Muy a menudo pienso en este momento específico de la historia cuando el destino del mundo se jugó en la conciencia de una mujer llamada María. En ese momento decisivo, María compartía el destino de la humanidad. Quizá por eso es que me encanta la estatua de la Capilla de París, de la Rue du Bac que representa la celebración de un globo en sus manos, es decir, toda la humanidad, y, por consiguiente, usted y yo.
Soberanamente libre, ¿qué va a responder María? La respuesta brotó de sus labios, simple y precisa: "Fiat! Sí, acepto".
A partir de ese momento tuvo el mundo un verdadero diluvio de Acción de Gracias: Con el "sí" de María, el Salvador nació. Con el "sí" de María el Evangelio sería proclamado. Con el "sí" de María, sería derrotada la muerte. Con el "sí" de María, la Esperanza sería restaurada en el mundo.
No hay que ir a buscar a otra parte las razones de nuestro inmenso renacimiento. De ahí que los títulos dados a María: Causa de nuestra alegría; Puerta del cielo; Estrella de la mañana... En verdad, esta fiesta de la Anunciación fue y sigue siendo una verdadera primavera para el mundo.
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