Perdón
Tal vez nadie lo recuerde, pero yo sí. Fui, en su momento, el primer parlamentario en negarse a mantener su respaldo a Hugo Chávez y confrontarlo abiertamente, en el periodo mismo en el que todos los partidos, le bajaban la cabeza para sobrevivir
He de comenzar pidiendo disculpas por el tono tan personal de este planteamiento, hecho en primera persona, pero siento que es así como corresponde.
No se crean que este artículo lo dedicaré a pedir perdón para los prisioneros o perseguidos políticos que el régimen mantiene en sus mazmorras, confinados en sus casas, sin poder salir del país o sometidos a juicios injustos y amañados. NO SEÑOR, para ellos demando y exijo su derecho a la libertad plena e inmediata. Es otro el tema que me ocupa, cuya pertinencia reside en un nuevo aniversario del Golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, y sus subsecuentes consecuencias y actos de continuidad.
Tal vez nadie lo recuerde, pero yo sí. Fui, en su momento, el primer parlamentario en negarse a mantener su respaldo a Hugo Chávez y confrontarlo abiertamente, en el periodo mismo en el que todos los partidos, le bajaban la cabeza para sobrevivir y buscaban entenderse con él, pactando la conformación de la directiva parlamentaria.
No se crean que este artículo lo dedicaré a pedir perdón para los prisioneros o perseguidos políticos que el régimen mantiene en sus mazmorras, confinados en sus casas, sin poder salir del país o sometidos a juicios injustos y amañados. NO SEÑOR, para ellos demando y exijo su derecho a la libertad plena e inmediata. Es otro el tema que me ocupa, cuya pertinencia reside en un nuevo aniversario del Golpe de Estado del 4 de febrero de 1992, y sus subsecuentes consecuencias y actos de continuidad.
Tal vez nadie lo recuerde, pero yo sí. Fui, en su momento, el primer parlamentario en negarse a mantener su respaldo a Hugo Chávez y confrontarlo abiertamente, en el periodo mismo en el que todos los partidos, le bajaban la cabeza para sobrevivir y buscaban entenderse con él, pactando la conformación de la directiva parlamentaria.
Lo hice abiertamente, sin escurrir el bulto de mis responsabilidades, por pequeñas que fueran, el mismo día que se instaló la Asamblea Nacional, el 5 de Enero de 2001.
Recuerdo que, en la Casona, el presidente se reunió con los diputados del Polo Patriótico, juramentados ese mismo día. Se presentó uniformado y, entre otras cosas nos dio “la orden” de aprobarle una Ley Habilitante, a la vez que nos emplazaba a que, el que no estuviera de acuerdo se fuera de una vez, porque no quería la sorpresa de un desacuerdo posterior.
Le tomé la palabra y me fui, sólo como la una, pero con la certeza de hacer lo correcto. En mi partido, el MAS, comenzaba el desconcierto y se profundizaba el desacuerdo, que venía desde la campaña misma y que terminaría, como todos sabemos, en un enfrentamiento abierto con el teniente coronel y el retiro de su respaldo político.
A partir de ese día he sido un militante de la democracia enfrentado a este despropósito que eufemísticamente han llamado “socialismo del Siglo XXI”. Confieso que me apena mucho la mancha en mi historial de defensor de la libertad, la paz y los DDHH. Siento haber contribuido en algo a echarle esta vaina a mi país pero, al mismo tiempo, siento el orgullo personal de haber tenido el valor y la entereza de romper, de inmediato, con lo que ya vislumbraba que sería un régimen militarista, autoritario y corrupto. Me atreví a hacerlo, en el momento en que más respaldo y más fuerza política y electoral tenía.
No recuerdo esto para vanagloriarme, sino para darle contexto a esta pequeña historia.
Siento que no he arado en el mar. En mi rectificación he contado con el respaldo de casi toda mi familia, muchísimos de mis compañeros y amigos, y el resultado del debate interno de mi partido, aunque mucho más complicado que mi decisión individual, porque tuvo que derrotar la intentona de todo el gobierno, con sus millones, sus aviones y helicópteros y su influencia en los medios, y, por supuesto, con su TSJ movilizado, culminó también en ruptura. Quisieron y no pudieron apoderarse del MAS, para mantenerlo su lado forzosamente.
