Crónica del café en la cola de un amanecer por gasolina
Que no es posible que en el lugar donde abren un hueco, ¡aquí! ¡En este suelo!, y pueden sacar petróleo, y no hay gasolina. Que pagan por colearse en la cola, por eso se para. Que este es el único lugar del mundo donde se le tiene más miedo a los policías que a los ladrones
Para los conductores viajeros que están de primero en la interminable fila de vehículos por gasolina este título bien podría ser: Amanecer en la cola. Porque no alcanzaron a llenar el tanque a las siete u ocho de la noche anterior y tuvieron que quedarse hasta que amaneciera, que comenzara el horario normal de la mañana, para seguir su viaje para otra ciudad de Venezuela, que bien debe tener tales colas, o más largas aún.
Pero nuestra crónica estará referida a un lugareño que durmió en su casa, Ramonote Mandefuá, el profesor de Historia de Venezuela, jubilado, que se despertó un poco más temprano este sábado para llenar el tanque de la semana.
El cálculo de dos horas se duplicó, el sol calienta en el llano… El avance de la fila es irregular, a veces se detiene como para que se reúnan tres o cuatro conversadores. No faltan para la ocasión numerosos vendedores ambulantes con su envase térmico terciado, e impresentables:
-¡Café-café-café, café a dosscientos!
El Profesor en el entretiempo del defenderse de los vendedores de rupestres fritangas -a esa hora todavía humeantes, lee una de las contadas obras del Gabo que no ha saboreado, pero sobran los cuartos de lapso para pensar. Mira en el reloj de arena del tiempo a los problemas del país en esta larga fila: sin causas y sin solución. Observa con algún detenimiento a un vendedor que le llama la atención, parece estar ofreciendo un producto no común, en la distancia parece un librito o pequeña revista. Avanza en el sentido contrario de los que surten gasolina, camina casi tan lento como la cola, -un poco más de la mitad de los coleros compran-, se ve a lo lejos que la transacción se ha cerrado; el convencido baja, se registra sus bolsillos y saca un fajo de billetes suficientes para comprar un kilo de azúcar, de arroz o de harina, en esta Venezuela del siglo XXI.
Acá el negocio es por un papelito, antes de entregar el billete escriben sobre el papel, como llenando un formulario (?)…
Con el paisaje Ramonote rememora a su abuela, que cuando ocurrían casualmente cosas de las que desprevenidamente se estaba hablando, sentenciaba la vieja: ¡Cuando las cosas son verdad! Si cuando estaba hablando del mal comportamiento de un nieto en especial y en ese momento rodaba por la sala una piedra lanzada por el tremendo en referencia, ¡Mira, cuando las vainas son verdad!
El Profesor está solo, oye -más que ve-, un video de Laureano Márquez que jocoso dice:
-“Somos así, somos sociedades en las cuales un vendedor ambulante en la autopista te vende simultáneamente cerveza bien fría y la Ley Orgánica de Tránsito Terrestre. ¡A la vez! La ley que dice que no debe consumirse licor en la vía pública, él te la vende junto con el licor. Somos sociedades contradictorias. Y uno se pregunta, ¿por qué uno es así? Siempre hay que culpar a alguien, es costumbre culpar al gobierno anterior, y el primer gobierno que nosotros tuvimos fue España que nos conquistó. De ese conquistador español que sale en tres calaberas a América, hay una diferencia fundamental entre el Conquistador español y el Conquistador inglés, -que conquistaron lo que es hoy los Estados Unidos-, el conquistador inglés se fue con su familia, es decir, se instaló a vivir; el Conquistador que vino pa´ acá se vino solo, y un hombre que va solo a algún lado alguna vaina va a inventar. Y el Conquistador estaba de paso, es una cultura de paso, nosotros venimos de una cultura de gente que está de paso, el indio está de paso, el esclavo africano está de paso, todos estamos como de paso…”.
