Guyana: robo de lesa humanidad
ALEJANDRO ANGULO FONTIVEROS | EL UNIVERSAL
jueves 23 de julio de 2015 12:00 AM
Para decirlo en román paladino: robaron a Venezuela en el laudo de 1899 ante Inglaterra por Guayana y mutilaron de su suelo prodigioso la nadería de 159.500 Kms2 de fabulosa riqueza.
Hubo violencia moral para que no estuviera representada por venezolanos sino por dos estadounidenses. Y si no se sometía a tal condición contranatura, se le quitaría más territorio e incluso el delta del Orinoco. Venezuela transigió por la crisis que sufría y para evitarse una mortandad. Como aquella violencia no suponía irrogar un daño inmediato -característica del robo cuando la víctima no da sus bienes- el delito contra Venezuela fue el de extorsión o amenazar con daños mediatos a quien no ceda derechos o entregue sus bienes. Y así el comité de árbitros (dúo de estadounidenses, dos ingleses y un ruso), al compás de la más detestable e increíble geofagia británica, descargó su esperpéntico, fraudulento y extorsivo laudo: uno de los casos más escandalosos de piratería imperialista en los fastos universales.
Tal andanada de crímenes -extorsión, fraude procesal, sobornos y prevaricación- hizo al presidente de EE.UU., Cleveland, calificar la actuación de los árbitros británicos como "hoggish" (sucia). Acerca de la conducta del tribunal, escribió el testigo británico Charles A. Harris: "The whole thing is a farce" (todo es una farsa). El secretario del principal juez británico (Lord Rusell) escribió la víspera del fallo: "Marten's deal has given us victory" (la componenda de Martens nos dio la victoria). Los jueces Martens (ruso) y Brewer (británico) confesaron que la decisión respondió a un "compromiso": los ingleses usaron mapas falsificados en el "Ministerio de Colonias". Prevost, árbitro estadounidense, encargó su denuncia póstuma: "fue injusto para Venezuela y la despojó de un territorio muy extenso e importante, donde Gran Bretaña no tenía la menor sombra de derecho".
Ese laudo fue un atroz atentado al orden público cosmopolita por fundado en una serie de delitos, cuya consumación perfecta agotada -al lograr el abyecto despojo a Venezuela- fue un crimen de lesa humanidad (que no prescribe según la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Lesa Humanidad) porque, desde Nürnberg, el Derecho penal acepta que autores de graves delitos económicos pueden ser responsables de Crímenes de Lesa Humanidad y que esos crímenes económicos pueden constituir actos de persecución y basar esos crímenes.
El Art. 7 del Estatuto de Roma establece como Crimen de Lesa Humanidad la persecución por motivos políticos, raciales, culturales, nacionales u otros. Hubo de todo esto en el laudo (además del principal móvil económico) y el ruso Martens, presidente del tribunal (que no actuó como un organismo de altas responsabilidades sino como una banda de la más baja ralea), aseveraba que Rusia e Inglaterra estaban destinadas, por mandato divino, a conquistar y civilizar los pueblos "semi-bárbaros": tesis tan anticientífica como ésa se fulminó contra Venezuela después de que el británico Webster (principal abogado de la causa británica) afirmara al tribunal que el territorio controvertido no podía ser entregado a Venezuela por ser un "país semi-bárbaro". Esa discriminación racial es sólita allá y en Honk Kong, en el "Parque de los Ingleses", una inscripción británica advertía: "No se admiten perros ni chinos".
Ese laudo, cuyo robo es la mayor usurpación territorial del imperialismo europeo en América, es un "Mostrum horrendum" del Derecho: encima del plural elenco criminal, está afectado de un vicio de nulidad absoluta por su total inmotivación jurídica y para colmo no honró su deber de fallar según el principio de "uti possidetis iuris", invocado por Venezuela desde su emancipación y como un legítimo título de su domino eminente sobre el territorio de la nueva República. Simón Bolívar fue el primero en proponer que los países que libertó conservaran sus antiguas fronteras. Así se hizo.
En octubre de 1981, El Mundo tituló: "Cuba reitera su apoyo a Guyana" y -sobre foto de Fidel Castro- antetituló: "Venezuela es expansionista". El influido presidente Chávez , el 20-2-04, cayó en serio error en Georgetown: "El asunto del Esequibo será eliminado de las relaciones sociales, políticas y económicas de los dos países". Y remató: "El Gobierno venezolano no será un obstáculo para cualquier proyecto a ser conducido en el Esequibo, si beneficia al pueblo". ¡Menudo flan! La blandengue actitud (que siempre -hay excepciones bien excepcionales- han tenido los compatriotas) también se prueba en la meliflua torta del partido AD y en la empalagosa torta del Sr. Radonsky (¡una más!) en cuyas fotos se ve que, como en el laudo de marras, le mutilaron el Esequibo a Venezuela.
