Tras la humareda
El mandatario uruguayo había buscado pretextos durante todos estos meses para no condenar al gobierno de Venezuela
Finalmente Tabaré Vásquez tiró la toalla. El mandatario uruguayo había buscado varias excusas y pretextos durante todos estos meses para no condenar al gobierno de Venezuela y a la postre terminó apoyando la suspensión indefinida de su condición de miembro en el Mercosur.
En ese torrente informativo que viaja por medios y redes sociales pasó algo inadvertida la confesión del presidente sureño de haberse quedado “sin argumentos” para no unirse a Argentina, Brasil y Paraguay en la sanción al gobierno de Maduro.
Se desprende de sus declaraciones, que el uruguayo lo intentó una y otra vez, agotó esfuerzos para que los de acá llegaran a acuerdos reales con la oposición venezolana antes de lanzarse a la cuestionada elección de una constituyente que vio la luz con la marca del repudio mundial en la frente.
Ahora Vásquez sabe lo que conocemos los venezolanos desde hace bastante tiempo: la demencia ideológica ha hecho nido en el interior de la bóveda craneana de los jefes del proceso y cualquier nuevo desatino es posible con la bendición del aquelarre constituyente, fraudulento por los cuatro costados, que preside Delcy, la sorprendente.
¿Usted no ha visto algunas de las sesiones? Son una delicia. Por las tardes, la actuación del grupo de auto elegidos deriva en una especie de dinámica grupal, una terapéutica sesión destinada a auto convencerse de que, después de 17 años, son ajenos a toda noción de fracaso, a su paso no han dejado sino una epopeya grandiosa y una obra transformadora que el pueblo venezolano les agradecerá por siempre.
Se solazan en sus propias bellaquerías. El martes, por ejemplo, el constituyente Earle Herrera era todo risas relatando los contratiempos que estaba causando en sectores de la oposición su propuesta (aprobada) de adelantar las elecciones de gobernadores. Se trata de pagos hechos para actividades propias de la campaña electoral calculadas para un tiempo muy posterior y que ahora los opositores tenían que cambiar a toda carrera o incluso perder el dinero.
No pasa por la mente del conocido profesor que la realización de las elecciones de gobernadores sin más trucos y mayores manipulaciones que las ya introducidas con la complicidad del CNE es posiblemente la última oportunidad que tiene la secta en el poder de retornar al juego democrático antes de que el destino, inexorable e implacable, los alcance, los engulla y los devuelva convertido en plasma que se escurrirá por el sumidero de la historia.
Poco antes, también ante las pantallas de la televisión, de las cuales el grupito en el poder son los dueños absolutos, Maduro afirmaba sin un dejo de preocupación que tiene listas todas las medidas “para enfrentar el bloqueo financiero, económico y petrolero que prepara Trump”.
A decir verdad (y aunque sea mentira) fue la frase que mejor hiló durante su maratón verborréico ante periodistas extranjeros, algunos sospechosamente generosos en loas para él y su exitoso gobierno, pues nuestro presidente tiene un serio problema: cualquiera sea la pregunta, divaga hasta terminar hablando de las cosa más banales o ridículas. Ese mediodía le pidieron su opinión sobre el aporte que pueda dar el Papa a la solución de la crisis venezolana y Maduro finalizó contando de sus días juveniles cuando jugaban con peloticas de goma en las orillas de Guaire, donde probablemente las peloticas serían de una materia menos amable.
Detrás de esos potes de humo, las denuncias de la Fiscal Ortega, el aumento de la presión internacional, las amenazas de Trump y, sobre todo, la pavorosa crisis económica siguen avanzando. Habrá crujidos.
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