Legitimidad de origen constituyente
Ningún grupo de países realizará una intervención humanitaria en Venezuela sin el apoyo y movilización persistente
El decreto de la ANC ordenando elecciones presidenciales antes del 30 de abril, hace pública la decisión de la revolución de ponerle fin a la «legitimidad de origen constitucional» para generar una nueva de «origen constituyente». La otra legitimidad que requieren los gobiernos, la llamada «legitimidad de desempeño» nunca ha sido respetada por la revolución desde que llegó al poder en 1999. Los numerosos atropellos de DDHH que forman los enjundiosos expedientes en tribunales internacionales es evidencia inobjetable que la revolución gobierna por la fuerza y la violación sistemática de la Constitución. No obstante, la revolución mantuvo un rango mínimo de legitimidad de origen, especialmente bajo el mandato de Chávez, aunque con tropelías que por lo general cuestionaban resultados electorales. Pero ahora, con ese decreto de la ANC ordenando al CNE hacer elecciones presidenciales sin garantía alguna, la revolución advierte que someterá también por la fuerza la sucesión presidencial, en contra de lo que piensa la inmensa mayoría de los venezolanos y sin importarle el reconocimiento de los países civilizados del mundo.
Una decisión de ese calibre presupone tener al menos dos informaciones estratégicas a la mano. La primera es que la revolución debe saber que sólo se producirá un cambio político en Venezuela si la oposición democrática rechaza rotundamente el decreto constituyente y se declara en desobediencia civil, generalizada y sin retorno. Ningún grupo de países realizará una intervención humanitaria en Venezuela sin el apoyo y movilización persistente de vastos segmentos de la población en las ciudades más importantes del país. Menos aún si comparamos con casos donde hubo intervención humanitaria, tales como Somalia, Bosnia, Ruanda, Timor Oriental, Liberia, Sierra Leona y Kosovo, para citar los últimos del siglo XX. Esta certeza revolucionaria no anula ni excluye alguna reacción de carácter interno desde las filas de la revolución. Pero de mantenerse la “paz interior”, la revolución sabe que la presión internacional siempre será «manejable» porque no impulsará su derrumbe político.
Esto nos lleva a la segunda información estratégica. La revolución debe tener sus cálculos puestos en que no habrá ninguna desobediencia civil, masiva y persistente, semejante a la realizada durante los meses de abril y julio de 2017. Habrá de esperar no pocas protestas aisladas y focos de desórdenes con algunos con efectos noticiosos. Pero jamás en la magnitud necesaria y sobre todo con una «dirección política» eficiente que pueda justificar una intervención internacional, única amenaza real que percibe la revolución contra su designio de perpetuarse en el poder. Luego, lo único que puede garantizarle a la revolución transitar entre esos dos «orígenes» sin esa amenaza exterior es que la oposición decida participar en las elecciones presidenciales, otorgando legitimidad al proceso electoral, a sus resultados y a su ganador. De esa manera, indistintamente del presidente electo, la «legitimidad de origen constituyente» quedará lo suficientemente instaurada para que la revolución se mantenga en el poder, sin mayores preocupaciones internacionales, al menos en el mediano plazo.
- Óscar Vallés
VENEPRESS. 28/01/2018 - 8:56AM
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