Abraham Lincoln expresó: "Nada queda arreglado si no es conforme a Derecho". En Guyana, azuzados por su presidente el energúmeno leguleyo Granger, algunos extraviados amenazaron con llevar el caso a la Corte Internacional de Justicia. Aquí, curiosamente, un venezolano (?!) dijo que Venezuela "temía" litigar en esa corte: ¿por qué? Y sería mejor ir a la Corte Penal Internacional a denunciar ese crimen de lesa humanidad y su obsceno aprovechamiento...
aaf.yorga@gmail.com
Hubo violencia moral para que no estuviera representada por venezolanos sino por dos estadounidenses. Y si no se sometía a tal condición contranatura, se le quitaría más territorio e incluso el delta del Orinoco. Venezuela transigió por la crisis que sufría y para evitarse una mortandad. Como aquella violencia no suponía irrogar un daño inmediato -característica del robo cuando la víctima no da sus bienes- el delito contra Venezuela fue el de extorsión o amenazar con daños mediatos a quien no ceda derechos o entregue sus bienes. Y así el comité de árbitros (dúo de estadounidenses, dos ingleses y un ruso), al compás de la más detestable e increíble geofagia británica, descargó su esperpéntico, fraudulento y extorsivo laudo: uno de los casos más escandalosos de piratería imperialista en los fastos universales.
Tal andanada de crímenes -extorsión, fraude procesal, sobornos y prevaricación- hizo al presidente de EE.UU., Cleveland, calificar la actuación de los árbitros británicos como "hoggish" (sucia). Acerca de la conducta del tribunal, escribió el testigo británico Charles A. Harris: "The whole thing is a farce" (todo es una farsa). El secretario del principal juez británico (Lord Rusell) escribió la víspera del fallo: "Marten's deal has given us victory" (la componenda de Martens nos dio la victoria). Los jueces Martens (ruso) y Brewer (británico) confesaron que la decisión respondió a un "compromiso": los ingleses usaron mapas falsificados en el "Ministerio de Colonias". Prevost, árbitro estadounidense, encargó su denuncia póstuma: "fue injusto para Venezuela y la despojó de un territorio muy extenso e importante, donde Gran Bretaña no tenía la menor sombra de derecho".
Ese laudo fue un atroz atentado al orden público cosmopolita por fundado en una serie de delitos, cuya consumación perfecta agotada -al lograr el abyecto despojo a Venezuela- fue un crimen de lesa humanidad (que no prescribe según la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Lesa Humanidad) porque, desde Nürnberg, el Derecho penal acepta que autores de graves delitos económicos pueden ser responsables de Crímenes de Lesa Humanidad y que esos crímenes económicos pueden constituir actos de persecución y basar esos crímenes.
El Art. 7 del Estatuto de Roma establece como Crimen de Lesa Humanidad la persecución por motivos políticos, raciales, culturales, nacionales u otros. Hubo de todo esto en el laudo (además del principal móvil económico) y el ruso Martens, presidente del tribunal (que no actuó como un organismo de altas responsabilidades sino como una banda de la más baja ralea), aseveraba que Rusia e Inglaterra estaban destinadas, por mandato divino, a conquistar y civilizar los pueblos "semi-bárbaros": tesis tan anticientífica como ésa se fulminó contra Venezuela después de que el británico Webster (principal abogado de la causa británica) afirmara al tribunal que el territorio controvertido no podía ser entregado a Venezuela por ser un "país semi-bárbaro". Esa discriminación racial es sólita allá y en Honk Kong, en el "Parque de los Ingleses", una inscripción británica advertía: "No se admiten perros ni chinos".
Ese laudo, cuyo robo es la mayor usurpación territorial del imperialismo europeo en América, es un "Mostrum horrendum" del Derecho: encima del plural elenco criminal, está afectado de un vicio de nulidad absoluta por su total inmotivación jurídica y para colmo no honró su deber de fallar según el principio de "uti possidetis iuris", invocado por Venezuela desde su emancipación y como un legítimo título de su domino eminente sobre el territorio de la nueva República. Simón Bolívar fue el primero en proponer que los países que libertó conservaran sus antiguas fronteras. Así se hizo.
En octubre de 1981, El Mundo tituló: "Cuba reitera su apoyo a Guyana" y -sobre foto de Fidel Castro- antetituló: "Venezuela es expansionista". El influido presidente Chávez , el 20-2-04, cayó en serio error en Georgetown: "El asunto del Esequibo será eliminado de las relaciones sociales, políticas y económicas de los dos países". Y remató: "El Gobierno venezolano no será un obstáculo para cualquier proyecto a ser conducido en el Esequibo, si beneficia al pueblo". ¡Menudo flan! La blandengue actitud (que siempre -hay excepciones bien excepcionales- han tenido los compatriotas) también se prueba en la meliflua torta del partido AD y en la empalagosa torta del Sr. Radonsky (¡una más!) en cuyas fotos se ve que, como en el laudo de marras, le mutilaron el Esequibo a Venezuela.
Abraham Lincoln expresó: "Nada queda arreglado si no es conforme a Derecho". En Guyana, azuzados por su presidente el energúmeno leguleyo Granger, algunos extraviados amenazaron con llevar el caso a la Corte Internacional de Justicia. Aquí, curiosamente, un venezolano (?!) dijo que Venezuela "temía" litigar en esa corte: ¿por qué? Y sería mejor ir a la Corte Penal Internacional a denunciar ese crimen de lesa humanidad y su obsceno aprovechamiento...
aaf.yorga@gmail.com
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