La crisis sanitaria de hoy y la justicia de mañana
La extrema gravedad de la crisis sanitaria en Venezuela lejos está de constituir un secreto por lo patente del enorme deterioro de las condiciones necesarias para la adecuada prevención y eficaz tratamiento de innumerables enfermedades, incluyendo lo tocante –por mencionarse solo lo más básico– a la nutrición de sus habitantes, al suministro de agua potable de calidad en el ámbito nacional, al número y estado de los centros asistenciales en todas las regiones del país, y a la disponibilidad en este tanto de medicamentos como de otros insumos.
Ha sido tal el retroceso en estos y otros aspectos durante los últimos años que no es exagerado afirmar que ni en los países más pobres del planeta el cuidado de la salud reviste hoy tantas dificultades como en la nación, por cuanto en aquellos, al menos, se trabaja en estrecha colaboración con la Organización Mundial de la Salud y otras instituciones de igual o similar calibre en el diseño, ejecución y control de un sinfín de programas en áreas prioritarias, lo que abarca un amplio rango de asuntos que van desde la lactancia materna, la nutrición infantil, la inmunización de grandes grupos poblacionales y la lucha contra problemas con un sustantivo impacto social y económico como el cáncer, hasta el fortalecimiento de la gestión en los diversos niveles de sus sistemas sanitarios.
Por ello, resulta criminal que tanto las autoridades del sector como el resto de los altos funcionarios públicos de Venezuela con directa responsabilidad en la materia –principalmente los involucrados en la toma de decisiones en el ámbito económico– sigan intentando negar una problemática que ha afectado virtualmente a todos los venezolanos, ya que dentro del país no existe familia en la que, de una u otra forma, no se hayan sufrido las consecuencias de semejante crisis, máxime porque el diagnóstico de alguna de las muchas patologías frente a las que en cualquier otro lugar del planeta se cuenta con suficientes capacidades resolutivas, implica a menudo una sentencia de muerte en esta Venezuela depauperada a consecuencia de la imposición del retrógrado y mil veces fracasado modelo socialista/comunista.
Pero además de delictivo es en verdad lamentable que jóvenes venezolanos, como la actual ministra de Salud, hayan optado –con poco disimulado gusto– por formar parte de la maquinaria construida y empleada para la sistemática opresión de sus compatriotas, sobre todo en esta etapa de flagrante comisión de terribles crímenes de lesa humanidad; una etapa en la que lo público, notorio y comunicacional de estos hará después imposible que los actores implicados en tales hechos, aduciendo desconocimiento, evadan a una saneada justicia.
No tendrán luego manera de desprenderse de la suciedad de la que ahora se están impregnando en el oprobioso fango dentro del que han decidido chapotear.
@MiguelCardozoM
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