Aquí estamos: sin capucha
El chavismo es el pasado y no hay manera de revertir esa convicción, incluso para aquellos que quieren preservarlo, conscientes de la absurda cantidad de villanos que lo configuran, más eficientes para la ira que para la esperanza
La épica de la fuerza siempre será más sexy que la de la no violencia, esa sin rostros cubiertos ni aplausos al marchar a la vanguardia, pero en el terreno de la fuerza, así lo prueban los dolorosos saldos de estas semanas de protesta, el poder tiene ventajas, desde el legítimo monopolio de las armas hasta la admisión discrecional de los crímenes que se cometen.
Las grietas del chavismo comienzan a ensancharse porque ninguno de los argumentos que utilizan conecta con las necesidades de su antigua militancia: venerar a Chávez no sustituye una medicina, hostigar a la oposición no alimenta, allanar la programación con cadenas no disminuye la criminalidad y negar la realidad no ayuda a conciliar el sueño. El miedo se ha perdido con la misma velocidad que ha desaparecido la comida y esta, al ritmo de nuestro miserable volumen de importaciones.
Para que haya traición, el argumento elegido por el poder, tuvo que haber fidelidad y respeto. Nicolás es la negación de ambos honores. El documental sobre su vida demuestra que él no construyó ni su ascenso ni su victoria, apenas fue el beneficiario de una unción obtenida a fuerza de mansedumbre. Nicolás es el responsable del hartazgo colectivo sobre la única amalgama que conservaba el chavismo, Nicolás mató a Chávez con mayor rotundidad que el cáncer.
La advertencia de traición no cohesiona a una ciudadanía tan lejana de tarimas y pantallas, gente con desnutrición severa, igual hurgando basura que haciendo la cola de algún producto subsidiado. Por eso la rabia ha crecido tanto y tan rápido, es más urgente, rebasa lo previsto por su talante instintivo, el hambre no espera el pase para salir en cámara aplaudiendo promesas que nadie cumplirá.
Solo la represión genera violencia y la violencia solo beneficia al poder, con demasiados muertos y heridos, con detenidos maltratados y en cantidades que atemoricen, que le suban el costo a la factura de ser libre, que nos convenzan de lo útil que sería entrar en el carril de la sumisión para transar con la dictadura. Pero el miedo fue desplazado por la indignación y la represión la exacerba.
Hay más gente en unas calles con menos fronteras. Las redes sociales cobraron toda la legitimidad que perdieron los canales de señal abierta e indefectiblemente las redes mejoran por frecuencia de uso, mientras el poder se hace más absurdo en su esfuerzo por mantener algo de atención. El chavismo es el pasado y no hay manera de revertir esa convicción, incluso para aquellos que quieren preservarlo, conscientes de la absurda cantidad de villanos que lo configuran, más eficientes para la ira que para la esperanza, inhabilitados para el futuro, tan torpes, tan débiles, tan pasado. Aquí estamos, sin capucha, dispuestos a reclamar lo justo y a hacerlo bien.
La advertencia de traición no cohesiona a una ciudadanía tan lejana de tarimas y pantallas, gente con desnutrición severa, igual hurgando basura que haciendo la cola de algún producto subsidiado. Por eso la rabia ha crecido tanto y tan rápido, es más urgente, rebasa lo previsto por su talante instintivo, el hambre no espera el pase para salir en cámara aplaudiendo promesas que nadie cumplirá.
Solo la represión genera violencia y la violencia solo beneficia al poder, con demasiados muertos y heridos, con detenidos maltratados y en cantidades que atemoricen, que le suban el costo a la factura de ser libre, que nos convenzan de lo útil que sería entrar en el carril de la sumisión para transar con la dictadura. Pero el miedo fue desplazado por la indignación y la represión la exacerba.
Hay más gente en unas calles con menos fronteras. Las redes sociales cobraron toda la legitimidad que perdieron los canales de señal abierta e indefectiblemente las redes mejoran por frecuencia de uso, mientras el poder se hace más absurdo en su esfuerzo por mantener algo de atención. El chavismo es el pasado y no hay manera de revertir esa convicción, incluso para aquellos que quieren preservarlo, conscientes de la absurda cantidad de villanos que lo configuran, más eficientes para la ira que para la esperanza, inhabilitados para el futuro, tan torpes, tan débiles, tan pasado. Aquí estamos, sin capucha, dispuestos a reclamar lo justo y a hacerlo bien.
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