Los 10 mejores chistes de la guerra de los sexos
Los 10 mejores chistes de la guerra entre hombres y mujeres. ¡No te los pierdas!
Publicado por Selecciones.com
Una selección de chistes sobre la guerra de los sexos en el libro: "La risa, remedio infalible".¿Quiénes son mejores? ¿Los hombres o las mujeres?
Durante la visita de una pareja de amigos recién casados, se tocó el tema de los hijos. Ella decía que quería tener tres, pero el joven esposo no estaba de acuerdo e insistía en que para él dos eran más que suficiente. Luego de varios minutos de discusión, él quiso darla por terminada:
—Después de que nazca nuestro segundo hijo, me haré la vasectomía. Sin pensarlo un momento, ella replicó:
—Bueno, pues espero entonces que quieras al tercero como si fuera tuyo.
—Después de que nazca nuestro segundo hijo, me haré la vasectomía. Sin pensarlo un momento, ella replicó:
—Bueno, pues espero entonces que quieras al tercero como si fuera tuyo.
— LISA MONGAN
Tras una fuerte discusión, mi marido y yo dejamos de hablarnos durante varios días. Por fin, al tercero, me preguntó dónde estaba una de sus camisas.
—¡Vaya! —respondí—. Conque ahora sí me diriges la palabra.
Él se quedó mirándome con expresión confundida y dijo:
—¿De qué estás hablando?
—Qué, ¿no te has dado cuenta de que llevamos tres días sin hablarnos?
—No. Sólo pensaba que nos estábamos llevando bien.
—¡Vaya! —respondí—. Conque ahora sí me diriges la palabra.
Él se quedó mirándome con expresión confundida y dijo:
—¿De qué estás hablando?
—Qué, ¿no te has dado cuenta de que llevamos tres días sin hablarnos?
—No. Sólo pensaba que nos estábamos llevando bien.
— BETH DORIA
En la boda de mi hermano, mi madre estaba logrando contener las lágrimas... hasta que miró a sus padres. Al ver a la abuela inclinarse sobre la silla de ruedas del abuelo y tocarle suavemente la mano, se echó a llorar como una Magdalena.
Al final de la ceremonia, se acercó a su madre y le contó que esa tierna caricia la había hecho llorar.
—Siento desengañarte, mi hijita —repuso la abuela—, pero en realidad lo toqué para ver si estaba despierto.
Al final de la ceremonia, se acercó a su madre y le contó que esa tierna caricia la había hecho llorar.
—Siento desengañarte, mi hijita —repuso la abuela—, pero en realidad lo toqué para ver si estaba despierto.
— MARK SAMPLE
Mi mujer tuvo que internarse intempestivamente en el hospital y me pidió que le llevara algunos artículos de casa. Uno de ellos era “ropa interior cómoda”. Preocupado por la posibilidad de elegir mal, le pregunté cómo saber qué tipo de ropa llevarle.
—Obsérvala e imagina que la tengo puesta —me dijo—. Si sonríes, no la traigas.
—Obsérvala e imagina que la tengo puesta —me dijo—. Si sonríes, no la traigas.
— ROBERT KERCHER
Mi novia y yo estábamos en el registro civil para obtener nuestra libreta de matrimonio. Luego de recabar los datos necesarios — nombres, fechas de nacimiento— el empleado nos entregó el documento y añadió, en tono lapidario:
—No hay reembolsos, cambios ni reclamos.
—No hay reembolsos, cambios ni reclamos.
— ALBERT J. CAMPBELL
Mi marido, Mike, y yo, llevábamos varios meses viviendo una racha de problemas económicos. Una noche me conmovió verlo contemplando el anillo de oro que simboliza nuestro matrimonio.
—Con este anillo… —comencé a recitar románticamente.
—Podríamos pagar la tarjeta de crédito —completó él.
—Con este anillo… —comencé a recitar románticamente.
—Podríamos pagar la tarjeta de crédito —completó él.
— DAWN HILL
En una ocasión llevaba en coche al aeropuerto a un amigo mío y a su novia, y pasamos junto a un enorme anuncio que mostraba a una despampanante chica en bikini sosteniendo una lata de cerveza.
Al verla, la joven comentó con sarcasmo:
—Creo que si me tomara seis de esas cervezas me parecería a ella.
—No —rectificó mi amigo—. Te parecerías a ella si yo fuera el que se las toma.
— JOHN D. BOYD
Al verla, la joven comentó con sarcasmo:
—Creo que si me tomara seis de esas cervezas me parecería a ella.
—No —rectificó mi amigo—. Te parecerías a ella si yo fuera el que se las toma.
— JOHN D. BOYD
En una ocasión, mi esposo, que suele tener dificultades con los quehaceres domésticos, decidió lavar su buzo. Segundos después de entrar al lavadero, me gritó:
—¿Qué programa del lavarropas tengo que usar?
—Eso depende —le contesté—. ¿Qué dice tu buzo?
—Universidad de Oklahoma —fue su respuesta.
—¿Qué programa del lavarropas tengo que usar?
—Eso depende —le contesté—. ¿Qué dice tu buzo?
—Universidad de Oklahoma —fue su respuesta.
— JERRI BOYER
Mis padres llevan 40 años de casados. El día de su aniversario, mi madre creyó que mi padre se iba a olvidar, así que intentó refrescarle la memoria:
—¿Te das cuenta de que hoy cumplimos 40 años de sentarnos en las mismas sillas todas las mañanas?
—¿Y qué? —replicó él, alzando la vista del periódico—. ¿Quieres que intercambiemos?
—¿Te das cuenta de que hoy cumplimos 40 años de sentarnos en las mismas sillas todas las mañanas?
—¿Y qué? —replicó él, alzando la vista del periódico—. ¿Quieres que intercambiemos?
— RACHEL MIEVILLY
Una mujer compró unos cosméticos muy caros, pues le dijeron que la harían verse varios años más joven. Luego de ponérselos, se dirigió a su esposo:
—Cielo, dime la verdad, ¿qué edad represento?
El marido la miró detenidamente, y contestó:
—A juzgar por tu piel, 20 años; por tu pelo, 18, y por tu figura, veinticinco.
—¡Oh, adulador! —exclamó ella, complacida.
—Espera —interrumpió el hombre—, todavía no los sumo.
—Cielo, dime la verdad, ¿qué edad represento?
El marido la miró detenidamente, y contestó:
—A juzgar por tu piel, 20 años; por tu pelo, 18, y por tu figura, veinticinco.
—¡Oh, adulador! —exclamó ella, complacida.
—Espera —interrumpió el hombre—, todavía no los sumo.
— MARK SOOMERVILLE
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