La solución tiene plazos
El gobierno no quiere a la oposición unida. Le teme a esa fortaleza, y ya ha recibido su descarga de fusilería en recientes refriegas, por lo tanto, sabe del poder y alcance de sus municiones. Prefiere ver a esa unidad devenida en una feria de vanidades. Afligida y suplicante. Perdida mirando para el cielo, como consultándole a los astros la fecha de una salida electoral. Masajea los egos, haciendo chorrear algo de aceite en los ojos de sus dirigentes para que no puedan distinguir la línea que separa el valor de la osadía, el arrojo de la intrepidez, o la prudencia de la presunción.
El gobierno, al mismo tiempo que hace ver que promueve el diálogo, mete zancadillas a sus interlocutores para devaluarlos, asignándole a esos encuentros un carácter de comedia que provoca vergüenza en sus participantes. Es una aparente improvisación planificada para desprestigiar el diálogo. En ese contexto, el país está alucinado por tanta irresponsabilidad. La crisis general es cada día más aguda. Su principal exponente es el hambre que azota a significativos sectores de venezolanos que rebuscan paliativos en montones de basura, escenas que contrastan con la cara reposada de jugador de truco de Maduro, cada vez que sale hablando en las largas y fastidiosas cadenas de radio y televisión. No sabe gobernar, pero sabe bailar, baila mucho como lo hacía Cipriano Castro. Pero el que no tiene ni ganas ni fuerzas para resistir el zarandeo es el pueblo, que se ve irreversiblemente dispuesto a poner a bailar, pero en un tusero, a Maduro.
Ya resulta imposible seguirle el paso al barranco por donde lleva a la nación. Es demasiado. No hay cuerpo que soporte semejante descalabro. Por eso, la solución tiene plazos que no se asemejan a una elástica. Pretender mantenerse en el poder, a contrapelo de la tétrica realidad económica y social que hace ver a Venezuela como una olla en estado de ebullición, es tensar las cuerdas, y lo más seguro es que se le reventarán en su cara.
Por tal razón insistimos en la necesidad –para el país, no para saciar un capricho ni facturar una venganza política– de convenir en la convocatoria, lo más pronto posible, de una consulta popular. Desde abril de este año se ha presentado la solicitud del referéndum revocatorio. Ese ha debido ser el petitorio medular de los voceros de la Unidad en la reunión celebrada en el museo Alejandro Otero de La Rinconada. Es la transición mal entendida como una etapa sin Maduro pero madurista. Así, sarcásticamente, la presentan los balbuceantes jerarcas del agotado modelo del “socialismo del siglo XXI”.
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