Ese mismo año 2001, utilizado la tribuna de oradores, para denunciar las tropelías que se cometían con la reconstrucción de mi estado Vargas, pedí perdón a mi país, por la equivocación enorme de pensar que la salida de CAP traería algo bueno a Venezuela y por haber cometido el inexcusable error de creer, aunque fuera por breve tiempo, en la palabra de un militar golpista, con grandes dotes histriónicas, que nos prometía falsamente, mejorar la democracia, acabar con la corrupción enseñoreada, hacer un gobierno para los pobres y garantizar el imperio de la Ley, respetando la propiedad privada y la iniciativa individual.
Contra toda mi formación civilista y democrática, pensé, en ese momento, que el militarismo autoritario se curaba y desatendí los sabios consejos de gente muy respetada y querida por mí, como Teodoro y Pompeyo, Simón García, Eloy Torres, Rafael Guerra Ramos y otros, que nos rogaron, sensatamente no dar aquel salto al vacío.
Por eso pedí perdón y, por eso me siento obligado a pedirlo, cuantas veces sea necesario, a ellos y a Venezuela.
Esa es mi pequeña historia, asumida con humildad y responsabilidad. Y creo que me da el derecho a pedir a otros lo que corresponde. No un “mea culpa”, sino un reconocimiento pleno de los errores cometidos y una rectificación verdadera, que todavía no aprecio.
No se trata solo de haber votado por Chávez, como yo lo hice una vez. Hay muchas otras acciones y actitudes de cuyas aguas salieron estos barros.
Pero todos se hacen los pendejos, no hay responsables ni reconocimiento de errores y, lo que es peor, en otras circunstancias, pero se siguen cometiendo los mismos.
¿O no son corresponsables de la situación política y social que catapultó al poder a HCHF los partidos, individualidades, medios, empresas y empresarios, que propiciaron la salida de CAP, sin importarles las consecuencias y, más aún, las personas y corporaciones que le facilitaron los recursos y la infraestructura necesaria para salvar el 5 % y terminar ganando la elección del 98, en medio de una virulenta campaña contra las propia institución partidista y a favor de la, así llamada “antipolítica”.?
¿Quién asume esa responsabilidad histórica y política ante los venezolanos?
Seguimos en lo mismo, hay golpes sin golpistas, delincuentes sin cárcel, inocentes presos, democracia sin elecciones, represión sin represores, prensa libre pero censurada y autocensurada, gobierno civil repleto de militares y responsabilidades sin responsables. Y las inmediaciones del Gobierno están repletas de aprovechadores de conciencia dolarizada, que esquilmaron a la nación desde la llamada Cuarta República y aún lo siguen haciendo, ahora junto a una nueva generación de corruptos y defraudadores, revistiendo el saqueo de licito comercio. Mucho es lo que está por hacerse.
Urge sincerarnos para rectificar y sería un buen comienzo, para algunos, pedir perdón y no seguirse haciendo los pendejos para que se solapen siempre las verrugas de su comportamiento. De otros, sinceramente no me ocupo “por ahora”, solo son alimañas que parasitan el poder, esté donde esté. Esos no tienen patria, pero si merecen el repudio y el castigo de la nuestra.
Yo he aprendido mi lección, a un costo muy alto para mi conciencia, y asumido mi responsabilidad como ciudadano de luchar a brazo partido por recuperar la democracia en mi país, sin pretensiones ni aspiraciones de ningún tipo y, ojalá, todos estemos dispuestos a hacer lo mismo.
Recuerdo que, en la Casona, el presidente se reunió con los diputados del Polo Patriótico, juramentados ese mismo día. Se presentó uniformado y, entre otras cosas nos dio “la orden” de aprobarle una Ley Habilitante, a la vez que nos emplazaba a que, el que no estuviera de acuerdo se fuera de una vez, porque no quería la sorpresa de un desacuerdo posterior.
Le tomé la palabra y me fui, sólo como la una, pero con la certeza de hacer lo correcto. En mi partido, el MAS, comenzaba el desconcierto y se profundizaba el desacuerdo, que venía desde la campaña misma y que terminaría, como todos sabemos, en un enfrentamiento abierto con el teniente coronel y el retiro de su respaldo político.
A partir de ese día he sido un militante de la democracia enfrentado a este despropósito que eufemísticamente han llamado “socialismo del Siglo XXI”. Confieso que me apena mucho la mancha en mi historial de defensor de la libertad, la paz y los DDHH. Siento haber contribuido en algo a echarle esta vaina a mi país pero, al mismo tiempo, siento el orgullo personal de haber tenido el valor y la entereza de romper, de inmediato, con lo que ya vislumbraba que sería un régimen militarista, autoritario y corrupto. Me atreví a hacerlo, en el momento en que más respaldo y más fuerza política y electoral tenía.