¿Cuándo las cosas son verdad? Parece que no,… es muy temprano para las cervezas, y el papelito es muy pequeño para ser una ley y…
El vendedor del papelito llega a la ventana del Profesor:
-Certificado Médico, de hoy, nuevecito, ¡cinco años de vigencia!
El profesor jubilado, a su edad, dice estar siempre preparado para todo. Pero en esta Venezuela revolucionaria y bolivariana, al contrario, siempre siempre siempre es sorprendido…, intenta que esta operación de compra venta de la cola mañanera por la gasolina sea una más, intenta simular no estar pasmado…
-Sí, pero,… ¿el examen dónde lo hacen, y el médico dónde está?
Todos los de la pequeña ciudad saben que este vendedor no es médico, lo conocen, y los viajeros se lo imaginan acertadamente, por la facha.
-Por lo del examen no se preocupe, yo ya estoy viendo que usted toavía maneja bien, y por lo del médico menos se ocupe que ya esto esta firmao y sellao. Mire usted mismo…
Y muestra el formato de la planilla al alcance prudencial del cliente, el Profesor, desprevenido, sin lentes de lectura, alcanza apenas a leer el logo del Colegio Médico; está leyendo el nombre del doctor que usan para hacer esta estafa, -de no ser él mismo el tramposo-, pero intentando fijar en su memoria el número del Colegio que lo acredita, el vendedor quita de la vista el cuerpo del delito. Leyó el nombre completo, pero sólo alcanza a recordar el segundo apellido, Fajardo. El vendedor ha observado una mirada inteligente en el Profesor que de plano lo desecha como posible cliente…
Ya se volteaba para seguir su labor, pero el desechado cliente al vuelo de la brisa de esta mañana de febrero, pregunta:
-¿Y cuánto vale el Certificado?
El vendedor sin darse vuelta responde, más para que lo oiga el siguiente cliente…
-Para usted cinco mil, ni un kilo de azúcar…, más barato que un cambio de aceite…
El Jubilado quiso preguntar:
-¿Por qué para mí cinco mil? ¿Para otro es diferente?
Pero había que mover el carro un puesto…
Ahora la cola se detiene. Se reúnen los viandantes, pocos desacuerdos. En las colas se cuentan los chavistas. Los apartan grandilocuentes comentarios como este:
-¿Qué vas a decir tú chavista bolsa? ¿Esta es la guerra económica? Todo lo maneja la petrolera estatal, la exploración, explotación, refinerías, transporte, comercialización, precios, todo. ¿Dónde está la guerra económica? Con ese cuento no logran tapar la ineficiencia…
Los coleros por consenso, que se manifiesta en el asertivo movimiento de sus cabezas, han comentado entre otras, exprimiendo el tema del vendedor de Certificados Médicos, la escasez, la crisis…
-Que no es posible que en el lugar donde abren un hueco, ¡aquí! ¡En este suelo!, y pueden sacar petróleo, y no hay gasolina. Que pagan por colearse en la cola, por eso se para. Que este es el único lugar del mundo donde se le tiene más miedo a los policías que a los ladrones. Que el matraquero de los Certificados les vende a los funcionarios de la Alcaldía que debieran controlarlos. Que le cobra más a los viejitos. Que el pueblo votó por la oposición por la promesa de salir del Presidente en seis meses, y ésta tardó un año para leer que la salida era la Declaratoria de la Ausencia Absoluta del interfecto. Que declarada ésta pasa que a los ojos del Derecho en el mundo civilizado en Venezuela no hay Presidente, y el Parlamento en vez de desconocer la presencia de este ciudadano en el gobierno, reclaman que tiene que ir a presentar la Memoria y Cuenta ante la AN, y no ante el TSJ. No hay Gobierno, no hay Oposición, por lo que no hay gasolina.
Se deshace la cola. Anuncian que la gasolina se agotó: ¡Cuando las cosas son verdad!
No hay comentarios:
Publicar un comentario