Rarezas argentinas: el creciente rechazo al «dólar cara chica»
Mientras se sigue debatiendo la viabilidad de una dolarización, los argentinos siguen ahorrando en la moneda estadounidense.
Argentina es históricamente bimonetaria: los pesos emitidos por el Banco Central se utilizan para las compras de todos los días, pero el ahorro y las grandes operaciones se hacen en dólares. Sin embargo, ante el último colapso de la moneda local (el billete de máxima denominación vale cinco dólares), intercambios menores también ya se realizan, o al menos se cotizan, en moneda extranjera. Ahora, lo que inquieta en este patrón de comportamiento por parte de los ahorristas es una traba que se ha hecho ya una constante en el menudeo: se rechazan los llamados “dólar cara chica”, es decir, los billetes de cien emitidos hasta 1996.
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En los últimos años, influencers que visitan el país y suben sus videos a las redes sociales, cuentan la aventura monetaria que les resulta Buenos Aires. Las extravagantes diferencias entre los tipos de cambio, la disparidad de los precios en el contexto inflacionario y lo curioso del ahorro en billetes de cien dólares.
“Literalmente, los ponen debajo del colchón y los ahorran”, señaló Uptin Saiidi, un periodista de CNBC que se ha convertido en influencer financiero con la creación de un canal de economía internacional. Es que al temor de que la pérdida de valor liquide lo poco que se pueda ahorrar del sueldo se le suma otro fantasma reciente: la confiscación de los depósitos bancarios en moneda extranjera. El corralito y el corralón de 2001/2002 es aún muy reciente. Todavía hay gente que lucha en la justicia para recuperar sus ahorros.
Tener los “dólares” en el colchón, ante el temor de una nueva confiscación del dinero bancarizado hace que, lógicamente, los billetes sean siempre los mismos. En Estados Unidos, o en cualquier parte del mundo donde la gente ahorra en el banco, los billetes que deposita no son los mismos que recibe. Por lo tanto, cuando hay una actualización de billetes físicos, se renuevan los papeles, dejando en circulación las últimas versiones.
Si por estos días a cualquier argentino le cuentan que falleció algún familiar, que le dejó de herencia algunos dólares guardados en casa, lo más probable es que vaya a chequear inmediatamente el gran misterio: si son “cara chica” o “cara grande”.
Aunque los modelos anteriores se puedan utilizar sin ningún inconveniente en Estados Unidos, aquí es más complicado. Si la persona va a una cueva (casa de cambio del mercado negro o “blue”) se lo van a “tomar” pero a un tipo de cambio más bajo. Si desea hacer una operación más importante, como comprar un auto o un vehículo, si la mayor parte de los billetes de cien son “cara chica”, directamente se cancela la operación al instante. Ya incluso existen curiosas normas implícitas, tales como el máximo de un 20 o 30 % de los viejos billetes. El resto tiene que ser de las últimas dos versiones: el “Franklin grande” y el de la “bandita de seguridad”.
“Antes de cada operación, en los requisitos del cierre, ya se aclara que el comprador tiene que llegar con billetes cara grande”, comentó a PanAm Post una agente inmobiliaria, que vio caer más de una venta por esta insólita cuestión. “A veces se soluciona con un cambista, que tiene que llegar al lugar donde se cierra el trato, pero en otras oportunidades, el vendedor no quiere saber nada con los cara chica. Así el comprador se va y no se produce la operación”, comentó.
Apegados a las normativas de la Reserva Federal, que considera a todos los dólares como vigentes, los bancos comerciales argentinos deben recibirlos. El tema es que, por el control de cambios que ejerce el BCRA —en su búsqueda infructuosa de estabilizar el precio de la divisa usando la regulación como método para lograrlo— el mercado oficial paga cerca de la mitad (119,25 pesos por dólar) de lo que ofrece el informal (202 pesos por dólar). Por lo tanto, lo que sería la salida lógica no es una opción.
Aunque el rechazo a estos billetes no ha llegado a toda América Latina, hay algunos casos de “contagio” de esta curiosa situación. En Asunción, capital del Paraguay, el temor a estos billetes es más explícito que en Buenos Aires. En varios hoteles de la ciudad, donde la mayor cantidad de público extranjero es argentino, hay varios anuncios en la zona de la recepción con el “cara chica” tachado. Ya ni los aceptan, tal como pasa con los pesos argentinos. Así que, para cambiarlos, los tenedores deberán viajar un poquito más lejos.
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