, lo que ponemos ahí no es inmediatamente necesario y podría impedirnos ir directamente al grano. Por el contrario, también abrimos corchetes para permitirnos desarrollar un punto que es necesario y clarificador para la comprensión de lo que estamos diciendo; y a veces, este corchete pide otros corchetes, porque una aclaración puede pedir otra... En este caso, corremos el riesgo de perder de vista lo que queremos conseguir. Por último, a veces nos ponemos entre paréntesis por miedo a decir demasiado o a decirlo mal, a hacer demasiado o a hacerlo mal. De hecho, estos paréntesis puntúan nuestras palabras como si fueran los ritmos de nuestra vida: ¡más rápido, más lento o en reposo!
Santa Teresa también dibuja paréntesis: lo que Erasmo llamaba poéticamente «pequeñas lunas», una cóncava '(' y la otra convexa ')'. Con estos paréntesis, la carmelita se da a sí misma un lugar secreto, tan precioso como un joyero. Allí depositó una confidencia, uno de sus secretos más íntimos: este Jesús, que ella conocía como la verdad (Jn 14,6), le permitía decir la verdad de su vida. Así Teresa habla a Jesús: no hay peligro de decir demasiado, de decirlo mal o de censurarse a sí misma. Habló a la Palabra Verdadera como a un esposo, con el lenguaje de la fidelidad amorosa y agradecida.
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