Manuscritos | Fábula para felicitar el Año Nuevo: domar la bestialidad | | | Puesta en situación | En la última parte del Manuscrito B, Teresa introduce su relato sobre el Águila y los pájaros | | | Teresa me escribe | «¡Oh, Jesús, mi primer y único amigo, el UNICO a quien yo amo!, dime qué misterio es éste. ¿Por qué no reservas estas aspiraciones tan inmensas para las almas grandes, para las águilas que se ciernen en las alturas...? Yo me considero un débil pajarito cubierto únicamente por un ligero plumón. Yo no soy un águila, sólo tengo de águila los ojos y el corazón, pues, a pesar de mi extrema pequeñez, me atrevo a mirar fijamente al Sol divino, al Sol del Amor, y mi corazón siente en sí todas las aspiraciones del águila...» | Ms B 4 | | | Comprendo | ¿El águila y el pájaro, relatado por Santa Teresa en su «historia del pajarito» (LT 197), escapará a la crueldad que dramatiza las fábulas de La Fontaine, en las que tanto el más pequeño como el más grande victimizan o se burlan del otro en una incesante rivalidad mimética? No menos de cuatro escenarios se suceden del Libro II al Libro XII de la colección de 1694. Cuando no es la urraca, es el caracol; ¡por no hablar del gato, la oca y el búho! Porque de uno a otro: ¡sin concesiones! El Águila parece existir sólo por el dominio que su existencia, desde la altura de su mayúscula, le otorga. Para la Carmelita, tienen los mismos ojos, el mismo corazón. ¿Podrían odiarse? Este reparto de las especies afila las garras del ave de rapiña. El águila ya no es sólo un pájaro. Ya no extrae su esencia de lo que la esclaviza; al contrario, sólo es el primer ejemplar de su reino que se eleva en un espacio compartido cuya energía ascensional no pertenece a nadie. Una bola de luz, amor y divinidad reúne las «aspiraciones». |
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