No recuerdo esto para vanagloriarme, sino para darle contexto a esta pequeña historia.
Siento que no he arado en el mar. En mi rectificación he contado con el respaldo de casi toda mi familia, muchísimos de mis compañeros y amigos, y el resultado del debate interno de mi partido, aunque mucho más complicado que mi decisión individual, porque tuvo que derrotar la intentona de todo el gobierno, con sus millones, sus aviones y helicópteros y su influencia en los medios, y, por supuesto, con su TSJ movilizado, culminó también en ruptura. Quisieron y no pudieron apoderarse del MAS, para mantenerlo su lado forzosamente.
Ese mismo año 2001, utilizado la tribuna de oradores, para denunciar las tropelías que se cometían con la reconstrucción de mi estado Vargas, pedí perdón a mi país, por la equivocación enorme de pensar que la salida de CAP traería algo bueno a Venezuela y por haber cometido el inexcusable error de creer, aunque fuera por breve tiempo, en la palabra de un militar golpista, con grandes dotes histriónicas, que nos prometía falsamente, mejorar la democracia, acabar con la corrupción enseñoreada, hacer un gobierno para los pobres y garantizar el imperio de la Ley, respetando la propiedad privada y la iniciativa individual.
Contra toda mi formación civilista y democrática, pensé, en ese momento, que el militarismo autoritario se curaba y desatendí los sabios consejos de gente muy respetada y querida por mí, como Teodoro y Pompeyo, Simón García, Eloy Torres, Rafael Guerra Ramos y otros, que nos rogaron, sensatamente no dar aquel salto al vacío.
Por eso pedí perdón y, por eso me siento obligado a pedirlo, cuantas veces sea necesario, a ellos y a Venezuela.
Esa es mi pequeña historia, asumida con humildad y responsabilidad. Y creo que me da el derecho a pedir a otros lo que corresponde. No un “mea culpa”, sino un reconocimiento pleno de los errores cometidos y una rectificación verdadera, que todavía no aprecio.
No se trata solo de haber votado por Chávez, como yo lo hice una vez. Hay muchas otras acciones y actitudes de cuyas aguas salieron estos barros.
Pero todos se hacen los pendejos, no hay responsables ni reconocimiento de errores y, lo que es peor, en otras circunstancias, pero se siguen cometiendo los mismos.
¿O no son corresponsables de la situación política y social que catapultó al poder a HCHF los partidos, individualidades, medios, empresas y empresarios, que propiciaron la salida de CAP, sin importarles las consecuencias y, más aún, las personas y corporaciones que le facilitaron los recursos y la infraestructura necesaria para salvar el 5 % y terminar ganando la elección del 98, en medio de una virulenta campaña contra las propia institución partidista y a favor de la, así llamada “antipolítica”.?
¿Quién asume esa responsabilidad histórica y política ante los venezolanos?
Seguimos en lo mismo, hay golpes sin golpistas, delincuentes sin cárcel, inocentes presos, democracia sin elecciones, represión sin represores, prensa libre pero censurada y autocensurada, gobierno civil repleto de militares y responsabilidades sin responsables. Y las inmediaciones del Gobierno están repletas de aprovechadores de conciencia dolarizada, que esquilmaron a la nación desde la llamada Cuarta República y aún lo siguen haciendo, ahora junto a una nueva generación de corruptos y defraudadores, revistiendo el saqueo de licito comercio. Mucho es lo que está por hacerse.
Urge sincerarnos para rectificar y sería un buen comienzo, para algunos, pedir perdón y no seguirse haciendo los pendejos para que se solapen siempre las verrugas de su comportamiento. De otros, sinceramente no me ocupo “por ahora”, solo son alimañas que parasitan el poder, esté donde esté. Esos no tienen patria, pero si merecen el repudio y el castigo de la nuestra.
Yo he aprendido mi lección, a un costo muy alto para mi conciencia, y asumido mi responsabilidad como ciudadano de luchar a brazo partido por recuperar la democracia en mi país, sin pretensiones ni aspiraciones de ningún tipo y, ojalá, todos estemos dispuestos a hacer lo mismo.
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