Cero elección
El martes pasado el presidente Maduro dijo que las únicas elecciones impostergable son las de la Asamblea Nacional y las presidenciales. En reiteradas ocasiones voceros del oficialismo han asegurado que el referendo revocatorio no se realizará este año. Mientras tanto, sobre las regionales poco se habla.
Desde que Hugo Chávez llegó al poder en Venezuela no se ha realizado ninguna elección en la que el puesto del presidente se vea comprometido. En cada elección a la que acudió, el ex mandatario contó con el apoyo popular necesario para vencer de manera holgada. Cuando en 2003 se planteó el referendo revocatorio, Chávez atravesaba la única crisis de apoyo que experimentaría en sus quince años de gobierno. Así que procedió a bloquear la activación de la consulta, inició la implementación del plan misiones sociales, y una vez revertida la tendencia negativa dio luz verde al referendo. La elección de Maduro en 2013 se realizó en un ambiente rodeado de confusión y nerviosismo. Acababa de fallecer el presidente y al momento de convocar a elecciones, el hoy primer mandatario contaba con una ventaja superior a 22% con respecto a cualquier candidato opositor. El PSUV dejó correr el proceso y en un mes vio desvanecer buena parte del apoyo electoral, venciendo al final por un estrecho margen. La realidad del mercado electoral desde entonces indica que el gobierno perdería cualquier consulta popular que involucre la presidencia o instancias cercanas. Así sucedió en diciembre con la Asamblea Nacional. Pero esta es una instancia de marcada relevancia a los ojos de la comunidad internacional que el oficialismo sabía que podía enfrentar con éxito para minimizar su radio de acción. Así que decidió dejar que el 6-D ocurriera.
Con el referendo revocatorio impulsado en la actualidad por la oposición la situación es distinta. Activarlo significa para la tolda roja perder el poder con las consecuencias que ello representa, algo que no están dispuestos a permitir, y que en realidad no les será difícil evitarlo. Así que las posibilidades de ver tal elección materializarse este año son remotas, y en el camino se llevarán por delante las regionales, o al menos así lo sugieren las palabras de Maduro. Y es que, ¿para qué contarse y perder espacios de poder si evitarlo genera menos costos que no hacerlo? Sí se realizaran las regionales este año el PSUV perdería sin duda la mayoría de las gobernaciones.
Desde el oficialismo seguiremos escuchando negativas para realizar el revocatorio, mientras que desde el CNE observaremos medidas dilatorias para su activación. Sucede que, al menos por los momentos, el ente electoral no revelará de manera explícita que la consulta no se efectuará este año. El gobierno puede gritarlo a los cuatro vientos y aquello es tomado como la reacción esperable de ese bando, que además va preparando el terreno anímico de las percepciones para cuando el bloqueo se haga tangible. El CNE por su parte no puede manifestarse en esos términos, ya que está en juego el mantener dentro de niveles aceptables el termómetro de la tensión social. El año pasado la válvula de escape que regulaba la tensión era la proximidad de las parlamentarias y la esperanza de cambio que ella representaba. Con el resultado de la elección la válvula se transformó en la expectativa que generaba la llegada de la oposición a la Asamblea y lo que esta pudiese hacer desde allí. Ahora que se ha hecho evidente el acorralamiento que desde el Ejecutivo se ha ejercido sobre el Parlamento, la válvula de escape la representan las expectativas que produce la posibilidad de una consulta para producir un cambio de gobierno. Por lo tanto, podemos suponer que el CNE mantendrá viva tal esperanza mientras pueda, y que el momento de sincerar las cosas será estudiado para que sea el más propicio para los intereses oficialistas.
Pero la oposición también juega. A la luz de estas realidades ella deberá definir sus estrategias y adelantarse para marcar la agenda en un terreno con reglas bien definidas, pero que su rival no respeta. Arriba hay un bravucón que utiliza el poder de las instituciones para imponer sus deseos ignorando la voluntad de no menos de 60% de venezolanos que le adversan. Por lo tanto, a la final no se trata solo de gobierno contra oposición, sino de gobierno contra el soberano. En un escenario así, la única variable que puede desencadenar cambios de rumbo es la de la presión social.
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