Se les enredó el papagayo
La victoria de Donald Trump tiene más de una implicación para Venezuela y para su gobierno revolucionario. Hay que dudar de la posibilidad de que el nuevo presidente ponga en marcha todas y cada una de las promesas de su campaña electoral y particularmente aquellas que siendo tan estridentes, obligarán a sus asesores a hacerlo reflexionar dos veces. Unas cuantas de esas están coloreadas de la típica retórica electoral que se desata cuando los procesos son reñidos.
El caso de Venezuela es particular. La posición asumida por el candidato en torno a la protección de los venezolanos de las tropelías de su gobierno no fue enunciada en ese tono altisonante que seguramente el hoy presidente va a moderar. El contenido de su propuesta es sensatez de la más prístina. Si la política exterior en cuanto a nuestro país es esa –batallar porque se respeten los derechos de los ciudadanos– Washington no ordenará invadir al país, ni romperá con las débiles relaciones que aún mantenemos, ni nos asfixiará económicamente, ni pondrá en marcha una operación comando para rescatar a nuestros presos políticos, pero sí se colocará internacionalmente de lado de los gobernantes sensatos que saben que este gobierno ha estado y seguirá llevando a nuestro país a la depauperación más absoluta mientras sus líderes llenan sus bolsillos ostensiblemente usando cuanta vía les pone enfrente el manejo turbio de los fondos y de los negocios nacionales.
Hay un par de terrenos en los que muy posiblemente sí le veamos la garra a este gobierno de Donald Trump y ambos tienen que ver con la seguridad nacional norteamericana. Una es la comandita de Venezuela con Cuba comunista. La política de acercamiento Barack Obama en torno a la isla comunista tiene los días contados si la decisión depende de los republicanos, y recordemos cómo son ellos quienes tendrán en sus manos no solo el control del Ejecutivo sino del Legislativo de la primera potencia mundial. Se comenta que Rudy Giuliani es el candidato más cercano para manejar la Cancillería estadounidense y ya sabemos que este es un hombre de garra cuando se trata de poner el orden en un marasmo.
El otro es el de la droga. Venezuela es un peligro para Estados Unidos y para el mundo en la medida en que nuestras autoridades civiles y militares puedan ser fichas importantes del narconegocio mundial. Los periódicos venezolanos no han hecho alharaca con los resultados del juicio que concluyó en Nueva York con la declaratoria de culpabilidad de dos miembros de la familia presidencial. Pero en Estados Unidos han sido ampliamente difundidos los detalles aportados por los propios acusados en torno a su manejo de las operaciones de narcóticos desde Venezuela y hacia el mundo. La DEA, primer protagonista en este caso, debe tener en sus manos importante información en torno a ello. No hay que dudar que nuestro país, quien ya tenía una poderosa lupa colocada de parte de los americanos en cuanto al desenvolvimiento de un crimen que los afecta seriamente, será el objeto de un plan de parte del nuevo gobierno para detener esta lacra y castigar a sus culpables. Es bastante más sencillo enseriarse en torno a un gobierno que está permitiendo que el crimen prolifere en perjuicio de todo el continente, que levantar un muro en la frontera mexicana.
Así pues, el gobierno de Donad Trump tendrá que inaugurarse estableciendo un marco de actuación concluyente en la esfera internacional que genere credibilidad en cuanto su deseo de “hacer a América grande de nuevo”. Puede que Venezuela termine obteniendo un sitial en su lista de prioridades. Con la visibilidad que nuestros dramas han adquirido en la escena global, habrá más de un país que lo acompañe y que lo aplauda.
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